Por qué las ‘stablecoins’ afianzarán la supremacía del dólar
Este concepto pretende ofrecer lo mejor de las monedas fiduciarias y de las monedas privadas
El Tío Sam puede estar tranquilo por ahora. El plan ruso de romper el dominio del dólar mediante una nueva red internacional de pagos tuvo una fría acogida en la cumbre de los BRICS celebrada la semana pasada en Kazán, y en la declaración oficial del club de mercados emergentes no se mencionó la iniciativa Puente BRICS (BRICS Bridge) por su nombre. De hecho, en lugar de debilitarse, la supremacía del billete verde puede estar fortaleciéndose debido a una innovación monetaria totalmente diferente: las stablecoins (monedas estables) respaldadas por dólares.
El sistema Puente BRICS de Rusia permitiría la liquidación de operaciones comerciales y financieras entre Brasil, China, India y otros miembros del grupo, utilizando sus propias monedas digitales de bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés). Una segunda, que ya se ha puesto en marcha, introduciría una nueva moneda internacional respaldada en parte por oro. Esto podría amenazar no solo el alcance, sino también el valor del dólar. El metal amarillo se recuperaría y el billete verde se debilitaría si la nueva unidad monetaria despegara. El precio del oro alcanzó un máximo histórico de casi 2.750 dólares la onza en el primer día de la cumbre, por lo que se especuló con la posibilidad de que los traders se estuvieran adelantando a la jugada. Al final, sin embargo, la declaración oficial de la reunión solo apuntó vagamente al proyecto que Moscú presenta como una importante reorientación del sistema monetario internacional.
El anuncio monetario más importante de la semana, en cambio, tuvo lugar en California. El día 21, la empresa estadounidense de pagos Stripe, con sede en San Francisco, anunció la adquisición de una criptoempresa poco conocida por 1.100 millones de dólares. Su objetivo –llamado, casualmente, Bridge– es un especialista en stablecoins: monedas digitales privadas vinculadas a una moneda fiduciaria como el dólar. Es más probable que esta alianza entre Stripe y Bridge defina el futuro orden monetario mundial que la CBDC Puente BRICS. También es probable que refuerce, en lugar de debilitar, el papel del billete verde, y quizás también su valor.
En ambas iniciativas subyacen tres tendencias de los últimos 15 años. La primera es la difusión de la telefonía móvil, que ha democratizado los pagos digitales y los ha hecho posibles sobre la marcha. La segunda es el fuerte descenso del coste de la potencia de cálculo y del ancho de banda de internet. Ello abrió la puerta a la liquidación digital en la nube. La tercera fue la innovación en criptografía. Esto permitió el desarrollo de libros de contabilidad digitales descentralizados y seguros, como el blockchain, y las criptomonedas que pueden operar en ellas.
Las monedas digitales privadas, como el Bitcoin, fueron las primeras en surgir de esta revolucionaria mezcla. Dos ventajas sobre las monedas bancarias las convierten en principio en una aplicación estrella. La primera es la naturaleza intrínsecamente internacional de internet, que hace que las criptomonedas basadas en la web tengan un alcance mundial. No hay necesidad de engorrosos intermediarios nacionales: el dinero puede fluir libremente por todo el mundo. Al milagro de las comunicaciones de VOIP, voz sobre protocolo de internet, puede añadirse el milagro financiero del MOIP, o dinero sobre protocolo de internet.
La segunda ventaja reside en la funcionalidad. Las monedas tradicionales, incluso en forma virtual, solo pueden liquidar pagos. Las criptomonedas son programables: pueden automatizar también otros servicios financieros. Una tecnología que ahorra banqueros y abogados es siempre una idea popular.
Desgraciadamente, la primera generación de monedas digitales privadas adolecía de un fallo de diseño clave. Siguiendo el ejemplo del Bitcoin, la mayoría adoptó sus propias unidades estándar, sin conexión con las monedas existentes. Eso hizo que su valor de mercado fuera nebuloso, lo que a su vez provocó especulativos y épicos auges y caídas. También supuso una competencia con las monedas nacionales existentes, lo que provocó una feroz reacción regulatoria. El resultado es que, a día de hoy, las transacciones en criptomonedas con estándar propio han caído desde su máximo de 2021.
La revolución digital, sin embargo, está empezando a dar a luz también monedas digitales públicas como las CBDC, que comparten la ventaja de la programabilidad con sus homólogas digitales privadas. Pero como representaciones virtuales de las monedas fiduciarias existentes, evitan la volatilidad especulativa y la exposición regulatoria que provocaron el estancamiento de las criptos estándar.
Sin embargo, aunque las CBDC suponen un avance respecto a las criptomonedas privadas en estos aspectos, en otros dan un paso atrás. Por definición, están diseñadas para liquidar pagos bajo un banco central concreto, no como parte de una red global sin fisuras. Por eso son necesarios complementos como BRICS Bridge para facilitar el comercio y las finanzas transfronterizas. Luego está el incómodo detalle de que suponen una amenaza existencial para los sistemas bancarios tradicionales. Si los usuarios de dinero pueden hacer transacciones directamente utilizando dinero sin riesgo del banco central, ¿por qué iban a seguir manteniendo depósitos en inseguros bancos comerciales? Formular la pregunta es responderla, y no dejar dormir a los tesoreros de los bancos.
Las stablecoins, la última innovación en divisas digitales, son un híbrido de los modelos privado y público y pretenden ofrecer lo mejor de ambos mundos. Al igual que las criptos privadas, ofrecen una plataforma de pagos global y en tiempo real, sin necesidad de ningún Puente BRICS. Al igual que las CBDC, ofrecen tokens digitales garantizados por dinero nacional tradicional, en lugar de unidades monetarias independientes a merced de caprichos especulativos. En resumen, prometen la funcionalidad de un blockchain global y descentralizado, combinada con la familiaridad y la aceptación normativa del régimen fiduciario.
El CEO de Stripe, Patrick Collison, denomina a la combinación resultante “superconductores a temperatura ambiente para servicios financieros”, una analogía con el Santo Grial de la ingeniería eléctrica que permitiría una transmisión de energía casi sin fricciones. Sin duda, se trata de una exageración. Las monedas estables también han tenido sus problemas. Tether, el mayor de los proveedores actuales, fue multado con 42 millones de dólares en 2021 por la Comisión de Trading de Futuros de Materias Primas de EE UU por representar de forma inexacta las garantías que mantenía.
Aun así, a los clientes les gusta el concepto. En marcado contraste con el complejo criptográfico de estándar propio, el número de usuarios activos de stablecoin se ha triplicado aproximadamente en dos años y medio. Las stablecoins, al parecer, dan a la gente lo que quiere: acceso constante y en tiempo real a un dólar digital utilizable en todo el mundo.
Durante décadas, incluso los aliados de EE UU se han quejado de su injusto dominio del sistema monetario internacional. Sin duda, la digitalización de las finanzas está cambiando las reglas del juego. Sin embargo, aunque la rusa Puente BRICS acabe por imponerse, es poco probable que acabe con el “exorbitante privilegio” del que acusó el entonces ministro de Economía francés Valéry Giscard-d’Estaing a EE UU en 1965. Mucho más probable es que la unión Stripe-Bridge refuerce la igualmente célebre réplica del que fuera secretario del Tesoro de EE UU John Connally: “Es nuestra moneda, pero problema vuestro”.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías