Mercados financieros y pyme española, una oportunidad
La salida a bolsa mejora enormemente la transparencia y el gobierno corporativo de las empresas, una de las grandes cuentas pendientes de la pequeña y mediana empresa
Recientemente comentaba con un amigo la transformación del sistema financiero español en el que se ha pasado de 57 a apenas nueve entidades financieras desde el año 2009 hasta hoy, y la necesidad de desarrollo de los mercados de capitales para dar respuesta a las necesidades de financiación de las pequeñas y medianas empresas españolas. Estábamos de acuerdo en que el desarrollo de los mercados de capitales en España es una cuestión de urgente necesidad: de acuerdo con un estudio de Deutsche Bank Research citado por Uncommon Finance, la financiación bancaria de las empresas en Europa supone un 80% del total, mientras que en Estados Unidos es solo del 19%. Parece evidente el por qué Europa se está quedando atrás: el capital no fluye como debería.
Utilizando un símil bastante ingenioso y acertado a la vez, esta persona me dijo que “la pyme española sigue viendo la salida a cotización como si estuviésemos en 1998 y salir a bolsa fuese como tener un móvil Nokia 8210, que solo sirve para llamar, o sea, salir a bolsa solo sirve para captar capital. Salir a cotizar en 2025 es como un tener un IPhone 16, hay mil ventajas y mil opciones”. No le falta razón.
La sequía de salidas a bolsa en España en los últimos años tiene un origen probablemente mucho más complejo y estructural que no es objeto de análisis en este artículo (complejidad regulatoria, escaso interés de los grandes inversores por la renta variable española, pocas compañías de la nueva economía etc.). Pero, en líneas generales, los mercados de capitales son grandes desconocidos para el empresario español medio.
Salir a cotizar tiene muchas más ventajas que las puramente financieras, especialmente para una empresa mediana (aquellas que facturan entre 10 y 200 millones de euros). La salida a cotización obliga a una profesionalización total y, en muchos casos, acelerada, de la compañía, lo cual a veces resulta muy complicado por resistencias internas, muchas veces de índole familiar. Se mejora enormemente la transparencia y el gobierno corporativo de las empresas, una de las grandes cuentas pendientes de la pyme española, y que resulta un gran impedimento para la expansión a otros mercados.
Otra ventaja, por ejemplo, es a nivel marketing e imagen de marca; hace poco un empresario, cuyo negocio principal está en Latinoamérica, me contaba que el prestigio de que su empresa esté cotizada en una bolsa europea, aunque sea menor, es enorme en esos países, y es la mejor carta de presentación para su negocio en nuevos mercados. Otra ventaja importante es la ayuda a la captación y retención del talento, la gran batalla de la pyme hoy en día, ya que una empresa cotizada puede retribuir a sus empleados y directivos con acciones. Otra importante es la facilidad para el crecimiento inorgánico, ya que se pueden adquirir compañías, total o parcialmente, con intercambio de acciones sin necesidad de efectivo, lo cual es fantástico para la tesorería y para la financiación de la empresa.
Y otra gran ventaja, sin duda, es la planificación en la sucesión de la empresa familiar: se obliga a una profesionalización de la compañía en todos los sentidos (financiero, jurídico, etc.) lo cual hace que la compañía se libere de disputas familiares y de socios. Y se puede salir a cotizar manteniendo totalmente el control de la compañía, ya que el capital que sale a la venta es el que decidan los socios.
Es, por lo tanto, urgente y muy necesario dar un impulso a los mercados financieros españoles para ampliar su profundidad y tamaño, y con ello atraer a nuevos inversores internacionales. El tejido pyme español es potente, pero para dar el salto a grandes empresas necesitan capital. El flujo de capital hacia la Bolsa española en 2024 ha sido de 9.316 millones de euros, nada menos que el doble que en 2023. La oportunidad está ahí, solo hay que abrir la puerta.