Del ‘overbooking’ de ministras a una firma en la intimidad
Los agentes sociales sellan hoy el V AENC sin presencia política, retomando la esencia del acto de mayor autonomía bipartita
El V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) que acaban de alcanzar los agentes sociales ha sido uno de los que más ha costado negociar a la patronal y a los sindicatos desde que se retomaron estos pactos en 2001. La brutal crisis de los precios en 2022 como telón de fondo, cuando, además, muchas empresas no se habían terminado de recuperar, hizo imposible que las partes llegaran a un acuerdo. Con la inflación a punto de superar los dos dígitos en la primavera del año pasado –cosa que hizo en verano– los sindicatos no podían ceder con la cláusula de revisión salarial (que actualizan los salarios con la inflación) Y, de igual forma, la dirección patronal jamás habría respaldado un acuerdo que incorporara dichas cláusulas. No era el momento, y las negociaciones se rompieron. Tras el verano, la inflación seguía desbocada y a eso se añadió el proceso electoral interno en la patronal CEOE, que siguió haciendo imposible el pacto.
Sin embargo, ahora sí ha sido el momento. De hecho, era ahora o nunca, con los precios aparentemente en remisión –aunque en abril volvieron a repuntar ligeramente– y los agentes sociales necesitados de unas directrices que ordenaran la negociación colectiva y, sobre todo, las subidas salariales moderadas, pero suficientes, para contribuir a que el consumo no se desplome.
Además, era ahora o nunca, porque el país está a las puertas de unos meses de desenfreno electoral en los que, lo que no se haya hecho ya, no tiene visos de poder salir adelante, salvo todo aquello que tenga forma de promesa de unos y otros.
Pero precisamente por ser un año eminentemente electoral, que terminará con unos comicios generales, se corría el riesgo que un acuerdo social justo ahora intentara rentabilizarse políticamente. Y lo más lógico es que fueran los partidos del Gobierno quienes sacaran esos réditos, porque el acuerdo se ha alcanzado bajo el paraguas de su mandato.
Por eso, y porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, llevaban meses animando públicamente –o “presionando”, según a quién se pregunte– a los interlocutores sociales a alcanzar este acuerdo, todo apuntaba a que su presencia en el acto de firma del V AENC era más que previsible. Díaz y otros tres ministros marcharon junto a los líderes sindicales hace una semana en el Primero de Mayo reclamando las subidas salariales ahora pactadas. Podía interpretarse, por tanto, que era también, en parte, un logro gubernamental.
Sin embargo, los responsables patronales, que tampoco vieron con buenos la presencia de estos ministros tras las pancartas, no han consentido, la presencia de miembros del Gobierno, ni de la política, en este acto que se celebrará mañana en el Círculo de Bellas Artes. “Nadie (del ámbito político) puede atribuirse este pacto”, dijo el líder patronal en una entrevista publicada ayer en este periódico. Y es que lo habitual es que en los actos de esta firma no hubiera representantes políticos, pero en el IV AENC eso cambió en 2018.
Es cierto que las firmas de los tres primeros AENC se hicieron en petit comité, sin presencia política, ante los medios de comunicación y solo con los máximos dirigentes y los números dos –que solían pilotar las negociaciones– de las organizaciones sindicales y patronales. De hecho, la sede del organismo que aúna a los empresarios y a las centrales sindicales por excelencia, el Consejo Económico y Social (CES) –que ha vivido mejores tiempos que el actual en términos de influencia– solía ser el escenario de la firma de estos pactos. Y lo fue también del último AENC, el 5 de julio de 2018.
Sin embargo, en aquella ocasión cambiaron las tornas y la representación política irrumpió en este acto y lo hizo por la puerta grande, con overbooking de ministras de Trabajo y Seguridad Social: una, Magdalena Valerio, del recién estrenado Gobierno socialista, que había llegado al poder tras una moción de censura a Mariano Rajoy; y otra, Fátima Báñez, que acababa de dejar el cargo apenas unos días antes. Los ministros habían dejado de serlo inesperadamente y Báñez que había sido la primera mujer al frente de Empleo y Seguridad Social y la persona que más años había ocupado ese cargo (6 años y medio) quiso aprovechar este emblemático acto, el de mayor autonomía bipartita de todos, para hacer un elegante traspaso a su sucesora de uno de los bienes más preciados de la sociedad española: el diálogo social.
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