La hegemonía del dólar resiste el intento del euro y el yuan de ganar peso en el mercado financiero

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, abogó en su visita a China por la autonomía europea frente a la utilización del dólar como arma económica, aunque mantiene el trono internacional

Belén Trincado Aznar

El color del dinero no es el amarillo del oro, sino el verde del dólar. Los billetes estadounidenses son hegemónicos frente a otras divisas: está involucrado en casi el 90% de las transacciones a nivel mundial y representa casi el 60% de las reservas de divisas de los bancos centrales, aunque llegó a situarse en torno al 70% en 1999, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, los otros contendientes de la arena global, el euro (en torno al 20% de las reservas de divisas) y el incipiente yuan o renminbi chino (2,7%) buscan ser la alternativa al dominio indiscutido del dólar.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha dejado tras su paso por China la semana pasada grandes declaraciones de intenciones. Además de su distanciamiento de la postura Occidental sobre la isla de Taiwán, atacó el poder del dólar en una entrevista con POLITICO. Macron se mostró en contra de la utilización de la moneda estadounidense como un arma para restringir los negocios del continente europeo con los rivales de Washington, como Irán o la propia China, y abogó por la autonomía estratégica europea.

Aunque la cuota del comercio mundial que ocupa EE UU es tan solo del 10%, cerca del 40% del comercio de bienes se realiza en dólares, según las estimaciones del Banco Central Europeo (BCE). Además, los pagos de deuda pública, las transacciones en los mercados de capitales y las cotizaciones de las principales materias primas, como el petróleo, también se realizan en moneda americana, sea dentro o fuera de las fronteras estadounidenses.

La seguridad convierte al dólar en la moneda por antonomasia, indica la propia Reserva Federal. Es una moneda depósito, que puede guardarse y recuperarse en el futuro sin una pérdida significativa de poder adquisitivo. Además, está respaldada por la fortaleza de la economía estadounidense y de sus instituciones, lo que lo convierte en una moneda muy líquida y en la lengua franca de las transacciones internacionales, expone la Fed.

Aspirantes y competidores: euros, yuanes y criptos

Por el contrario, el euro no ofrece esas garantías de seguridad, como destaca la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos: “Aunque los gobiernos de la eurozona son grandes prestatarios, no existe ningún activo ‘seguro’ respaldado por el Estado. La deuda pública griega y alemana estén denominadas en euros, pero no tienen ni el mismo riesgo ni la misma comerciabilidad”.

Además, también hay una cuestión de costumbre, como asegura María Jesús Valdemoro, lecturer de IESE Business: “Sustituir el dólar implica un cambio de sistema que sería difícil por sí solo. Incluso aunque hubiera uno teóricamente mejor, los costes de la transición serían muy elevados”, y afirma que sería como cambiar del sistema métrico decimal al sistema imperial.

El otro aspirante, además del euro, es el yuan o renminbi chino. A medida que China ha aumentado su influencia en el mercado global desde la década de los años 1990, Pekín también ha extendido sus tentáculos en el mercado de divisas. Sin embargo, el Servicio de Investigación del Congreso de los Estados Unidos advierte en una publicación de que el rol del yuan es “marginal” por la “cautela del propio gobierno a la hora de liberalizar la cuenta de capital china, así como por la preocupación de los inversores ante los posibles riesgos asociados a la falta de transparencia y previsibilidad del papel del gobierno en el mercado”.

“Para que el yuan fuese una alternativa plausible, tendrían que darse bastantes cambios previamente”, matiza Valdemoro. “No solo China debería seguir creciendo para convertirse en una potencia claramente mayor que EE UU. Necesitaría también un desarrollo de sus mercados financieros, que incluyese una fuerte liberalización de las inversiones en yuanes, lo que afectaría al valor de la moneda y afectaría negativamente al modelo de crecimiento chino”, sentencia.

Pero no solo los países cuestionan –sin éxito– al dólar. En los últimos años, las criptomonedas se han postulado como otros contendientes a la hora de realizar transacciones. Según una encuesta del BIS, el 90% de los bancos centrales desarrollan divisas digitales que podrían complementar al dinero real. Sin embargo, los analistas coinciden en que uno de los problemas de criptomonedas regulares, como Bitcoin, es su volatilidad y que aquellas más estables –las llamadas stablecoins tienen en muchos casos sus cotizaciones directamente asociados a la evolución del dólar y otras monedas FIAT, por lo que en última instancia dependen del dinero tradicional.

Belén Trincado Aznar

Problemas de autonomía

Las importaciones de los principales países europeos se realizan mayoritariamente en dólares, aunque el comercio intracomunitario es mayoritario en el empleo del euro como moneda de pago. España, por ejemplo, pagó el 52,5% de sus importaciones en dólares en 2020, según Eurostat. Esto implica que, en teoría, Washington tiene la sartén por el mango sobre los términos y el valor de un buen número de las transacciones españolas.

Para cualquier intercambio en dólares entre, por ejemplo, España y Arabia Saudí, el dinero tiene que pasar necesariamente por jurisdicción estadounidense a través de bancos corresponsales en suelo americano. Estas instituciones están autorizadas a prestar servicios a otro banco o institución financiera de un país extranjero, sobre todo en relación con operaciones de cambio de divisa. Al transitar EE UU, el dinero debe de cumplir la jurisdicción y las leyes estadounidenses, por lo tanto, si la legislación de Washington impone sanciones a rivales como Cuba, Venezuela o Irán, los terceros países tendrán muy difícil comerciar con ellos en la moneda vehicular.

Cuando Estados Unidos abandonó en 2018 el Plan de Acción Integral Conjunto, que ponía unas limitaciones estrictas a la actividad nuclear iraní a cambio de la apertura internacional del país, se reinstauraron las sanciones de Washington a Teherán. De la noche a la mañana, los gobiernos y empresas europeas se encontraron con una gran cantidad de restricciones para adquirir productos y servicios iraníes y viceversa.

Para sortear a Washington en el comercio con Irán, los principales países de la UE junto a Reino Unido crearon el Instrumento de apoyo a los intercambios comerciales (INSTEX, por sus siglas en inglés), cuya función era la de generar un sistema de intercambios separado del global. Antes de la guerra, en 2019, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Ryabkov, aseguró que Rusia buscaría la “plena participación” en el mecanismo, según recogía la agencia rusa Tass.

La iniciativa, no obstante, ha sido fallida. Desde el pasado marzo la institución se encuentra en liquidación. Los motivos que arguyen los países fundadores, Francia, Alemania y Reino Unido, es que Irán “por razones políticas, ha impedido sistemáticamente que INSTEX cumpla su mandato”, por el cual entre su creación y disolución tan solo se hizo un intercambio comercial en el año 2020. Sin embargo, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, reconoció el año pasado que “la salida de los Estados Unidos redujo drásticamente los beneficios económicos que Irán esperaba, razón por la cual el acuerdo nunca pudo desarrollar todo su potencial”.

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