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En colaboración conLa Ley

91 millones de euros en alimentos falsificados: la EUIPO alerta sobre el fraude en lo que comemos

Algunos productos retirados contenían sustancias tóxicas como el metanol, mercurio y pesticidas

22.000 toneladas de comida y 850.000 litros de bebida falsificados (en su mayoría alcoholicas) fueron incautados en Europa durante 2024. ¿El valor de lo requisado? 91 millones de euros. Esta es la inquietante cifra que encabeza el último informe de la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), presentado este miércoles con motivo del Día Mundial contra la Falsificación, que este año denuncia la creciente amenaza para la salud que suponen estas alimento y bebidas piratas.

Lejos de tratarse de un fenómeno marginal, la falsificación de alimentos y bebidas impacta en toda la UE y no solo provoca un perjuicio económico, sino que supone un grave peligro para la salud. Algunos productos intervenidos contenían sustancias tóxicas como metanol, mercurio y pesticidas.

Según la EUIPO, el sector del vino y los licores es uno de los más golpeados, con 2.289 millones de euros en pérdidas anuales y cerca de 5.700 empleos destruidos en todo el territorio de la Unión Europea. España lidera el ranking de pérdidas económicas directas en este ámbito: 380 millones de euros al año y más de 1.100 puestos de trabajo desaparecidos.

Como demuestran los informes de la EUIPO, la producción y distribución de productos falsificados suele estar vinculada al crimen organizado:

Ante esta situación, la EUIPO lanza la campaña “¿Qué hay en la mesa?”, que busca concienciar sobre la amenaza que representan estas falsificaciones para la salud pública y el patrimonio gastronómico europeo. “Nuestra campaña tiene como objetivo dotar a los consumidores de la información necesaria para protegerse, al tiempo que apoyamos a las empresas legítimas que respetan las normas de calidad de la Unión Europea”, declaró João Negrão, director ejecutivo de la Oficina.

Desde la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema), su director general, Gerard Guiu, advierte que este tipo de delitos ya no puede considerarse menor: “Estamos acostumbrados a pensar que se falsifican perfumes, bolsos o zapatillas. Pero ahora hablamos de alimentos y bebidas, incluso medicamentos o piezas de coche. Ya no es sólo un delito contra la propiedad industrial. Se trata de un delito contra la salud pública”.

Además, el comercio electrónico ha abierto nuevas vías para los falsificadores. Las plataformas digitales se utilizan por los piratas para distribuir productos fraudulententos que imitan a la perfección envases y etiquetados auténticos, haciendo más difícil su identificación. “Siempre hay que comprar en sitios oficiales o de confianza, evitar webs con poca información o en idiomas sospechosos, y desconfiar de las gangas”, remarca Guiu.

Desde Andema subrayan que el esfuerzo debe ir más allá del control policial. El objetivo es el de generar una conciencia colectiva desfavorable hacia las falisficaciones, sobre todo entre quienes compran estos productos sabiendo que no son auténticos. ”Si no hay demanda, no hay oferta”, señala el director de la asociación.

Indicaciones geográficas

Una de las principales herramientas de defensa para los consumidores son las indicaciones geográficas (IG), como la denominación de origen protegida (DOP), las indicaciones geográficas protegidas (IGP) y las especialidades tradicionales garantizadas (ETG). Todas estas indicaciones garantizan la autenticidad del producto y su origen. En la actualidad, la UE cuenta con más de 3.600 productos registrados bajo este sistema, desde vinos y quesos hasta aceites o carnes tradicionales.

Francia, Italia y Alemania lideran tanto la producción como el consumo de productos con indicaciones geográficas, y sólo Francia representa casi el 32 % de las ventas de productos con IG de la UE. El vino constituye el 54 % del consumo total de IG de la UE, lo que lo hace especialmente vulnerable a la falsificación. Otros productos muy afectados por las falsificaciones son el aceite de oliva, la cerveza, la carne, el queso y los productos lácteos.

Para evitar fraudes y, lo que es más grave, un posible problema de salud, el consumidor debe cerciorarse de que los productos alimentarios incluyen los correspondientes logotipos de certificación o etiquetas oficiales que acreditan su legitimidad. Asimismo, es importante examinar el embalaje y el producto en sí, ya que las falsificaciones suelen presentar defectos y errores ortográficos. El uso de herramientas de autenticación, como códigos QR y hologramas, también puede ayudar a comprobar la autenticidad de un producto

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