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¿Qué temen los bancos del euro digital? Cómo el sector se asoma a “una moneda que tiene dos caras”

El sector avisa del riesgo de perder ingresos o de que los ahorradores esquiven el límite de tenencia que ha diseñado el Banco Central Europeo

Christine Lagarde
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, en una imagen de archivo.RONALD WITTEK (EFE)
Fernando Belinchón

El euro digital, que el pasado mes de noviembre entró oficialmente en la fase de preparación, genera preocupación en la banca. Pese a que se trata de momento de un proyecto, y como tal, puede desde no llegar a ver la luz a sufrir grandes cambios en su diseño, sus bases sí han sido definidas de forma clara. Los expertos del Banco Central Europeo (BCE) y los reguladores de la Comisión han determinado que el euro digital será un complemento tanto para el efectivo como para otros medios de pago, no un sustituto. Una definición que conjura uno de los grandes riesgos expresados por parte de un sector financiero que, aun así, aún encuentra motivos para la inquietud.

Como complemento al efectivo, está diseñado para poder usarse sin conexión y poder emplearse sin coste para los usuarios en cualquier circunstancia y en cualquier país de la eurozona. Como complemento a otros medios de pago, supone una herramienta de estandarización con la que recuperar la soberanía europea dentro de un sistema de pagos actualmente fraccionado y dependiente de empresas extranjeras, sobre todo, estadounidenses. En un evento celebrado esta mañana por el Banco de España y Funcas, el sector financiero ha debatido sobre el encaje del euro digital. Dos son las principales preocupaciones respecto del proyecto: que los límites a la tenencia no sean efectivos y que el euro digital erosione el negocio.

El establecimiento de límites a la tenencia de euros digitales, que no a su uso, fue una de las características más necesarias para asegurarse de que no se produjeran episodios de estrés bancarios por culpa del euro digital. Cuando una entidad atraviesa problemas, los ahorradores tienden a sacar su dinero de la misma, ya sea para llevarlo a otro banco o a efectivo, aumentando así la magnitud de la crisis en una suerte de efecto bola de nieve. El euro digital, que contaría al igual que el efectivo con el respaldo completo del BCE al ser dinero de origen público en vez de dinero comercial bancario, sería el refugio perfecto para recibir a los clientes en medio de una estampida. Por eso, en todo momento, las autoridades que lo han diseñado han fijado un límite a cuántos euros digitales podrán tener los ciudadanos como una garantía para el sistema financiero. A juzgar por las consideraciones de Christian Castro, Head of Public Affairs de CaixaBank, una de las entidades bancarias que participan en el desarrollo del prototipo del euro digital, tienen dudas sobre la efectividad real del límite.

La brecha al límite estaría, según Castro, en la dualidad del euro digital. De un lado, como su propio nombre indica, es “digital”, pero también tiene una parte “física”. Para que pueda ser mínimamente comparable al efectivo, el euro digital necesita de poder usarse sin conexión de forma offline para permitir hacer pagos incluso sin internet, al igual que permite hacer el efectivo. Ahí radica la brecha que preocupaba al ponente de CaixaBank, en la posibilidad de que los usuarios almacenen más euros digitales de lo que legalmente podrían tener aprovechándose del sistema de almacenamiento offline.

Los usuarios del todavía hipotético euro digital, tal y como explica la normativa desarrollada por la Comisión Europea el pasado mes de junio, podrían pagar en comercios o realizar transferencias instantáneas sin conexión gracias al uso, o bien, de su teléfono móvil o, por otro lado, de tarjetas que funcionan a modo de monedero, wallets en la jerga. Ambos, tanto la versión online como la offline, serían recargables a voluntad del usuario, siempre y cuando no se exceda el límite de tenencia de forma conjunta. Aunque los dispositivos que permitirán operar en euros digitales sin conexión estarían dentro de un registro elaborado por los bancos en el que aparece un identificador del dispositivo y a quién pertenece, ahí acaba el seguimiento, ya que la norma fija que funcionen como si fueran una suerte de “cajeros automáticos” a efectos de privacidad. Es decir, los bancos podrán saber que determinada cantidad ha salido o ha entrado en un wallet, pero no podrán saber nada más (donde ha ido ese dinero, en qué se ha gastado) y, aquí viene el problema, tampoco podrán ser conscientes de esa entrada o salida de dinero hasta que los wallets vuelvan a conectarse con la red. Hasta entonces, los bancos ni siquiera saben que esa transacción se ha producido, ya que solo aparecerá reflejada en el wallet del que pagó y en el que percibió el euro digital.

