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Gautam Adani, el hombre que lo apuesta todo a doble o nada

El empresario indio se ha aupado al podio de los más ricos del mundo gracias a un endeudamiento que hace torcer el gesto a los analistas

Jose Manuel Esteban

El año 2022 no ha sido fácil para las grandes fortunas. A la espera de ver si la medicina de la subida de tipos termina de funcionar, los primeros que han notado seco el grifo del capital han sido los grandes inversores, que han huido de proyectos tecnológicos más o menos arriesgados. Como consecuencia, Elon Musk, fundador de Tesla, ha perdido cerca de 200.000 millones de euros de riqueza en el último año: según cálculos de Bloomberg, más que ningún otro ser humano en la historia. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, ha perdido 60.000 millones de euros. La sangría, finalmente, no se ha limitado al ámbito tecnológico: Bernard Arnault, el presidente del conglomerado de lujo LVMH, ha perdido cerca de 15.000 millones de euros.

De entre los bolsillos más desahogados del mundo, solo un hombre ha podido empezar 2023 con una sonrisa de oreja a oreja. Se trata de Gautam Adani (India, 1962), el presidente del Grupo Adani, un conglomerado empresarial cuyos beneficios le permitieron a finales del año pasado convertirse en el tercer hombre más rico del mundo con una fortuna de más de 120.000 millones de euros, según Forbes.

Casado con Priti Adani, presidenta de la Fundación Adani, la rama filantrópica de la familia, y padre de dos hijos, Adani es la cabeza de un grupo que presume en su web de contar con siete empresas cotizadas cuyo valor de capitalización bursátil anda cerca de 200.000 millones de euros.

Crecido en Ahmedabad, ciudad perteneciente al estado indio de Gurajat, ubicado en el noroeste del país, Adani es, ante todo, un hombre hecho a sí mismo, tal y como subraya en su perfil de Linkedin al definirse como “empresario de primera generación”. Es una manera como cualquier otra de decir que su fortuna no está cimentada en la opulencia de antecesor alguno. Su madre, Shantaben Adani, y su padre, Shantilal Adani, formaron parte de hecho durante muchos años de una clase media que podía vivir sin estrecheces aunque sin lujos gracias a los negocios textiles del padre, que algún día Adani debía heredar junto con sus siete hermanos. Esto, por supuesto, previo paso por la Universidad de Gurajat, en la que se inscribió en 1980. Pero para entonces, Adani tenía planes mucho más ambiciosos: tras trabajar en una empresa que comerciaba con diamantes en 1978, el joven descubrió que lo suyo eran los negocios de altos vuelos. Abandonó la universidad tras un par de poco fructíferos años y se fue a trabajar a la empresa de plásticos de su hermano, Mahasukhbai Adani.

Ya por aquellos años, Adani imprimió a aquellos negocios el mismo sello que han llevado todos los demás: para codearse con los grandes, opina, hay que pensar a lo grande, y pensar a lo grande significa crecer, crecer siempre, pase lo que pase y bajo cualquier circunstancia. Así, lo que empezó siendo un humilde negocio de importación de PVC le terminó abriendo la puerta del comercio internacional. En 1985 fundó Adani Exports (hoy Adani Enterprises, parte del Grupo Adani), una empresa exportadora que aprovechó la ola liberalizadora que recorrió la India a principios de los 90.

Pero el gran espaldarazo llegó a mediados de esa década, cuando Adani se llevó la gestión del puerto de Mundra, en la India. Fue la primera evidencia de sus excelentes relaciones con la clase política: hoy mantiene una estrecha amistad con el primer ministro indio, Narendra Modi, que llegó al cargo tras ejercer también como gobernador de Gurajat entre 2001 y 2014. El crecimiento político de uno no se entiende sin el crecimiento empresarial del otro, y viceversa.

La ambición de Adani solo necesitó unos pocos años para convertir aquella concesión en el operador multipuertos privado más grande de la India, con capacidad para manejar 210 toneladas de carga al año. Cualquier otro se hubiera detenido ahí. No Adani, que en 1996 empezó a atacar otro sector que terminaría siendo altamente lucrativo para él: la energía. Fundó Adani Power, el poderoso brazo eléctrico del grupo, antes de poner en marcha un ambicioso plan de expansión internacional. En primer lugar, se hizo con la gestión del puerto de Abbot Point, en Australia, y en segundo lugar se llevó también la gestión de Carmichael, una mina de carbón a cielo abierto de 250.000 kilómetros cuadrados que está también en Australia y lleva 10 años despertando encendidas críticas entre grupos ecologistas de todo el mundo, que consideran a Adani un rey Midas del carbón.

Pero Adani no es un hombre de ideas rígidas. Tras tener que desgranar en los tribunales australianos cuáles son sus planes para su inmensa mina de carbón, el empresario entendió que el mundo quería energía verde. Así, en 2021, Adani anunció un ambicioso plan de inversión de 70.000 millones de euros en energías renovables. Un año antes, Adani Green, la parte del grupo dedicada a estos negocios, ganó un enorme contrato estatal de 6.000 millones de euros en la India para construir una gran planta fotovoltaica. Ha sido un acierto: la buena marcha de Adani Green ha ayudado a disparar la cotización del grupo. Finalmente, tras hacerse con el 74% de la gestión del Aeropuerto Internacional de Mumbai, Adani ha reparado en el poder de la imagen: anda detrás de algunos de los medios de comunicación más importantes de la India. Y suma y sigue.

Tantas apuestas, sin embargo, tienen un precio que se traduce en una palabra: deuda. El grupo ha crecido exponencialmente a base de pedir mucho dinero, algo, que no ven con buenos ojos los analistas, que no pierden de vista que incluso en este año supuestamente triunfal el ratio deuda-ebitda de los Adani solo ha podido reducirse de 7,6 a 3,2.

La firma de análisis financiero CreditSight se ha mostrado recientemente preocupada por ello en un informe: “Prácticamente todas las empresas del Grupo Adani tienen planes de expansión en el horizonte y han adoptado objetivos de crecimiento agresivos, lo cual no es una estrategia financieramente prudente”.

Pone un ejemplo. Tras la compra de una participación mayoritaria de Ambuja Cement y ACC, el Grupo Adani se ha convertido recientemente, de la noche a la mañana, en la segunda cementera de la India. Pero es un crecimiento que se ha dado solo sobre el papel: hay un trecho hasta que estas apuestas puedan dar de verdad beneficios.

Solo el tiempo dirá si las sombras que se ciernen sobre los Adani serán suficientes como para tumbarlos. Pero una cosa es segura: pase lo que pase, por poco que le quede, sean cuales sean las circunstancias, Adani volverá a apostarlo todo a doble o nada.

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