El impacto del dolor crónico también llega al arte, que lo amortigua
Fundación Grünenthal y Museo Thyssen-Bornemissa plantean otro enfoque del sufrimiento. Una aflicción que afecta a la cuarta parte de la población adulta de España


Hay tantos dolores como personas que lo padecen. Es único para cada enfermo, puesto que sus umbrales son infinitos y difíciles de medir. No obstante, el impacto socioeconómico del dolor crónico (aquel que persiste o se repite en tres meses, o bien, rebasa uno tras la remisión de la causa inicial) sí puede cuantificarse y, no para bien. “Es algo que va a más, conforme aumenta la esperanza de vida. Además, lo toleramos mal porque se da por hecho que todo es medicalizable y con solución. Y luego, se complica en casos como el de los supervivientes de cáncer o los pacientes de enfermedades raras, quienes perpetúan dolencias en un 48% y un 70%, respectivamente”, comenta Concha Pérez, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital de La Princesa (Madrid).
En febrero se conoció el informe El impacto del dolor crónico en el bienestar social, de Kreab y Fundación Grünenthal, entidad sin ánimos de lucro dedicada a la formación, divulgación y apoyo a la investigación en este campo. Los datos son contundentes: el valor acumulado por sus consecuencias asciende a 10,7 billones de euros, 7,3 veces el PIB español de 2023.
Más al detalle, “la pérdida de bienestar de alguien con dolor constante e intenso equivale a un valor medio per cápita de 47.900 euros anuales”, reseña el estudio. Una monetización que parece lejos de reducirse. “La inequidad del sistema es brutal, de hecho, el 55% del total de los pacientes tratados en la unidad del dolor de La Princesa viene de otros centros. Ni una cuarta parte de los hospitales tiene una”, declara la doctora.
Sus consecuencias generan un coste acumulado de 10,7 billones de euros, según un informe
Zury Hernández Restrepo, diagnosticada de lupus eritematoso sistémico (LES), conoce bien tal dificultad para acceder desde la atención primaria (su hospital de referencia es el Clínico de Madrid). “Llevo meses con dolores insoportables, que me limitan incluso para ir a mis citas médicas. Solo me hacen resonancias que no delatan nada y cada día sigo levantándome igual de fatal que me acuesto. Es una impotencia y una vida terrible. Y no pisaré la unidad de dolor hasta dentro de año y medio”, denuncia. Sin embargo, hablamos de la primera causa de discapacidad en el mundo. “Y en España, también de absentismo laboral, sobre todo la lumbalgia”, matiza Pérez. Un panorama similar al de otros países del entorno, “aunque nosotros quizás con menos unidades específicas, pero aventajados en actividad científica”, añade.
Muestra
Conscientes del problema y con el objetivo de promover un enfoque más humano e integral al respecto, el 20 del mes pasado se presentaba Pintura y dolor, un proyecto conjunto de la Fundación Grünenthal y el Museo Nacional Thyssen-Bornemissa, que a lo largo de 13 cuadros muestra el vínculo histórico entre ambos temas. Una selección “delicada y sutil”, en palabras de María Martín, quien guía un recorrido donde caben la espiritualidad y la religión, junto a curanderos, barberos, sangradores, hasta llegar a la medicina oficial y al despegue de la ciencia en siglos posteriores, “cuando ya es distinta la concepción de la enfermedad”, comenta.
Un paseo que arranca con una obra del S. XIII y que “trata de emplear el arte como herramienta de sensibilización ante esta realidad, permitiendo al visitante entender mejor el sufrimiento ajeno”, indica Evelio Acevedo, director gerente de la pinacoteca, a su entender desde la expresión más simbólica de la Edad Media, al realismo de Renacimiento y Barroco o ya “más subjetiva en los S. XX y S.XXI, al plasmar experiencias y traumas de los mismos artistas”. Lo que se aprecia al contemplar un Goya, pues dejó trascender su propia lucha física y emocional. Igual que llaman la atención los dos retratos del barón Thyssen que, con gesto dolorido y cierto abatimiento, cierran “esta muestra que quiere ayudar a comprender y visibilizar el dolor en todas sus dimensiones”, manifiesta Ana Martins, presidenta de la Fundación Grünenthal.
La pérdida de bienestar por este motivo supone un valor medio per cápita de 47.900 euros al año
Ni la iniciativa es novedosa ni quedará aquí. El Museo ya presentó propuestas sobre la salud mental y el cáncer de mama y Molins anticipa que “al año que viene, la fundación planteará la relación del dolor con la literatura, puesto que la idea es ampliarlo a los distintos ámbitos artísticos como instrumentos que crean conciencia social”, la denominada arteterapia, que mediante las artes plásticas busca mejorar la salud de las personas. “Son prácticas muy aconsejables porque suavizan estas situaciones, por eso promovemos campañas de pensamiento positivo e incluso, tenemos un grupo de humanización formado por pacientes”, explica Concha Pérez.
Flamenco
Y si existe un arte especialmente transformador este es el flamenco, por su expresión de sentimientos y por su capacidad para romper los estigmas, sobre todo del dolor psíquico. No es casual que, coincidiendo además en el calendario, Un lugar, espacio cultural madrileño, haya elegido inaugurar la temporada con La Huella del flamenco, de Carlota Pérez Castro, “una propuesta muy especial que mezcla cante, pintura, literatura y baile. Somos afortunados de tener una manifestación artística tan nuestra y a un tiempo tan universal; sinónimo a veces de dolor, pero también de alivio. Y que, en este caso, la artista explora de un modo tan original como potente”, detalla Óscar Manrique, su fundador.
Todo es bienvenido, si ayuda a canalizar aquello que aqueja, porque, junto a las medicinas, lo artístico es un bálsamo complementario.
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