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En colaboración conLa Ley

Opositores fallidos, caballos ganadores en los bufetes

Su capacidad de estudio y nivel de conocimientos son valores que tienen en cuenta los empleadores

Imagen de una empresaria con un archivo en una sala de reuniones. Getty Images
Imagen de una empresaria con un archivo en una sala de reuniones. Getty Images

Dicen que el verdadero fracaso es aquel del que no se aprende. Por eso, tan importante es luchar por un objetivo como saber retirarse a tiempo. En España más de 4.000 personas se presentaron a las pruebas de acceso a la carrera judicial y fiscal para conseguir una de las 300 plazas convocadas en 2020, según se desprende de la relación de admitidos y excluidos publicada en el BOE. Una lista que deja sin posibilidades a más de 3.700 aspirantes a formar parte del Poder Judicial. Con jornadas de estudio cercanas a las ocho horas diarias de lunes a sábado, sin vacaciones en Navidad, Semana Santa o verano y con poca o ninguna experiencia profesional previa, las oposiciones se convierten en una apuesta por el todo o nada.

Sin embargo, hay salidas profesionales para quienes no logran ejercer estas meritorias profesiones que pueden convertir a los opositores fallidos en caballos ganadores. Tras años de actividad memorística, muchos defienden con éxito los intereses de los justiciables ante los tribunales o fuera de ellos como asesores jurídicos. Porque la oposición, además de servir para conocer al dedillo el ordenamiento jurídico, prepara para hablar en público, desarrollar ideas y conceptos, además de entrenar la inteligencia emocional.

Así lo explica Elena Ordúñez, responsable del Área de Propiedad Intelectual y Derecho Audiovisual de la firma de abogados PONS IP. Tras opositar durante “varios años” a judicatura, encontró su camino profesional en la abogacía. “Soy producto de una oposición, de lo que aprendí a nivel profesional y personal y me ha ido bien”, explica. No en vano, acaba de acompañar legalmente a Santiago Segura en su última película.

Esfuerzo titánico

Pero como les suele pasar a muchos aspirantes mientras preparan las pruebas, no siempre vio el horizonte profesional despejado. Porque el candidato “es alguien muy débil cuando oposita, aunque después se convierte en una persona fuerte”, apunta. La incertidumbre, los nervios, el estrés, el aislamiento social o la falta de retribución son factores con los que tienen que lidiar a diario sin ninguna garantía de obtener plaza.

El esfuerzo que realizan es titánico. A modo de ejemplo, la convocatoria de 2020 a las carreras judicial y fiscal consta de tres ejercicios teóricos de carácter eliminatorio. El primero consiste en un cuestionario de cien preguntas, con cuatro respuestas alternativas de las que solo una es correcta. El segundo y el tercero se realizan en audiencia pública y se basan en la exposición oral ante el tribunal de cinco lecciones extraídas de distintas materias del programa, que está formado por más de 300 temas de Derecho Constitucional, Civil, Penal, Procesal Civil, Procesal Penal, Mercantil, Administrativo y Laboral.

“La oposición es muy traicionera porque como vayas aprobando ejercicios puedes llegar a sentir que la tienes cerca, pero te puedes caer en la siguiente prueba”, explica Ordúñez. Así, muchas personas invierten años de su vida estudiando para alcanzar una meta que puede no llegar nunca. Por eso, también “hay que ser muy inteligente para saber cuándo dejarla y que no te queme” a nivel psicológico, señala. En concreto, el tiempo medio para aprobar estas oposiciones es de cuatro años y cuatro meses, según un análisis realizado por este medio en 2020 con base en fuentes oficiales. Suele ser a partir de entonces “cuando empieza el problema” porque las fuerzas flaquean.

Superar el golpe

Christine Weimann, responsable del departamento de Marcas de ABG Intellectual Property, supo recomponerse a tiempo. Estuvo estudiando dos años y medio para ser letrada de la Oficina Española de Patentes y Marcas. Cuando empezó a preparar la oposición había cuatro plazas a cubrir, pero cuando se presentó solo se había convocado una y se quedó a las puertas. “Esa fue la última convocatoria para la rama jurídica en bastantes años, por lo que seguir ya no era una opción”, señala.

Superado el golpe emocional inicial, Weimann aprovechó todos los conocimientos adquiridos gracias a la oposición para fundar el área legal que dirige en el despacho. En la actualidad “tenemos una amplia cartera de clientes y contamos con una excelente reputación reconocida en rankings internacionales especializados”, comenta. Además, desde 2015 ella ha sido incluida en el listado de especialistas realizado por World Trademark Review, un prestigioso directorio de reputación internacional especializado en marcas.

Por eso, la abogada explica que hay futuro más allá de la frustración que supone no conseguir una de las plazas en liza. “Todo el estudio, la preparación y la experiencia de enfrentarse al tribunal no ha caído en saco roto. Se adquieren unos conocimientos que van a servir para desempeñar una profesión relacionada con el ámbito de la oposición con mayor agilidad. Además, el tesón y la capacidad de esfuerzo son valores que se tienen en cuenta por los empleadores”, destaca.

Nunca es tarde

Precisamente, los juristas que han intentado aprobar una oposición son valorados por muchos despachos de abogados y empresas. Marta Zarco es una de esas letradas. Premio Extraordinario de Fin de Carrera y al mejor expediente por la Universidad Carlos III de Madrid, estuvo opositando al cuerpo de gestión procesal y administrativa al mismo tiempo que preparaba el Máster de Acceso a la Abogacía en la Universidad Francisco de Vitoria. Tras un año y medio combinando ambos estudios, encontró trabajo en un despacho antes de acabar el posgrado, por lo que decidió “probar suerte para ver si le gustaba” el ejercicio profesional.

Y así fue. Especializada en Derecho Procesal Civil y Mercantil, explica que las firmas “valoran a los opositores porque son personas con un nivel de sacrificio y de entrega bastante grande”. Aunque muchos carecen de práctica en la defensa de asuntos, tienen los conceptos jurídicos “estructurados y ordenados” en la cabeza, por lo que pueden “interrelacionar las cosas de una forma que posiblemente le llevaría mucho más tiempo” a un recién colegiado o a un abogado con pocos años de experiencia.

“Nunca es tarde para nada. En el momento en el que te planteas que lo que estás haciendo ya no te hace feliz, debes cambiar”, dice Marta Zarco. Y es que, aunque a veces cueste verla, “siempre hay luz al final del túnel”.

Camino inverso

Aarón Quintana ha recorrido el camino inverso. Tras ejercer durante casi cuatro años como abogado en diferentes despachos, a finales de 2017 decidió hacer un alto para preparar la oposición al Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado, que se encarga de la ordenación de los procedimientos administrativos. Entre los motivos que lo empujaron a estudiar destaca las “precarias condiciones laborales” de ciertos bufetes.

 

“Estaba ganando 15 mil euros al año como falso autónomo con una jornada diaria de nueve horas”, señala. Sin poderse independizar debido al alto precio del alquiler en Madrid ni conciliar vida profesional y personal, se encerró en su habitación a preparar los cerca de 68 temas que forman el temario. De este periodo destaca “el nivel de esfuerzo” que supone sacar adelante las pruebas.

 

Aunque reconoce que no se va a hacer “rico” con su oposición, sí le va a dar “estabilidad” laboral, “horarios fijos” y un salario acorde con su nivel de formación. En el peor de los casos, volvería a ejercer como abogado, pero ahora con un conocimiento mucho más profundo del ordenamiento jurídico. Estaría, por tanto, en mejores condiciones para buscarse la vida en despachos capaces de atraer y retener el talento.

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