El tope del gas, una victoria equilibrada y estratégica para la Europa del sur
La aprobación este lunes en Bruselas del mecanismo temporal de corrección del mercado, nombre con el que se ha bautizado al tope dinámico de 180 euros para el precio del gas que comenzará a aplicarse a partir del 15 de febrero, constituye una buena noticia económica, una victoria estratégica para los países del sur de Europa y la demostración de que incluso la poderosa e intransigente Alemania tiene margen para la flexibilidad cuando se ponen sobre la mesa las garantías adecuadas. El acuerdo que ha alumbrado el mecanismo temporal ha sido posible gracias a la firmeza de la postura común liderada por España, Francia e Italia, entre otros países, y a las importantes salvaguardas que incluye la propuesta, que han conseguido convencer a Berlín, principal opositora a la medida.
El tope aprobado por los Veintisiete mejora sustancialmente el fallido diseño que planteó la Comisión Europea en noviembre, el cual convertía el mecanismo prácticamente en un ejercicio de teoría y fue rechazado frontalmente por el bloque del sur. El límite consensuado ahora requiere que los precios superen el techo establecido durante tres días, no durante dos semanas como preveía la propuesta inicial de Bruselas, y que se mantengan durante 20 días al menos 35 euros por encima de los precios internacionales de referencia para el gas natural licuado. Mientras el modelo inicial se hubiese activado solo durante cuatro jornadas en la crisis, en el caso del definitivo estas habrían sido 40, lo que da una idea de la diferencia, en términos de realismo y eficacia, que media entre ambas fórmulas.
Junto a la firmeza en la negociación, la batería de salvaguardas ha jugado un papel fundamental en el acercamiento de posiciones, dado que la férrea resistencia alemana no se basaba en el precio, sino en el temor a un desabastecimiento en el suministro que dejase a Europa desprotegida para el invierno de 2023. Las garantías del mecanismo incluyen la potestad de Bruselas para decretar la emergencia de suministro en cualquier momento, algo que impediría activar el tope, al igual que ocurriría si el consumo aumenta de forma rápida o se recorta el suministro.
La solución aprobada por los Veintisiete es prudente, razonable y equilibrada, aunque su utilidad se testará verdaderamente con su puesta en práctica. Pero parte de su éxito está en haber desbloqueado la adopción de otras decisiones fundamentales para combatir la crisis energética actual: las negociaciones para promover las compras conjuntas de gas, reducir las emisiones de gases contaminantes y acelerar el despliegue de renovables, que habían quedado en suspenso y han vuelto a revitalizarse.