Crear un despacho de cero, el reto de marcar la diferencia
Esta a veces radica en la propia especialización, en la forma de prestar el servicio, organizar el despacho o presentarte al mercado
Abogados cuyas expectativas no pasan por llegar a ser socios de una gran firma, contar con un fuerte espíritu emprendedor, tener una especialización muy concreta en relación con determinada materia de especialización o sector de actividad o, simplemente, la necesidad de sobrevivir en un mercado laboral cada vez más competitivo, especialmente si hablamos del sector legal, son algunas de las causas que han llevado a un nutrido número de abogados a plantearse montar sus propios despachos.
En este sentido, cabe diferenciar entre el abogado que actúa en nombre propio, bajo su propia marca personal, que, en muchos casos, está obligado a asumir asuntos de distinta naturaleza para poder llegar a fin de mes, asumiendo unos honorarios muy ajustados para poder captar clientes, sin medir si quiera mínimamente la rentabilidad o productividad de su trabajo. Y, por otro lado, aquellos abogados que, habiendo desarrollado parte de su carrera profesional en uno o varios despachos, han llegado a la conclusión de montar su propia firma, solos o a través de un proyecto compartido con otros compañeros.
Las casuísticas son muy diversas, y muchas veces responden a momentos vitales y situaciones que llevan al abogado a plantearse su futuro profesional lejos de grandes organizaciones y fuertes marcas, huyendo de la presión que sobre ellos ejercen los imperativos del producir, facturar, imputar, ganar asuntos y, en definitiva, hipotecar gran parte de sus vidas, volcándose con el cumplimiento de unos objetivos que, en ocasiones, no comparten.
Por otro lado, una dilatada tradición de abogados en el seno de una familia puede dar pie a la necesidad de un relevo generacional en el despacho, momento en el que el abogado ha de plantearse tomar las riendas del negocio. También he tenido la oportunidad de compartir en primera persona la situación en la que un abogado miembro de un gran despacho, en el que se encontraba muy a gusto, y donde tenía una gran proyección, decide dar el gran salto y poner en práctica todo lo aprendido durante años, arriesgándose a cambiar su situación de asalariado por la de Juan Palomo, donde él se lo ha de guisar si se lo quiere comer.
No todos los nuevos proyectos de despachos de abogados llegan a buen puerto, desgraciadamente, y en ocasiones son más las ganas y motivación que la certeza de contar con unos cimientos lo suficientemente sólidos como para mantenerse y crecer como firma pujante en el competido sector legal.
Por suerte, hay abogados, cada vez más, que tienen clarísimo su modelo de negocio, su forma de entender y ejercer el derecho, y una serie de valores irrenunciables que les hacen imprimir un carácter y estilo propio a sus nuevos despachos, dotándoles de una serie de ventajas competitivas y diferenciales sobre su competencia, lo que, sin duda, supone un gran punto de partida y la base para poder desarrollar una marca con visión, propósito y objetivos claros.
Creo fervientemente que es ahí donde radica la clave del éxito de un nuevo despacho. Por supuesto que se presupone una excelente calidad técnica, se recomienda una fuerte especialización, se antoja imprescindible un colchón económico y suficientes recursos para poder llevar a cabo el proyecto y resulta vital contar con ayuda, interna o externa, para poder profesionalizar las principales parcelas empresariales: la financiera, la comercial, los recursos humanos y la de organización del servicio, pero sin propósito, valores reales y un estilo propio que pueda llegar a marcar la diferencia, el camino será mucho más difícil y plagado de despachos competidores y abogados pensando y haciendo lo mismo.
Como dijeron Nordström y Ridderstale, consultores expertos en management: “Existen demasiadas empresas similares que emplean gente similar, con una formación académica similar, que trabajan en roles similares y suelen generar ideas similares”. De ahí que la diferenciación sea la clave.
En estos últimos años he tenido la gran suerte de participar activamente en el lanzamiento de numerosos despachos, nuevas marcas que intentan hacerse un hueco en el mercado, algunas con mayor número de recursos, otras con los justos, firmas boutiques con una gran especialización en derecho concursal, derecho de aguas o derecho fiscal de grandes operaciones, por poner algunos ejemplos. Se trata de proyectos basados en tecnología puntera, estructuras más clásicas e, incluso algunos proyectos cuyos fundadores, insultantemente jóvenes, dicho sea de paso, basan la venta de sus servicios a través de las redes sociales. Todos ellos tenían un denominador común: tenían algo propio, una identidad y estilo que les hacía diferentes. Algunos lo tenían muy claro y otros lo vieron más tarde, pero finalmente todos dieron con ello. Su diferencia les hacía únicos, sus valores, propósito y visión del negocio les hacían capaces.
A veces la diferencia radica en la propia especialización, otras en la forma de prestar el servicio, organizar el despacho o presentarte al mercado, pero ahí está siempre. ¿Crear un despacho de cero? A por ello, por supuesto, pero teniendo muy claras las bases, la estrategia y visión de futuro, aprovechando la gran oportunidad que tenemos de ser diferentes.
David Muro Fernández de Arróyave, socio en Diferencia Legal