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China gana al mundo occidental la carrera hacia la energía verde en África

La UE y el G7 intentan captar minerales críticos en África y acelerar la transición verde tras diez años de la nueva ruta de seda de Xi Jinping

Extracción metales Gráfico
Belén Trincado Aznar
Monique Z. Vigneault

La carrera mundial hacia la transición energética se topa con otra guerra sino-occidental. Mientras los precios del crudo suben y la Unión Europea gira hacia la transición verde, China ya monopoliza los minerales críticos para la energía renovable, con cerca de 4.000 millones en inversiones y más de 5.152 proyectos en todo el continente africano, según los datos del China Global Investment Tracker. La carrera ha empezado: varios países miembros de la Unión Europea así como Estados Unidos miran hacia la energía verde ante la amenaza del cambio climático, el jaque geopolítico al petróleo por la Guerra de Ucrania y el conflicto en Gaza que hace tambalear a la estabilidad de los precios energéticos.

La Comisión Europea prevé que la demanda por el aluminio, fundamental en la energía renovable, se disparará un 543% entre 2020 y 2050, así como el litio, cobre, cobalto y níquel. Esta demanda para 34 materias primas críticas solo aumentará mientras la eurozona se encamina hacia la transición energética.

Por ejemplo, España importó metales valorados en 1.560 millones de dólares desde países africanos en 2021, según el Observatorio de Complejidad Económica (OCE). Aunque esta cifra representa alrededor del 5% de sus importaciones netas de estas materias, se tiene que sumar el 8% de los metales procesados por refinerías en China con recursos de estos países.

África es la clave de algunos minerales críticos; el 70% de la producción global de minerales proviene de solo cuatro países: Sudáfrica, Argelia, Angola y Nigeria, todos territorios con los Pekín tiene vínculos económicos. Cabe aclarar que aunque China suministra el 100% de los elementos de las tierras raras a la Unión Europea, según la Comisión, lo logra a través de sus minas de cultivo esparcidas por todo África.

Las partes interesadas más poderosas son empresas adueñadas por el gobierno como China Railway Engineering, China National Petrol y Sinomach y otras firmas privadas en naciones africanas como Zambia, Sierra Leona y la República Democrática del Congo. En la mayoría de los casos, el negocio minero chino viene con condiciones para estos países en el Sur Global, como préstamos que han resultado en altos niveles de deuda pública.

Para empezar a asegurar este abastecimiento, las potencias occidentales han comenzado a lanzar su propia ruta de seda tras acordar con los antiguos socios de Xi. La Unión Europea, así como el G7, pactaron el pasado octubre con Zambia y la República Democrática del Congo para asegurar el suministro de estas tierras preciosas. El occidente asegurará el suministro de los minerales críticos y a cambio, ampliarán el corredor de Lobito, una vía férrea clave en el punto sur de África.

Algunos expertos como Yunnan Chen, investigadora para el think-tank británico, ODI, considera que Europa y los países occidentales han perdido la oportunidad de entrar en la cadena de suministro de minerales. “Incluso si el occidente trata de acceder a los recursos mineros, realmente el procesamiento, conocimiento y la tecnología está monopolizado dentro de China en este momento” explica Chen a CincoDías. “A Europa le va a costar mucho ponerse al día, si es que puede”.

China ya controla el 90% del procesamiento de las tierras raras, que son los minerales más difíciles de cultivar y extraer a través de un proceso de seis etapas, según un informe de Goldman Sachs.

Pekín: el cobrador mundial

La nueva ruta de la seda china, conocido como el Belt and Road Initiative o sus siglas, BRI, en inglés, es la operación económica que ha logrado este monopolio a través de 1,3 billones de dólares en préstamos, aunque esta estrategia comenzó décadas antes. La iniciativa considerada como el programa de desarrollo más grande del mundo cumplió su décimo aniversario en octubre bajo el liderazgo de Xi Jinping. 10 años después, tras una ralentización económica, la pérdida de la mitad de las reservas del dólar estadounidense y una crisis inmobiliaria, China no es la misma que antes.

Los bancos chinos no tienen el mismo apetito por el riesgo que tenían hace una década, lo que ha resultado en inversiones más comerciales y a menor escala, según Chen. “Es posible que los bancos chinos sean más duros que otros acreedores oficiales que están más dispuestos a aplicar recortes u otras formas de alivio de la deuda,” añadió. Cuando la banca china emite la condonación de préstamos, tiende a ser muy pequeña.

Pekín ya es el mayor cobrador de deudas en el mundo y ha proporcionado 331 préstamos en las últimas dos décadas. Los países prestatarios en el Sur Global deben aproximadamente 1,1 billón de dólares al gobierno de Xi y la mitad de sus préstamos ya han alcanzado la madurez, según un nuevo informe de AidData.

Angola y Kenia están entre los países más endeudados con China, según el Global Development Policy Center de la Universidad de Boston. Linda Calabrese, investigadora para ODI y el Lau China Institute de King’s College London, considera que África se ha visto beneficiada por las inversiones chinas a pesar de las enormes deudas a través de la alza en demanda, aunque destaca que hay que considerarlo caso por caso.

Los intereses del gigante asiático van más allá de África: a través del BRI, ha logrado adelantarse en la carrera mundial en 150 países, lo que representa cerca del 75% del mundo. Más allá de sus inversiones en África y también Latinoamérica, Pekín fichó a Australia en la última década para aprovechar de sus reservas de litio, un componente clave en las baterías. El país oceánico dispone del 47% de las reservas de litio en el mundo, según la AIE.

Firmas chinas lideran en el sector del litio australiano como Hanking Holdings, Yancoal, China Minmetals, ChemChina y el China Light and Power Company, aunque inversiones en este sector han desplomado en los últimos años.

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Sobre la firma

Monique Z. Vigneault
Periodista multilingüe. Interesada en geopolítica y comercio global. Cursó el Máster de Periodismo UAM-El País.
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