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Sostenibilidad
Tribuna
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¿Está desbancado la competitividad a la sostenibilidad?

En informe Draghi se destacó que las regulaciones de sostenibilidad implicaban elevados costes de cumplimiento, que algunos consideraban un obstáculo para el crecimiento empresarial

Creo que a nadie le sorprendió cuando en febrero de este año la Comisión Europea propuso el paquete Omnibus, con el objetivo de simplificar y perfeccionar la normativa aplicable a los informes de sostenibilidad y a las obligaciones de diligencia debida en la UE. Entre los principales cambios se proponía la reducción del número de empresas afectadas, el aplazamiento de los plazos de presentación de informes y la disminución de los datos a reportar.

Esta propuesta no era una iniciativa aislada sino que estaba fundamentada en una serie de presiones políticas y económicas como, por ejemplo, el informe Draghi sobre la competitividad y resiliencia de la UE, en el que se destacó que las regulaciones de sostenibilidad implicaban elevados costes de cumplimiento, que algunos consideraban un obstáculo para el crecimiento empresarial, o la brújula para la competitividad de la Comisión Europea, que de forma más amplia planteó simplificaciones en las normas de finanzas sostenibles, diligencia debida y taxonomía.

Si bien el paquete Omnibus se presentaba como una medida para reducir las cargas de cumplimiento y potenciar la competitividad, ya en febrero, los críticos advertían que podríamos pasar de la simplificación a una desregulación total ¿Y es esto lo que está pasado? Juzguen por sí mismos.

En marzo de 2025 la Comisión Europea solicitó al Grupo Asesor Europeo sobre Información Financiera (EFRAG, por sus siglas en inglés) una propuesta de modificación de los Estándares Europeos de Reporte de Sostenibilidad (ESRS) que son los estándares técnicos que las empresas deben tener en cuenta a la hora de reportar sostenibilidad en Europa. Esta modificación se solicitaba en línea con uno de los objetivos principales del paquete Omnibus: aliviar la carga regulatoria de las empresas sujetas a la obligación de reportar.

Este mismo mes de octubre, el EFRAG ha presentado su propuesta a la Comisión Europea para su consideración y posible adopción como acto delegado.

Las ESRS revisadas por el EFRAG siguen cubriendo todos los grandes temas de sostenibilidad exigidos por la normativa y mantienen la misma estructura general que las actuales, pero con cambios muy sustantivos. Entre los aspectos más importante de la propuesta del EFRAG destacan:

Se propone un nuevo enfoque en doble materialidad. La doble materialidad sigue siendo clave para reportar: identificar los asuntos materiales permite determinar qué información relevante sobre impactos, riesgos y oportunidades debe reportarse. No obstante, el EFRAG considera que la evaluación de doble materialidad en las ESRS es confusa y supone una carga para las empresas y por ello, propone cambios y aclaraciones para facilitar y simplificar este proceso. Uno de los principales cambios es la incorporación del principio de presentación fiel, clave en las normas ISSB y otros marcos de reporte.

Se racionalizan tanto las ESRS transversales (aplicables a todos los asuntos de sostenibilidad a reportar) como las temáticas (sólo aplicable a los asuntos de sostenibilidad relacionadas con determinadas cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza), buscando reducir la duplicidad y hacerlas más accesibles.

Se fomenta la mayor interoperabilidad entre las ESRS y las Normas Internacionales de Información Financiera (IFRS por sus siglas en inglés), que son unos estándares técnicos contables de uso generalizado. Se adoptan terminologías comunes, se incorporan exenciones clave como el criterio de coste o esfuerzo desproporcionado y se alinea el perímetro de reporte de emisiones de gases de efectos invernadero con el enfoque de control financiero.

Se crea la Nueva Guía Ilustrativa No Obligatoria (NMIG por sus siglas en inglés) donde se recogen todos los criterios de reporte voluntario.

Ninguna de estas medidas puede generar, a mi juicio, suspicacias respecto a su finalidad, ya que parece claro que su enfoque es el de la simplificación y el de arrojar claridad, reivindicaciones que todos los que nos dedicamos a esto de la Sostenibilidad llevamos pidiendo desde hace mucho tiempo. Pero lo más significativo, en mi opinión, es que el EFRAG acata la instrucción de la Comisión de reducir el número de datapoints (unidad específica de información que debe ser reportadas según los ESRS) eliminando el 57% de los obligatorios y el 100% de los voluntarios (que se incluyen ahora en la NIMIG).

Esta reducción drástica, de forma aislada, podría pasar desapercibida o podría, como he leído en otros artículos de opinión, servir de base a una frase con cierto aroma a lema publicitario: “el valor ya no estará en reportar más, sino en reportar mejor”. Pero yo, que soy de espíritu crítico, no puedo dejar de conectar la eliminación del 57% de los datapoints con la reducción del 80% del número de empresas que la Comisión Europea sujetará finalmente a la obligación de reportar y preguntarme si la competitividad está desbancado poco a poco a la sostenibilidad (si se me permite la simplificación, sólo el 20% de las empresas inicialmente previstas, todas ellas de más de 1.000 empleados y 50 millones de facturación, reportarán y lo harán aportando sólo un 43% de la información inicialmente exigida).

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