La energía nuclear divide a Europa en el futuro de su lucha climática
La UE reconoce en su taxonomía a la fisión atómica como actividad económica sostenible para apoyar la transición. Francia lidera la generación nuclear, que supone un 65% de su electricidad, mientras Alemania ha cerrado sus centrales, aumentando costes y su dependencia del gas
El pasado año, Alemania apagó el último de sus reactores nucleares en funcionamiento, sumando seis centrales clausuradas en dos años. Tras el cierre de dos, Bélgica tenía previsto seguir sus pasos en 2025, aunque el Gobierno ha retrasado este plan con una prórroga de 10 años, hasta 2035. La misma fecha fijada por España para la clausura de todas sus plantas, proceso que empezará con la de Almaraz dentro de tres años. Con todo, según datos de Eurostat, la energía nuclear supuso cerca de una cuarta parte (22,8%) de la electricidad producida en toda la UE (619 TWh), apenas un 1% más que en 2022, frente a un descenso superior al 16% respecto a 2021. Siendo estas las cifras de producción más bajas registradas desde la década de los años noventa.
El caso de Alemania es, en opinión de Eduardo Gallego, catedrático de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid, “el paradigma de lo que no se debería hacer, clausurando centrales que operaban perfectamente para dar paso a la utilización del carbón, aunque se argumente que será de forma transitoria”. Así, añade que el sector energético germano ha elevado su dependencia del gas natural y es uno de los que más CO2 emite, con un promedio de 381 gramos por kWh producido frente a los 56 de Francia, aunque siempre ha estado por encima de la media europea en este aspecto.
La estrategia del país galo puede considerarse el polo opuesto, liderando de lejos la dependencia de esta fuente en su mix energético. De hecho, junto con Eslovaquia son los dos únicos Estados miembros en los que se está construyendo un nuevo reactor. Y es que, aunque el centenar de reactores nucleares operativos se reparte en 12 de los 27 países de la UE, más de la mitad de la electricidad de origen nuclear se produce en el país vecino. Polonia, dependiente del gas y especialmente del carbón, quiere seguir su ejemplo: “Planea iniciar la construcción de su primera central en 2026, y seguir con numerosos reactores modulares pequeños (llamados SMR, por sus siglas en inglés), todo ello con un gran apoyo social en las encuestas”, aclara Gallego.
La energía nuclear representó el 22,8% de la electricidad producida en la Unión Europea en 2023
No en vano, Polonia es una de las 14 naciones que hoy conforman la denominada Alianza Nuclear, un grupo de Estados liderado por Francia y que se ha posicionado para lograr una política energética europea en favor del desarrollo de la generación nuclear. En este sentido, el presidente de Foro Nuclear, Ignacio Araluce, explica que esta fuente de energía ha sido reconocida como actividad económica y medioambientalmente sostenible en los mecanismos de la taxonomía de la UE, que entraron en vigor en enero de 2023. “Además, el Consejo Europeo la incluyó entre las tecnologías estratégicas de la Net Zero Industry Act, para apoyar la transición climática”, añade.
A este respecto, Óscar Barrero, socio responsable de energía de PwC, apunta que la mencionada taxonomía no determina si una tecnología en particular ha de formar parte o no del mix energético de cada uno de los Estados miembros, “ya que estos son plenamente soberanos en la planificación de sus modelos energéticos y climáticos”. No obstante, “es una clara declaración de intenciones sobre cuál es el papel de la energía nuclear en la estrategia energética de la Unión”.
Más recientemente, en septiembre, se presentó el estudio El futuro de la competitividad europea, conocido como informe Draghi y elaborado por el expresidente del Banco Central Europeo a petición de la UE. Y con el objetivo de dotar a los Veintisiete de un plan conjunto para la descarbonización, la competitividad y la garantía de suministro, en el mismo se “identifica a la nuclear como componente esencial del sistema energético, se destaca la importancia de los SMR y se recomienda que se extienda el funcionamiento de las centrales actuales y que se desarrollen nuevas”, detalla Araluce.
Polonia planea construir su primera central, con amplio apoyo social y político
El pasado mes de octubre, la propia Alianza Nuclear se pronunció de forma semejante en el marco del Consejo de la Energía, con motivo de la renovación de los cargos que finalmente ha situado a Teresa Ribera como vicepresidenta ejecutiva para la transición limpia y comisaria de Competencia. En un comunicado emitido desde Luxemburgo, este conjunto de países defendía la energía nuclear como solución junto a las renovables frente al “desafío existencial” que afecta a Europa.
