La globalización resiste a pesar de las múltiples crisis que la frenan
Los expertos avisan de la desaceleración de la globalización, aunque advierten que anunciar su muerte es una exageración La crisis financiera de 2008 marcó el momento de freno, desde el cual el fenómeno se ha convertido en asimétrico con China como el gran beneficiado de ser la fábrica del mundo
La globalización se ha estancado. Hay muchos fuegos encendidos por el mundo y otros que, aunque apagados, se siguen haciendo notar. La crisis financiera de 2008, el Brexit, el gobierno de Donald Trump, la pandemia y, ahora, la invasión de Ucrania. El calor de estas fricciones ha puesto en entredicho lo que solían ser afirmaciones categóricas: que China sería la fábrica del mundo, que los servicios serían el sector clave en Occidente o que el proteccionismo se iría diluyendo cada vez más.
Incluso en Europa, dónde "más se cree en la globalización", existen fuerzas antiglobalizadoras, según el catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València y director de Estudios Financieros de Funcas, