Es probable que el oro haya comenzado una masiva fase alcista
El metal precioso triplica en lo que va de año la rentabilidad del S&P 500
Explicaba en esta misma columna del pasado 2 de enero, titulada “Por qué el oro puede ser la gran sorpresa de 2024″, que el metal dorado había roto su correlación de décadas con los tipos de interés reales y que “...
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Explicaba en esta misma columna del pasado 2 de enero, titulada “Por qué el oro puede ser la gran sorpresa de 2024″, que el metal dorado había roto su correlación de décadas con los tipos de interés reales y que “cuando un mercado no se comporta como se debería comportar según sus fundamentales históricos, es que vale la pena acercar la mirada a dicho mercado porque es probable que estén ocurriendo cosas de interés. Muchas veces este tipo de situaciones son las más jugosas y las que presentan mayor potencial”.
Tres meses y medio después volvemos a hablar del oro, para señalar que los hechos están confirmando mi apreciación de entonces, con el oro repuntando más de un 15% en este 2024, casi triplicando la rentabilidad del S&P 500 y tras romper una zona de resistencia o consolidación de casi cuatro años de extensión, algo que también es relevante. De nuevo, esto no debería estar ocurriendo pero está pasando, lo que sugiere que algo se está moviendo en las placas tectónicas de las finanzas globales. Y eso que aún no se ha producido el accidente macroeconómico que de verdad podría mandar el metal dorado a la estratosfera: la llegada de una recesión en Estados Unidos, lo que sería un importante viento a favor cuando la Fed recorte los tipos de interés.
Que se rompa la relación del oro con los tipos de interés reales (la diferencia entre los tipos de interés de largo plazo que cotiza el mercado y la inflación que también estima el mercado a ese largo plazo), es el equivalente moderno al fin de la convertibilidad del dólar en oro que llevó a cabo el presidente Richard Nixon en 1971 (Nixon Shock) y que se había acordado en 1944 con los acuerdos de Bretton Woods, donde se estableció el nuevo sistema monetario internacional que imperaría tras la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, cuando por fin el oro pudo cotizar libremente, el metal dorado pasó de los 35 dólares por onza de 1971 a cotizar en 175 dólares sólo tres años después y hasta en los 650 dólares menos de una década después (lo que significó multiplicar por 10 en diez años una vez descontada la inflación). Aquello fue como descorchar una botella de cava que había sido agitada con gran fuerza durante años, a medida que las finanzas públicas de la potencia hegemónica hacían aguas.
No obstante, a pesar de todos los problemas que trajo aquella década a Estados Unidos, donde se llegó a alcanzar una inflación del 14% en 1980 antes de que por fin Volcker pudiera comenzar a reconducir la situación, el dólar estadounidense siguió siendo la moneda de referencia global, al menos hasta el día de hoy. Y desde entonces el oro cotizó según la evolución de los tipos de interés reales. Si el gobierno de los Estados Unidos remuneraba lo suficiente sus títulos de deuda sobre la tasa de inflación estimada, los inversores estaban contentos y no pujaban al alza el metal dorado. Pero, si por contra se producían momentos en los que la remuneración de intereses no cubría la tasa de inflación estimada, el oro hacía de válvula de escape donde los inversores podían refugiarse de dichas fases de represión financiera.
Un sistema bellamente armónico, una moneda de referencia global con una válvula de escape, pero que podría haber llegado a su fin en 2022, ya que es a partir de ese año cuando la relación de 51 años entre los tipos de interés reales de Estados Unidos y el precio del oro se rompe. O, al menos, pasó a una segunda dimensión de importancia siendo otro factor el principal motivo fundamental que mueve el precio del oro desde entonces. ¿Y qué ocurrió en 2022? Ese fue el momento en el que Rusia invadió Ucrania y el mundo occidental respondió, entre otras medidas, congelando los activos financieros que la Federación Rusa tenía en esos países occidentales, nada menos que unos 300 millardos de dólares. Es a partir de ese momento en el que los países no alineados como China, Rusia, Irán, Corea de Norte y otros, inician la compra masiva de oro ante la profunda desconfianza (y con razón) de que sus activos financieros en otros países no estarían seguros.
Lo cierto es que estos países podrían estar actuando así y no haber afectado al precio del oro, pero parece ser que sus economías, junto con las de otros países no alineados, ya son lo suficientemente grandes como para haber roto uno de los mecanismo del sistema monetario internacional imperante desde 1971 y por extensión desde 1944, cuando se firmó el acuerdo de Bretton Woods.
De ser así, comprar oro en estos momentos (o verlo subir si uno está fuera) podría ser el equivalente a haberlo comprado en 1971, cuando el sistema monetario internacional sufrió su mayor modificación en décadas. Y ya saben el dicho, a río revuelto ganancias de pescadores. Ni mucho menos digo que el oro vaya a multiplicarse por 10 en una década como ocurrió entonces, pero sí creo que puede experimentar importantes revalorizaciones de aquí en adelante.
Por último, desde luego sería difícil pensar que este movimiento del oro se produce solamente por una decisión de los países no alineados tras comprobar, una vez más y tal vez de forma definitiva, cómo Occidente utiliza el sistema financiero internacional como un arma más de su arsenal, sino que se da en un caldo de cultivo ideal para que se produzca este cambio: los altos niveles de deuda de los Estados Unidos y otros países occidentales, así como de la terriblemente mala gestión de sus finanzas nacionales con déficits presupuestarios más propios de grandes recesiones que de momentos de crecimiento como el actual. Si los déficits están así ahora ¿qué ocurrirá cuando haya recesión? Da miedo pensarlo y por eso compro oro.
Hugo Ferrer es gestor GPM S.V. y director Club Bursátil Confidencial
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