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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Garamendi, fuego amigo para el empresariado

CINCO DÍAS

Si el empresariado español estaba preocupado por la imagen que puedan haber creado las recientes declaraciones de algunos miembros del Gobierno, puede respirar tranquilo. En la guerra y en la política, y en general en todos los órdenes de la vida, el fuego amigo siempre es el más dañino. Y si bien las declaraciones de Ione Belarra no son aceptables para un miembro del poder Ejecutivo, no dejan de ser declaraciones. Las condiciones laborales de Antonio Garamendi al frente de la CEOE son, por el contrario, un hecho objetivo.

Si un sueldo de 380.000 euros anuales es mucho o poco para el presidente de la patronal (o 300.000 para la vicepresidenta, la ex ministra Fátima Báñez) puede entrar, con fórceps, en el terreno de los asuntos subjetivos y por lo tanto debatibles. Como organización, la patronal puede no tener un nivel de actividad que justifique este escalón salarial; a cambio Garamendi tiene una exposición pública que nada tiene que ver con la de un empresario al uso.

Por el contrario, que se haya aplicado una subida salarial del 9% mientras daba plantón al Gobierno para prevenir un alza equivalente para las personas que ganan en un año tanto como él en 15 días no solamente es incoherente, sino también injustificable, precisamente a la luz de la exposición pública de CEOE como representante de los empresarios.

El hecho de que esta remuneración se cobrara como autónomo entra en la categoría de la tragicomedia. Presentarse a unas elecciones, ganarlas y cobrar después en calidad de prestación de servicios como si del presidente de la comunidad de vecinos se tratara es un nada sutil homenaje a Luis García Berlanga, por más que hayan pasado la friolera de 45 años desde la firma de la Constitución y desde la proyección de La Escopeta Nacional. Estos hechos no acercan al empresariado español a la figura de villano de cuento infantil esbozada por Belarra, sino a los arribistas del tardofranquismo que tan bien retrató en su día el cineasta valenciano.

Sobra decir que esta forma de hacer las cosas no representa al empresariado español. Hay empresas españolas punteras en casi todos los grandes sectores económicos, y el alto peso del sector exterior es la mejor muestra de que, pese a ciertos problemas endémicos, España compite con éxito en la arena internacional. Precisamente por eso es imperativo atajar prácticas que, al retrotraer al país a épocas pasadas, también alimentan narrativas de luces cortas y que poco hacen por el bien común.

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