El miedo a un ataque inminente de Irán lleva al petróleo a rozar los máximos que marcó después del ataque de Hamás
Los mercados desoyen los avisos de una menor demanda y el crudo ya se encarece más de un 20% en que va de año
La incertidumbre se impone en el mercado petrolero, que se debatía esta semana entre dos pulsiones: una ralentización económica que limite la demanda —y tire hacia abajo un precio condicionado por los recortes de producción—, y el miedo a una escalada en Oriente Medio, que impulsa el coste del barril en los mercados. Cerca del final de esta semana, esta última parece imponerse: el crudo se ha encarecido con fuerza (más de un 2% de media) ante la posibilidad de una respuesta inminente de Irán al ataque israelí a su consulado en Siria. La semana apuntaba a un cierre a la baja, pero el repunte de este viernes hace que el crudo continúe su rally y coloca al barril en sus máximos desde el ataque de Hamás a Israel en octubre del año pasado.
En lo que va de año, el Brent, el futuro de referencia en Europa, sube en torno a un 19% y se ha acercado este viernes a los 92 dólares el barril. El WTI estadounidense ha llegado a superar los 87 dólares, un 21,5% más que en enero. A pesar de las interrogantes sobre el crecimiento, sobre todo de China, los recortes de producción y el miedo a interrupciones en el suministro han aupado el precio del barril.
Las dudas acaparan los dos ejes de la gráfica oferta-demanda: la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el cártel sectorial, mantenía esta semana sus previsiones de consumo robusto para este año y el que viene. La Agencia Internacional de la Energía (AIE), sin embargo, ha apuntado este viernes a un menor aumento de la demanda, especialmente entre los países más ricos. La organización, dependiente de la OCDE y que aglutina a consumidores más que a productores, señala a las peores perspectivas económicas y a la creciente popularidad del vehículo eléctrico. Sus argumentos de medio no han parecido convencer a los mercados, pendientes del corto.
La oferta tampoco está exenta de tensiones: la Administración de Información Energética estadounidense (EIA, por sus siglas en inglés), avanza un ligero déficit de 260.000 barriles diarios este año. La OPEP+, versión ampliada del cartel, sigue con su política de restricción de la producción (sosteniendo así el precio), pero los países de fuera del club petrolero han aumentado su producción. Además, la guerra de Ucrania sigue condicionando el mercado: Estados Unidos ha pedido a Kiev que no realice más ataques a infraestructuras petroleras rusas para evitar que el precio del crudo se descontrole.
Para Francisco Blanch, responsable global de materias primas y derivados de Bank of America, los bajos inventarios en todo el complejo petrolero, los recortes de producción de la OPEP+, las tensiones geopolíticas y las sólidas cifras de crecimiento económico “han invertido la tendencia de los precios” y ahora apuntan a una temporada de tráfico veraniego “más ajustada de lo previsto”. La firma estadounidense ha elevado sus previsiones de precios, y considera ahora que alcanzarán un pico de 95 dólares el barril este verano.
El nivel de las últimas semanas, apunta Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía, resalta “un incremento en la demanda que, sorprendentemente, no encuentra su origen en el esperado dinamismo de China, sino en el aumento de consumo por parte de Estados Unidos y ciertos países europeos”. Para los analistas de ING, “el rally del petróleo ha perdido fuerza, y salvo una escalada en Oriente Próximo o problemas de suministro, se espera un retroceso”. El banco espera que el brent se mantenga en los 87 dólares en el segundo trimestre del año.
Tensión geopolítica
Con todo, lo que ha marcado este viernes el ritmo del mercado ha sido el ruido geopolítico. Irán ya ha avanzado que responderá al ataque israelí a su complejo diplomático en Siria la semana pasada. De acuerdo con el Wall Street Journal, Israel se prepara para una agresión iraní en los próximos dos días. El miedo a las consecuencias de esta respuesta se nota en la cotización de los futuros: tanto Brent como WTI se han llegado a encarecer un 2,5% este viernes.
La tradicional tensión entre los dos países se ha acrecentado desde el ataque de Hamás a Israel el pasado octubre. El grupo islamista es uno de los actores a través de los cuales opera Irán en la región. Además, a la operación militar de Israel en la Franja se han sumado los enfrentamientos con la guerrilla libanesa Hezbolá, otro de los proxies de Teherán. El punto álgido fue el ataque del 1 de abril, que mató a uno de los mandos militares más destacados de Irán en Siria y a otros seis miembros de ese cuerpo en la residencia de su embajada en Damasco.
Ahora, Irán calibra un contraataque. El alcance de la respuesta servirá de termómetro del conflicto: una acción focalizada a través de grupos vinculados, modus operandi habitual de Teherán, probablemente evite una escalada. Un ataque directo de la Guardia Revolucionaria, sin embargo, es susceptible de desestabilizar toda la región (y, con ella, los mercados). Uno de cada tres barriles que se producen en el mundo proviene de la zona.
Cada movimiento es un foco de inestabilidad para unos mercados miedosos, que reaccionarán en función de cómo actúe Irán. La diferencia entre las posibles respuestas no es baladí: una escalada de la suficiente magnitud podría llevar nuevas sanciones a Teherán, responsable de la producción de cerca del 4,1% del petróleo mundial, lo que restringiría aún más una oferta ya limitada por el cartel de los productores. Además, que el régimen iraní entre directamente en el conflicto puede suponer el cierre del estrecho de Ormuz, que conecta el golfo de Omán y el Pérsico. Por él pasa la tercera parte del crudo que se mueve por mar en el mundo.
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