Santiago Íñiguez (IE University) “Un jefe que está habitualmente iracundo es insoportable”
El presidente ejecutivo de la institución educativa se basa en la ‘Divina comedia’ para escribir una guía sobre cómo superar los pecados capitales que frenan a los profesionales


Santiago Íñiguez (Madrid, 63 años) leyó por primera vez la Divina comedia “a los 13 o 14 años” y la parte que más le atrajo fue el purgatorio, mientras que el cielo le aburrió “bastante porque no se veían cosas tan relacionadas con la vida de los humanos”. Ahora, el presidente ejecutivo de IE University ha decidido escribir un libro, Dante in the workplace (Palgrave Macmillan), en el que la obra de Alighieri funciona como guía para superar los pecados capitales que frenan a los profesionales y desarrollar las virtudes que les hacen crecer.
Pregunta: En su libro elige el purgatorio porque hay esperanza, ¿para ser empresario hace falta ser optimista?
Respuesta: A mí me parece fundamental. Es crucial entender que los emprendedores, como muchas veces se dice, son personas que fallan en serie. Hace falta comprender que siempre, como decía Kipling, los éxitos y los fracasos son impostores. Que hay mucho trabajo detrás de cualquier tipo de logro sostenible.
P: ¿Cuál cree que es la principal debilidad que afecta a los líderes a la hora de gestionar equipos?
R: A mí me parece que un pecado que ciega a los líderes, especialmente cuando alcanzan el poder, y tenemos ejemplos en el mundo de la empresa y en la política, es la arrogancia, la soberbia, el exceso de orgullo, la falta de humildad. En el libro comento que el que más cuesta reconocer, no sé si será el peor, es la envidia. Y se da, sobre todo, desgraciadamente con la edad, porque con los años muchos directivos se dan cuenta de que a lo mejor no han tenido los logros que querían. Y existe una cierta envidia de las generaciones jóvenes.
P: ¿La mayor perturbación entre miembros de un equipo es la envidia?
R: En el libro distingo entre lo que es la envidia que se da cuando hay algún trepa y cuando hay alguien con un alto rendimiento. Porque a veces existen personas que son más inteligentes, que trabajan más, dedican más tiempo, y son más brillantes en las reuniones. Entonces, en general, existe esa actitud un poco colectiva de intentar bajar al que tiene un desempeño alto. La envidia que generan este tipo de personas a veces es más común aquí, en las culturas latinas que en otras como la angloamericana.
P: ¿A los poderosos les sigue costando pedir perdón? ¿Se sigue viendo como un signo de debilidad?
R: Completamente, pero no solamente en el mundo público de la política, que sin duda, también en el mundo empresarial. Hablo de la necesidad de pedir perdón, pero también en el mundo de las parejas. Todos cometemos errores, cometemos faltas, a veces no intencionadas y hay que decir lo siento muchas veces al día. No me parece que pedir perdón reste crédito, poder o estatus al que lo hace. Es muy necesario hacerlo.
P: Habla en el libro del peligro de creerse superior por la educación recibida o la clase social a la que se pertenece. ¿Es uno de los riesgos que corren los alumnos de IE University?
R: Se ha criticado muchas veces a las escuelas de negocios, por producir gente con ese espíritu de élite, de pertenencia. Nosotros intentamos combatir ese espíritu desde el primer momento. En otras universidades se enfatiza mucho ese sentido de pertenecer a una élite, una narrativa que nosotros no la hemos trasladado. Lo cual no quiere decir que no esté instalada en la sociedad. Sería muy difícil convencer a cualquier padre que sus hijos no tienen la capacidad o el derecho de pertenecer a esa élite, si tuvieran los medios y los méritos, sobre todo. Creo que es muy difícil combatir esa selección casi natural que se produce en la sociedad. Dicho esto, lo que también estoy convencido es que tienen que existir los mecanismos sociales para hacer que la escalera social funcione, y uno de ellos es la educación. Nosotros, por ejemplo, ponemos especial énfasis en que haya una diversidad geográfica, pero también una diversidad social. Casi el 50% de nuestros alumnos se beneficia, de alguna manera, de algún tipo de beca.
P: ¿Se están dejando atrás esos jefes que gritaban, tiraban cosas, hablaban mal? ¿Son algo del pasado?
R: Se ve mucho menos que en el pasado. El acoso o el bullying ya son conductas que están tipificadas, incluso en el Código Penal. Hay protocolos y procedimientos que hacen que ese tipo de conductas, si se dan, sean rápidamente analizadas, castigadas. Lo que sucede es que muchas veces la gente en el entorno laboral prefiere aguantar a un jefe que es un poco irascible una o dos veces. Pero yo todos los casos que conozco en el entorno, puedo hablar casi de forma anecdótica, siempre han sido casos que han saltado y que se ha aplicado el protocolo. Por lo tanto, yo creo que cada vez se dan menos. Pero alguien que exige sistemáticamente, y que puede parecer en ocasiones demasiado implacable, puede hacernos aprender mucho más que la persona que nos halaga y que en el fondo no nos dice cómo mejorar. Hay una línea muy fina, porque un jefe que está habitualmente iracundo es insoportable.
P: ¿Deben las empresas regular las relaciones sentimentales entre empleados?
R: Habría que ser mucho más natural, tolerante, en general, con las relaciones. Siempre que, lógicamente, no fueran relaciones abusivas. Pero para eso ya existen protocolos. Yo no soy tan tajante, tan puritano, como para prohibir cualquier tipo de relación en el entorno donde se trabaja. Si no son tóxicas, si no inducen a abuso, yo no las condenaría dentro de la empresa.
P: Aconseja en uno de los capítulos parar a repensar las opiniones que cada uno tiene, e incluso preguntarse por qué no se piensa lo contrario. ¿En una sociedad cada vez más polarizada esto es posible?
R: Desgraciadamente, sí que se ha polarizado y sobre todo se ha extendido un fenómeno que es los sesgos ideológicos monolíticos. En el sentido de que si yo soy de derechas, entonces soy antiabortista, estoy en contra del feminismo y además estoy en contra de la inmigración. Es decir, hay toda una etiqueta que define y está muy potenciado por las redes sociales. Porque alimentan esa polarización extrema. Cuando antes había gente que a lo mejor era de derechas, pero defendía la intervención voluntaria del embarazo. O eran ateos, pero eran de derechas.
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