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En colaboración conLa Ley
Inmobiliario
Tribuna
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Y el inmobiliario, ¿qué quiere ser de mayor?

Debe seguir creciendo, cambiando y adaptándose a nuevas fórmulas, ya sea el metaverso o cualquier otro mundo virtual

Este año he tenido la suerte de participar en Simapro (uno de los mayores eventos del sector inmobiliario)  junto con el resto de mis compañeros de despacho. Siempre había vivido el Sima desde la barrera, pero este año he tenido la suerte de ser parte de él. Echando la vista atrás recuerdo todo lo vivido, todas las conferencias en las que he participado, las visitas y charlas y, sobre todo, lo aprendido de la gente que asistió. De aquellos días, nació una pregunta en mi interior. Como si de un niño se tratase, ¿el inmobiliario qué quiere ser de mayor?

A veces, las preguntas más simples son las que tienen las respuestas más complejas ¿Qué es ser mayor? Para mí, ser mayor es aquello para lo que nos preparan toda la vida. Aquello que sueñan nuestros mayores que un día seamos. Una continua constante en el tiempo que nunca llega a ver la luz, pero que siempre está ahí. Ser mayor no es la meta, es el camino de lo que ya somos. Así, aunque el sector inmobiliario lleva años siendo uno de los referentes de nuestra economía del bienestar, siempre está en continuo crecimiento, como aquel universitario que se pone de puntillas para aparentar no ser el adolescente que fue.

Para poder dar respuesta a esta pregunta, habría que empezar viendo de dónde venimos y todo aquello que nos rodea. Al fin y al cabo, todo aquello que vivimos a diario. Pandemias, repuntes, guerras, cambio climático, inflación, crisis de abastecimiento, incluso un buque que encalló en el Canal de Suez, parando la económica mundial. Por mucho que pensemos en cómo será mañana, nada nos preparará para cómo será hoy. El sector inmobiliario, como si de un camaleón se tratase, ha sabido adaptarse constantemente. Es cierto que todos necesitamos una casa donde vivir (alquilada o en propiedad); que el ladrillo es la inversión más segura (la de nuestros padres y la de las principales mutualidades mundiales) y, que las civilizaciones nacen de grandes urbes (Roma o Grecia). La sociedad nace y crece alrededor de una casa. Viéndolo así, podríamos pensar que el inmobiliario es ya mayor, pero no es así.

Aun siendo lo mismo en esencia (alquilar, comprar y vender se lleva haciendo desde hace siglos) algo ha cambiado en el sector inmobiliario; perdón, en el sector del real estate. Ya no hablamos de propietarios o caseros, ahora hablamos de fondos, tenedores o Socimis (Sociedades Anónimas Cotizadas de Inversión Inmobiliaria). Ya no hablamos de viviendas compartidas, ahora son coliving o coworking. Ya no alquilamos apartamentos de vacaciones, ahora alquilamos una vivienda turística o de corta estancia. Ya no son viviendas o casas, ahora son loft. Y, aunque pareciera ser mentira, todo lo anterior ya está anticuado, de modé. Nuevas fórmulas van surgiendo, como el pantalón pitillo que dejó atrás a la pata de elefante. Hoy hablamos del metaverso como si fuera lo más común.

Así es, hoy vivimos en dos realidades, la nuestra y la del metaverso. Por hacer una breve introducción, el metaverso es una realidad paralela en la que, a través de tu avatar (tu yo mejorado de esta realidad) puedes vivir, relacionarte con tus amigos avatares e irte de compras o a un concierto de música. Todo ello a través del uso de la tecnología en ebullición de las gafas de realidad virtual (como si de la llave de nuestra casa se tratase).

Si no teníamos suficiente con comprarnos nuestra casa (con el esfuerzo que ello conlleva y más de una ayuda) ahora también la compramos en el metaverso. Las grandes promotoras ya están metaconstruyendo, ya existen metapromociones. La posibilidad de comprar nuestra casa, elegir nuestro colegio o, como hizo un amigo, construir las escaleras del Ayuntamiento de Philadelphia (Rocky) es una realidad, perdón, una realidad virtual.

La pregunta que me hago es ¿y cómo invierto? ¿Cómo compro mi casa? ¿Con moneda de curso legal (euros o dólares) o con moneda virtual (al ejemplo de los bitcoins)? Fácil. Se compra con moneda virtual, bueno, más bien con moneda real que con la que compraste la modela virtual (por mucho que el mundo cambie, el dinero siempre será dinero). Y, una vez que he comprado mi casa o la casa en la plaza (Malibú) que no puedo comprar hoy en Torremolinos, ¿qué hago si la quiero vender? ¿Hay intermediarios en el metaverso que me busquen un comprador? ¿Y si necesito financiación? ¿El banco me daría una metahipoteca? Aunque claro, si no pago la metahipoteca, ¿me pueden metadesahuciar? Creo que son muchas preguntas que, aunque parezcan de ficción, son cuanto menos a plantear para evitar muchos problemas futuros. La realidad virtual no puede ir más rápido que la seguridad jurídica y real.

A veces, cuando queremos ser mayores o aparentarlo, hacemos cosas que nuestros mayores no entienden. El inmobiliario debe seguir creciendo, cambiando y adaptándose como siempre ha hecho, incluso probando nuevas fórmulas (metaverso o, cualquier otro metamundo virtual), pero sin olvidarse de su raíz, de su esencia. El sector inmobiliario es del que nace la sociedad y su fortaleza será suya. Puede que el inmobiliario 3.0 deba tener participación virtual y ser metamaravillosa, pero también debe buscar alternativas para llegar a todas las personas y poblaciones. Por ejemplo, para la vivienda en propiedad buscar el uso de materiales más baratos y más resistentes; el crecimiento y uso de las viviendas prefabricadas que permitan edificaciones más rápidas y limpias; la apertura de nuevos recursos de financiación por inversiones bancarias y privadas (opciones de compra); una red de infraestructuras que nos conecte y permita evitar la concentración poblacional para volver a las poblaciones más vacías; entre otros. Y, para el sector del arrendamiento, una mayor seguridad legal y jurídica, profesionalizando el arrendamiento y su gestión, con propietarios que inviertan en sus edificios, ajustando las rentas a un mercado seguro y estable.

En este paseo puede que no haya dado con la respuesta a la pregunta planteada, pero sí sé cómo quiero que sea hoy el inmobiliario: el motor de la economía, que sigue haciendo cumplir el sueño de toda persona a formar un hogar. El inmobiliario no crece solo, crece con nosotros.

Iñigo de Loyola Sánchez del Campo Basagoiti, socio de Thomás de Carranza Abogados

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