“No cabe duda de que la alianza tiene la fuerza que su representación le da”, indica Fernando Ferrando, presidente de la Fundación Renovables, por eso “hemos visto cómo la taxonomía europea ha abierto la puerta a la nuclear como área de inversión sostenible”. Sin embargo, afirma que carece de una realidad económica, medioambiental y social que la sustente, que para empezar supone la no competitividad económica de esta fuente energética en términos reales; al menos, “sin el apoyo de su consideración como proyecto país”.
Costes e inversión
“Los datos rebaten el discurso del lobby nuclear”, defiende Juantxo López de Uralde, coordinador de Alianza Verde, “el declive en la construcción de nuevas plantas tiene que ver más con su alto coste, que lo convierte en una alternativa cada vez menos atractiva, que con los riesgos asociados”. En este sentido, señala los casos de Finlandia, la propia Francia y Reino Unido, cuyos proyectos más recientes han sufrido sobrecostes y retrasos, como ejemplos de “la poca fiabilidad de esta fuente como alternativa desde el punto de vista de la planificación energética”. Lo cierto es que, según los registros del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), solo se ha iniciado la construcción de dos reactores en países de la UE desde 2005, en Finlandia y Francia (el de Eslovaquia se lleva retrasando desde los noventa). Por el contrario, China, India y Rusia se han dedicado a invertir en la ampliación de sus plantas a lo largo de la última década.
Así, el caso finlandés, cuyo reactor más reciente, el primero del tipo EPR en Europa, estuvo en construcción durante 16 años contrasta con el del gigante asiático, que es capaz de conectar nuevos reactores en apenas cinco o seis años. “La diferencia principal es la estandarización”, señala Gallego, “China se ha vuelto en gran medida autosuficiente, siendo una de sus principales fortalezas la cadena de suministro nuclear, y construye sus reactores por así decirlo en serie”. En su opinión, Europa debería imitar el ejemplo de EE UU, esto es, extender la operación de las centrales nucleares, “que funcionan de manera segura, fiable y eficiente, mientras se contemplan nuevas construcciones que permitan alcanzar los objetivos de emisiones cero sin renunciar a la seguridad energética”.
Frente a las altas inversiones, destaca una de las consecuencias de que la taxonomía de la UE reconozca a la atómica como fuente de energía sostenible; eso sí, bajo ciertas condiciones. Y es que, “establece un sistema de clasificación común en toda la unión”, según Barrero, lo que “aporta claridad de cara a los inversores privados y fomenta la canalización de recursos financieros a las actividades orientadas a la neutralidad climática”. Es decir, es susceptible de atraer las inversiones verdes.
En este sentido, Araluce hace mención a la XVI edición de la Semana del Clima, celebrada recientemente en Nueva York, en la que hasta 14 bancos e instituciones financieras internacionales dijeron que “mejorar el acceso a la financiación de proyectos nucleares es esencial para aprovechar el potencial que tiene esta fuente de generación”. Asimismo, el Banco Europeo de Inversiones ha mostrado su disposición para financiar nuevos proyectos de energía nuclear, “a diferencia de lo manifestado en años anteriores”, agrega. Con más de 3.000 firmas que participan en la cadena de valor, el presidente de Foro Nuclear afirma que “el sector europeo, y también el español, está preparado para este desarrollo nuclear, pero para asegurar el futuro es necesario un apoyo institucional a largo plazo”. Hay una industria nuclear europea potente, hay financiación, solo falta decisión política para su crecimiento.
El futuro tecnológico, los minirreactores y sus alternativas
Desarrollo. En febrero, la Comisión Europea lanzó una alianza industrial para acelerar el despliegue de los SMR. Una medida que, en palabras de Teresa Ribera, busca garantizar una sólida cadena de suministro. “Como concepto, son muy interesantes”, explica Eduardo Gallego, catedrático de la UPM, “pero para su pleno desarrollo se necesita un empujón comercial y financiero que, de momento, se está viendo fuera de Europa”.
Hidrógeno. El almacenamiento energético tiene como uno de sus vectores a este elemento. Y el hidrógeno rosa procedente de energía atómica será “un factor para el relanzamiento de la nuclear como área de inversión sostenible”, según Fernando Ferrando, presidente de Fundación Renovables. No obstante, aclara que sus costes de producción no son competitivos, siendo necesario considerar las externalidades de la fuente.
Competitividad. La electricidad obtenida de ciclos combinados será la que reemplace en su mayor parte los cierres de centrales nucleares, comenta Óscar Barrero, socio de PwC, ya que, sin la potencia de almacenamiento suficiente, “hacerlo al 100% con renovables es una falacia”. En el corto y medio plazo, “se encarecerá el coste, incrementando la exposición del mercado al precio de gas”.