“Observamos que cuando hay más de un wallet se puede complicar el cumplimiento de la aplicación de los límites de tenencia”, ha advertido Castro. Poco después, cuando le llegó el turno de palabra a José Manuel Marqués, director del departamento de innovación financiera e infraestructuras de mercado del Banco de España, le tranquilizó afirmando que, efectivamente, la cuestión de las múltiples wallets es algo complejo y que, como tal, está en revisión: “Hay temas como la posibilidad de que el usuario tenga varios wallets que en principio sobre el papel tienen todo el sentido del mundo, pero que a la hora de aplicarlas, quizás no tengamos que hacer tan complicado para el usuario esta primera fase del euro digital”, afirmó.

Coste y beneficio

La segunda preocupación, la de la sostenibilidad desde el punto de vista del negocio, la resumió haciéndose una pregunta Juan José Gutiérrez, director corporativo de servicios tecnológicos de Cecabank. “¿Estamos hablando de un negocio que no cubre costes, de uno que cubre costes, o de otro que además de cubrir costes también dejará un margen razonable?”. Otros directivos bancarios del evento como Ana Belén Alonso, responsable de estrategia de pago y coordinación global del euro digital del Banco Santander o Antonio Macías, head of acquiring payments de BBVA, coincidían a la hora de señalar que implementar el euro digital en su catálogo de servicios financieros no será una tarea libre de coste y en que lo más conveniente será hacerlo aprovechando las infraestructuras ya existentes para eficientar. Para el usuario pagar, cambiar a euro digital y hacer transferencias instantáneas tanto online como offline será totalmente gratuito dado el carácter no comercial de este dinero. A cambio, los bancos percibirán una compensación de las autoridades europeas por ofrecer el servicio, una solución que no obstante deja dudas al sector.

Además de preocupar los costes de implementación, también lo hace la posibilidad de que el uso del euro digital sea tan amplio que desvíe transacciones de otros servicios que sí que dejan más dinero en las arcas bancarias, algo que en el sector es llamado como “canibalización”. Mordiscos a fuentes de negocio aparte, en el lado positivo para los bancos, el euro digital llegaría con la promesa de igualar el terreno de juego de los pagos en todos los países de la eurozona, permitiendo una internacionalización más fácil. Por otro lado, las autoridades han dejado la puerta abierta a que los intermediarios financieros cobren a los ciudadanos por “servicios de valor añadido” basados en la red del euro digital. Entre otras muchas cosas, queda por ver qué servicios serían exactamente.

El BCE sabe que necesita que la banca haga de intermediaria en el despliegue del BCE. Su función será la de dar la cara ante los usuarios. Y sabiendo esto, también es consciente de que la banca a su vez requiere de incentivos para hacer este papel. Carlos Sanz, director del departamento de sistemas de pago del Banco de España, hablaba del euro digital como una moneda de dos caras. “Como toda moneda, el euro digital tiene dos caras que no hay que perder de vista. Por un lado, un reto. Un reto en términos de coste, de desarrollo y de posible impacto en diversas áreas del sector financiero y, por otro lado, una oportunidad. Oportunidad de llevar servicios financieros a más usuarios y de generar soluciones de mayor valor añadido a nivel paneuropeo”, sostuvo.

De cómo de convincente sea la respuesta del euro digital a las dudas de la banca puede depender su misma existencia. El BCE quiere mejorar los servicios financieros de los ciudadanos y depender menos de proveedores extranjeros, pero bajo ningún concepto quiere dañar al sistema bancario. “Nuestro sistema financiero, cuyo núcleo es el sistema bancario, funciona correctamente, y el Eurosistema desea preservar el papel clave de los bancos a la hora de garantizar una provisión eficiente de crédito a la economía real. El BCE reducirá al mínimo cualquier posible amenaza que un euro digital pueda plantear para el sistema financiero”, apunta el supervisor en su página web sobre el proyecto estrella de Frankfurt.

Esta misma idea sobrevoló la clausura del evento de este lunes. “El punto más importante y quizás paradójico es que todavía no se ha tomado una decisión sobre si emitir o no el euro digital”, decía Sanz. “Puede resultar extraño que estemos gastando tanto tiempo, tanto esfuerzo y recursos en un proyecto de fin incierto, pero cuando uno se da cuenta de las características y la envergadura del proyecto, creo que está justificado. Todos nos damos cuenta de que todavía queda muchísimo camino por recorrer. Quedan muchos detalles por resolver. Tenemos claro cuáles son los cimientos de la casa, pero falta mucho todavía”, concluyó Sanz, poniendo de relieve que aún queda mucho partido por delante.

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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