Las criptomonedas en cinco claves: ¿qué son? ¿desde cuándo existen?
Catorce años después de su aparición, su futuro enfrenta a quienes esperan que se extiendan como medio de pago y quienes reniegan de su utilidad
¿Qué son?
Básicamente, son monedas digitales que emplean un cifrado que permite identificar a su dueño y realizar transacciones con seguridad. De hecho, una de las ventajas que sus partidarios siempre destacan es que cualquier operación con criptomonedas es fácilmente trazable, porque utiliza tecnología blockchain, que además impide copias y falsificaciones. Se pueden comprar a través de portales como Binance, Coinbase o el español Bit2Me, que actúan como intermediarios, los denominados exchanges, igual que en los brokers se compran acciones en Bolsa. Luego pueden transferirse a los llamados monederos digitales: los hay calientes —conectados a internet— o fríos —a los que se puede acceder sin conexión a la red, y por tanto están protegidos frente al hackeo—. Ambos necesitan contraseñas. En el caso de los exchanges, si los dueños las pierden o mueren sin comunicar las claves a amigos o familiares, actúan igual que un banco para devolver los fondos, pero en los dispositivos fríos como los USB, tras extraviarlas o fallecer puede resultar imposible acceder a las contraseñas y, por tanto, perderse grandes cantidades. La red está llena de noticias sobre dinero atrapado.
¿Desde cuándo existen?
La primera criptomoneda, el bitcoin, apareció en 2008. Desde entonces, su número se ha multiplicado, y hoy su número es prácticamente imposible de cuantificar. CoinMarketCap las cifra en 2,4 millones, aunque muchas de ellas apenas tienen valor. Son muy pocos los comercios que las aceptan como medio de pago. Hay tarjetas de crédito vinculadas a las cuentas donde están las criptomonedas e incluso inmobiliarias que las aceptan para comprar casas, pero son una minoría. El fabricante de coches Tesla, que tiene al frente al controvertido Elon Musk, favorable a las criptomonedas, llegó a aceptar el bitcoin como medio de pago para comprar sus vehículos eléctricos en EE UU por unos meses, antes de rectificar alegando razones medioambientales —el minado para crearlas gasta mucha energía, lo que no es respetuoso con el medio ambiente—, aunque la decisión sonó a excusa.
La primera transacción con bitcoin, en 2010, fue la compra de dos pizzas en la cadena estadounidense Papa John’s. Estaban valoradas en 41 dólares, y se vendieron por 10.000 bitcoins porque el precio de la criptomoneda entonces era muy bajo. La persona que las compró, Laszlo Hanyecz, un programador de Jacksonville (Florida), ofreció en un foro de internet esa cantidad a quien se las enviara a casa. Un usuario aceptó hacerlo y Hanyecz le transfirió los bitcoins a su cuenta. Si los hubiera guardado, hoy podría cambiarlos por más de 500 millones de euros. Nadie sabía entonces que se revalorizarían tanto, pero visto en perspectiva, se podría decir que fue la comida más cara de la historia.
¿Inversión o medio de pago?
Dado que no podemos ir al supermercado y hacer la compra con ellas, las criptomonedas no son consideradas un medio de pago, al menos no generalizado. Mucho más claro y extendido está su rol como inversión. Un bitcoin se cambia hoy por alrededor de 58.000 dólares (unos 52.000 euros). Si alguien compró hace cinco años, ha multiplicado su dinero por seis. Pero si tuvo la mala fortuna de comprar en su pico de marzo de este año, pierde más de un 20% de lo invertido. Es esa posibilidad de enriquecerse la que alimenta el poder de atracción de las criptomonedas. Y también su gran peligro: organismos como el Banco Central Europeo o la CNMV han advertido de que la posibilidad de perder toda la inversión es real.
No hay datos fiables sobre cuántos inversores en criptomonedas hay en España o en el mundo. Sí se sabe que el valor conjunto de todas las criptomonedas se acerca hoy a los dos billones de dólares, algo por encima de lo que valen Google o Amazon en Bolsa. De ellos, el bitcoin supone un 56%. Su precio se mueve las 24 horas del día los siete días de la semana. A diferencia de la Bolsa, el petróleo o las materias primas, no hay un mercado que cerrar, y cualquiera puede operar a cualquier hora del día o de la noche, lo que, si no se controla, puede favorecer comportamientos un tanto obsesivos.
¿Quiénes son los dueños de las criptomonedas?
Detrás de cada una de ellas, hay emprendedores digitales que en muchos casos se han hecho multimillonarios, como Chris Larsen, el fundador de la criptomoneda Ripple, con una fortuna estimada de 3.200 millones de dólares, según Forbes. Bastante más misteriosa es la identidad del creador —o creadores— del bitcoin, que se esconde bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto. El empresario australiano Craig Steven Wright, de 44 años, aseguró estar detrás de ese seudónimo, pero luego reconoció que mintió, por lo que su identidad real sigue siendo desconocida.
El ascenso en la lista de los más ricos del mundo de los grandes nombres de las criptomonedas es patente, pero los números se mueven con mucha volatilidad. El portal financiero Bloomberg llegó a situar, por ejemplo, al empresario chino-canadiense Changpeng Zhao, consejero delegado y dueño de Binance —la mayor plataforma para comprar y vender criptomonedas—, como el hombre más rico de Asia, con una fortuna de 96.000 millones de dólares, pero su dimisión tras las acusaciones de blanqueo de capitales por parte del Departamento de Justicia de EE UU han reducido la cantidad a los 56.300 millones que este septiembre le adjudicaba Forbes.
¿Cuáles son sus debilidades y fortalezas?
Los detractores de las criptomonedas recuerdan que su creación —el llamado minado— necesita de equipos informáticos trabajando a máximo rendimiento, por lo que gasta mucha energía y deja una enorme huella de carbono. En un año se estima que consume tanta energía como Suecia en el mismo tiempo. En lo financiero, los grandes organismos han advertido repetidamente que su volatilidad —grandes cambios de precio en periodos cortos de tiempo— la invalida como medio de pago.
Sus defensores creen que hay margen para que el minado se haga a partir de fuentes de energías renovables, y alegan que no hay que mirar solo lo que son ahora, sino lo que serán en el futuro, cuando su precio puede volverse más estable. Las ven como un activo similar al oro. Y recuerdan que cada vez más inversores institucionales están incorporándolas a sus carteras. En una era donde se tiende a la desregulación en sectores como el transporte o el alojamiento con la irrupción de Uber o Airbnb, destacan que las criptomonedas pueden convertirse en una especie de dinero popular y descentralizado, porque no necesita que los bancos centrales lo emitan ni nadie que lo controle.