Por qué EE UU deja de lado el dólar digital mientras China y Europa trabajan en sus divisas oficiales electrónicas
Pese a la apuesta de Trump por los criptoactivos, el partido republicano ha impulsado dos anteproyectos de ley en contra de su creación ante los supuestos riesgos de intrusión de la administración en la esfera privada
Mientras que Europa sigue avanzando con paso lento pero —al menos aparentemente— firme hacia la creación de una nueva forma de dinero llamada euro digital, al otro lado del Atlántico, la Reserva Federal estadounidense guarda un escrupuloso silencio sobre hacer lo propio con el dólar. Y las perspectivas de que un proyecto así pueda cristalizar están aún más lejos tras la elección de Donald Trump como presidente y el control republicano de las cámaras legislativas.
El anuncio de la stablecoin libra por parte de Facebook en 2019 fue el pistoletazo de salida a los esfuerzos de bancos centrales de todas partes del mundo para proyectar monedas digitales oficiales y, por tanto, emitidas por ellos mismos (CBDC en la jerga, siglas de central bank digital currency). La Reserva Federal no fue una excepción. Poco tiempo después del anuncio de ese proyecto privado, que al final quedó en nada precisamente debido sobre todo a la frontal oposición de la Fed, en el interior del Eccles Federal Reserve Board Building empezaron a trabajar en los primeros análisis y estudios sobre un dólar digital. Unos esfuerzos que no tardaron demasiado en chocar con el polarizado clima político estadounidense. Ahora, pese a que el recién reelegido Donald Trump se ha mostrado más cercano en su campaña con los criptoactivos que durante su primer mandato, el dólar digital tiene pocas perspectivas de salir adelante. Y es que una cosa (el mostrarse amistoso con los activos digitales) no está necesariamente reñida con la otra (el impedir una CBDC estadounidense).
El primero en abrir fuego en lo que a movimientos oficiales se refiere fue Joe Biden. El todavía presidente estadounidense, a falta de que el republicano asuma el cargo en enero, firmó en 2022 una orden ejecutiva (un tipo de norma que no tiene necesidad de pasar por el Congreso estadounidense) para instar a la Reserva Federal a que desarrollara un dólar digital. Según Funcas, la principal razón fue el temor a quedar atrás en vista de los esfuerzos que estaba haciendo China con su propio yuan digital. Los republicanos, aprovechando los potenciales réditos de oponerse a un movimiento así, argumentaron que la creación de una versión electrónica del billete verde sería un arma de control masiva por parte del Gobierno y anunciaron su frontal oposición.
En 2023, los republicanos iniciaron la tramitación de dos proyectos de ley distintos con la misión de torpedear al dólar digital. De un lado, la elocuentemente denominada Digital Dollar Pilot Prevention Act (ley de prevención del dólar digital), y de otro, la no menos rimbombante CBDC Anti-Surveillance State Act (ley estatal antivigilancia con CBDCs). La primera quedó encallada y no pasó de la introducción. La segunda fue aprobada por la Cámara de Representantes, entonces dominada por ellos mismos, faltándole todavía la bendición del Senado (entonces en manos demócratas) y la del presidente. Ahora, después de la oleada republicana en las elecciones del pasado 5 de noviembre, es previsible que sea una de las leyes que consiga la aprobación, impidiendo de esa forma que la Fed haga cualquier esfuerzo hacia un dólar digital, salvo que así lo decida el Congreso de EE UU.
“Yo creo que el dólar digital está en un impasse en EE UU”, dice Santiago Carbó, director de estudios financieros de Funcas. “No creo que con la llegada de Trump se vaya a reimpulsar, ya que eso significaría un cambio radical en su política. Los republicanos querían prohibirlo. Está en una encrucijada”, diagnostica con un veredicto muy parecido al que emite otra fuente del mundo financiero que ha accedido a hablar bajo condición de anonimato. “Lo que siempre ha dicho la Fed es que, en cualquier caso, la decisión de emitir un dólar digital debería salir del Congreso, del poder legislativo. Y allí lo que tenemos es ese anteproyecto de ley anti CBDC. Más allá, está esa oposición a nivel político empezando por el propio Trump, por lo que no creo que vaya a haber movimiento hacia la emisión de un dólar digital en EE UU”, zanja.
A pesar de una palpable visión más abierta hacia los criptoactivos por parte de Trump, el dólar digital lo tiene difícil. Pese a que ambas son formas de dinero electrónico, esta postura no es ni mucho menos contradictoria: “El apoyo de Trump a los criptoactivos no significa para nada un posible apoyo al dólar digital. De hecho, son dos cosas diametralmente opuestas. El dólar digital sería una moneda emitida por el Estado y las criptomonedas son divisas emitidas por actores privados muy al margen del Estado”, describe esa misma fuente.
Una oposición popular, pero todavía infundada
¿Cabe esperar que nunca exista un dólar digital? Las previsiones de los expertos para el medio y largo plazo cambian, y sí ven posible su creación con el paso del tiempo. En teoría, tanto EE UU como Europa o China tienen el mismo problema a la hora de justificar el desarrollo de una moneda digital emitida por sus bancos centrales, si bien las motivaciones profundas que podría tener cada uno en la práctica no se parecen en nada. En el caso del Viejo Continente, uno de los argumentos más esgrimidos por el Banco Central Europeo para la creación del euro digital es el cada vez menor uso del efectivo y el consiguiente, a sus ojos preocupante, abandono del dinero emitido de forma pública por el uso prácticamente en exclusiva del creado por los bancos privados (el dinero de las cuentas bancarias).
Y es que, aunque todo el sistema monetario está diseñado para que un euro depositado en una cuenta de cualquier banco privado sea idéntico al efectivo, en realidad no lo es; cuando se deposita dinero en esa cuenta, se convierte en dinero emitido por el banco en concreto que lo almacena. Ese euro entregado al banco es una promesa de pago de la entidad hacia el que lo colocó ahí. Cuando se saca dinero de esa cuenta en un cajero, vuelve a su forma de dinero emitido por el banco central. Así, por ejemplo, 10 euros depositados en una cuenta del BBVA son iguales a 10 euros depositados en una cuenta del Santander, porque en ambos casos es posible ir a un cajero y sacarlos.
Como cada banco está expuesto a sus propios riesgos, lo que el BCE teme es que, en un hipotético escenario sin efectivo fruto del desuso, se pierda la estabilidad monetaria, ya que los 10 euros emitidos por un banco privado con problemas podrían no valer lo mismo que los 10 euros de otro banco sin ellos. Esta es la razón para crear una CBDC, compartida por Washington, Pekín y Frankfurt, ya que tanto en EE UU como en China o en la Unión, el uso del efectivo, la única forma que existe hoy en día de dinero emitido por el banco central, está en retroceso.
Según las fuentes financieras, más allá de los objetivos públicamente pregonados, como es el de mantener el ancla monetaria y el control de la transmisión de las políticas a salvo, hay motivaciones profundas, y distintas en cada una de las principales áreas económicas del mundo. En el caso del euro digital, además de garantizar la estabilidad monetaria, estaría el conseguir que la red de pagos europea no dependa exclusivamente de dos empresas estadounidenses: Visa y Mastercard. En China, es una oportunidad de controlar aún más a la población, además de una forma de intentar ganar influencia en el comercio y en los pagos internacionales. En Estados Unidos, teniendo en cuenta esa ambición de Pekín, la motivación sería conservar la valiosa primacía del dólar.
Hay voces que dicen que una CBDC no es la solución al problema del cada vez menor uso del dinero emitido de forma pública, sino más bien, una solución en busca de un problema. También hay quienes piensan que sí lo sería. “En Europa, al menos ha habido un debate sobre el tema, muy promovido e impulsado por el BCE, pero se ha hablado de forma seria, escuchando a las diferentes partes”, valora Carbó. Por contra, el debate en EE UU ha sido más pasional y emocional que racional, y una de las muchas cosas que se han pasado por alto es que, aunque compartan nombre, existen muchos potenciales tipos de CBDC. Pueden ser anónimas, pueden no serlo. Es posible que sean usadas masivamente, las conocidas como minoristas, o, por el contrario, solo por las grandes instituciones financieras, las mayoristas. “Creo que Estados Unidos sí emitirá un dólar digital mayorista en el medio plazo, porque si no lo hace, tendrá mayor competencia en el plano internacional”, señalan fuentes financieras.
Ross Buckley, profesor en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia y autor de diversos estudios sobre nuevas formas de dinero y sus implicaciones, asegura que no hay forma de averiguar si este hipotético dólar digital mayorista ayudaría a reforzar la primacía del dólar o no, pero sí que hay algo evidente en su opinión. “Lo único claro es que si Estados Unidos no crea un dólar digital de uso mayorista y China u otros sí lo hacen, entonces, la dominancia del dólar entraría en un cierto declive, sobre todo, porque una CBDC mayorista sería mucho más eficiente y efectiva que nuestras configuraciones actuales en los grandes pagos internacionales”, defiende el experto.
Los republicanos se han opuesto férreamente al dólar digital, pero Trump ya se opuso también férreamente en el pasado a los criptoactivos que ahora tanto alaba. Sí queda claro que algo similar al euro en el que trabaja el BCE actualmente está muy lejos de suceder en Estados Unidos, dado el carácter masivo y de uso a nivel ciudadano que tiene la futura divisa europea, pero no es descartable que la contraparte estadounidense llegue en otro formato y con otra función. Atacar al dólar digital fue popular, pero el examen real de la consistencia de esa oposición está todavía por delante: el ver si oponerse sigue siendo práctico o no.