El impacto de la polarización en la economía
Las divergencias en la política pueden tener efectos significativos al moldear las expectativas de crecimiento y al influir en el comportamiento de las instituciones
La incertidumbre generada por el anuncio de todo un presidente de un gobierno al dejar en el aire su dimisión debido a considerarse víctima de una crispación cada vez mayor, añadió un punto más en la percepción de que, en España, vivimos una escalada de polarización política. Dicho esto, nuestro país no es una excepción, pues esta polarización, bien descrita en el reciente libro de Luis Miller, “Polarizados”, no es exclusiva de España, sino que se enmarca en una tendencia global observada en varios países.
Sin embargo, es llamativo que, por un lado, se produzca un claro “crescendo” en la polarización política en nuestro país y, por otro lado, y tal y como todo parece indicar, que no pocos se hayan dado cuenta en estos días de que las consecuencias de esta no pueden ser positivas. Y menos en lo concerniente a la economía.
Como he mencionado, la polarización no es exclusiva de España. Un caso destacado, y ampliamente estudiado, es el de los Estados Unidos, donde incluso se ha estrenado recientemente una película que aborda una ficticia nueva guerra civil en el país. Ya con anterioridad, el libro de Ezra Klein, “Why We Are Polarized”, planteaba una reflexión sobre esta tendencia que amenaza a las democracias modernas con el foco puesto en el país anglosajón. Los estudios realizados para la democracia norteamericana se han centrado en buena parte en el distanciamiento entre los principales partidos, exacerbado en las últimas décadas y fomentado con el objetivo de captar mejor al público por afectividad maximizando de este modo el número de votos entre su propia parroquia. Este impulso al distanciamiento se ha traducido, así, en una cada vez mayor polarización que ha arraigado entre los votantes. Es, en la mayor parte de los casos, una polarización alimentada desde arriba hacia abajo.
Pero más allá del análisis de las razones de la polarización, es evidente que crezca la preocupación sobre los potenciales efectos de esta en el desempeño económico a medio y largo plazo. Así, la hostilidad entre los diferentes campos políticos podría moldear las expectativas económicas y, por ende, influir en el comportamiento económico y en la evolución de indicadores como la actividad o el empleo.
Debemos, antes, comprender que la polarización afectiva, más que reflejar diferencias de opinión sobre las políticas gubernamentales, lo que hace es generar un sesgo partidista que influye en las percepciones sobre variables que son ajenas al control del gobierno. Por ejemplo, esto lo hemos experimentado recientemente en variables como la inflación, cuyo análisis ha dependido clara y fuertemente de las afinidades políticas. Además, este sesgo aumenta cuando existe una evidente polarización en dimensiones no económicas, siendo irrelevante incluso que los partidos tengan posturas económicas similares.
Así, por ejemplo, un estudio publicado en la serie de documentos de trabajo por el Banco de España, y realizado por Luis Guirola, analizó 134 cambios de gobierno en 27 países europeos entre 1993 y 2019 para investigar el impacto de la polarización en la percepción de la economía. Los resultados mostraban que los partidarios de izquierda y derecha, con las mismas circunstancias e información, actualizan sus expectativas económicas en direcciones completamente opuestas. Además, cuanto mayor era la polarización, mayores eran las diferencias, revelando un claro efecto endógeno. Más aún, cuando las condiciones económicas son negativas, la polarización y el sesgo partidista aumentaban.
Lo que podemos entender de estos resultados es que dicho sesgo, impulsado por la hostilidad partidista, no se debe a diferencias objetivas en circunstancias económicas individuales o creencias sobre políticas gubernamentales. Simplemente, se corresponden con posicionamientos subjetivos ante las políticas gubernamentales, provocando, evidentemente, un cambio en esas expectativas en el mismo momento que experimentamos un cambio en el gobierno. Cuando ganan los míos, mi percepción cambia en la dirección “correcta”.
Esto al respecto de las percepciones. Pero ¿dichas percepciones pueden tener un impacto económico? Si se lograra medir la polarización afectiva en términos de conflictos partidistas, es decir, cuán de enfrentados están los partidos políticos entre sí en términos de sus políticas y posturas, ¿sería posible medir su potencial efecto sobre, por ejemplo, el crecimiento económico?
Intentos ha habido, y es esto lo que precisamente hace Marina Azzimonti para los Estados Unidos, quien en 2018 publicó un trabajo analizando el efecto de la conflictividad partidista sobre algunos agregados macroeconómicos. Así, al centrarse en la inversión privada, la autora encontró una relación negativa entre la polarización y la inversión. Utilizando un índice de “polarización”, observó una disminución persistente en la inversión agregada, que habría afectado la lenta recuperación posterior a la recesión de 2007.
Ahondando en otras experiencias de investigación, merece la pena mencionar a Olivier Coibion, Yuriy Gorodnichenko y Michael Weber, que exploraron esta conexión con datos de encuestas a norteamericanos previas a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 2020. Sus hallazgos sugieren que los conflictos políticos, originalmente no relacionados con la economía, podrían extenderse a la esfera económica y afectar el comportamiento de los hogares y los debates sobre política económica. Por ejemplo, la polarización política puede resultar en políticas miope, volatilidad o recuperaciones lentas, entre otras consecuencias negativas.
Finalmente, en un estudio publicado en 2023 por Ran Duchin, Abed El Karim Farroukh, Jarrad Harford y Tarun Patella, se encontró que la polarización política podría influir en las decisiones de las empresas, más allá de las inversiones, como en el caso de fusiones y adquisiciones. Este estudio reciente encontró que la divergencia política entre las empresas adquirentes y las empresas objetivo reduce la probabilidad de una fusión y tiene consecuencias negativas para el rendimiento y el valor de la fusión.
Son así numerosos los análisis que han tratado de establecer un régimen causal entre polarización y economía. La polarización política puede tener, por lo tanto, efectos económicos significativos al moldear las expectativas económicas y al influir en el comportamiento económico. A medida que la polarización política se intensifica en muchas democracias, es crucial entender y abordar sus posibles impactos económicos. Sin embargo, como otros tantos factores que erosionan los cimientos estructurales de las economías, sus efectos no suelen ser en gran parte a corto plazo, por lo que su identificación es más compleja. No obstante, la responsabilidad debe trasladarse a quienes asumen las tareas de gobernanza a cualquier nivel y en cualquier posición, entendiendo que los incentivos que los mueven a crear tensión e incertidumbre no les beneficia a largo plazo, ni a ellos ni a quienes gobiernan.
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