El reto del BCE es frenar la inflación sin cerrar los ojos a la economía
El BCE no pilló por sorpresa ayer a un mercado que esperaba, como efectivamente sucedió, que subiese medio punto los tipos de interés hasta dejar la tasa general en el 3%, lo que marca máximos desde 2008, y la facilidad de depósito en el 2,5%. La institución que preside Christine Lagarde dejó claro que no piensa aflojar en su empeño por encarecer el precio del dinero como fórmula para frenar la inflación, y adelantó, con un nivel de detalle inusual, que en marzo volverá a elevar los tipos otro medio punto y que no descarta acometer más alzas ulteriormente. Pese a esa contundencia, Lagarde aclaró durante la ronda de preguntas, en una especie de enmienda a la totalidad de sus palabras, que la hoja de ruta no está garantizada al 100%, sino condicionada por un factor siempre omnipresente en los análisis de los bancos centrales en esta crisis: la incertidumbre.
Más allá de los matices, Fráncfort se muestra decidido a seguir luchando contra la inflación aunque cueste sangre, sudor y lágrimas, como afirmó gráficamente la presidenta del BCE el pasado diciembre. El banco no parece dispuesto, de momento, a seguir el ejemplo de la Fed, que ha optado por moderar la velocidad en el ritmo de sus alzas de tipos, como tampoco a tener en cuenta la suave tregua que se ha producido en el rally de los precios en la zona euro.
Aunque los peores augurios sobre la crisis no se están cumpliendo, la desaceleración de la economía europea es un hecho, y es cuestión de tiempo que esa fragilidad en el crecimiento se traslade a otras variables, como la del empleo. En España, los datos del paro conocidos ayer apuntan a una cierta fatiga en el motor del mercado laboral, algo que ya se evidenció en el cierre de 2022. La afiliación media a la Seguridad Social se redujo en este primer mes del año en 215.047 personas, mientras que el paro aumentó en 70.744 personas, un dato que empeora el registrado en enero del año pasado y que sería un error minusvalorar.
El BCE cumple con su tarea estatutaria al colocar como primer objetivo el control de la inflación, pero ello no debería significar cerrar los ojos a las consecuencias que puede tener sobre la economía europea una política monetaria excesivamente dura. El gran reto de Fráncfort en esta crisis es sin duda manejar sus decisiones y sus tiempos con habilidad de cirujano para no dañar en exceso el crecimiento ni convertir la política monetaria en un compartimento estanco enfocado de forma aislada al control de la inflación, a toda costa y cueste lo que cueste.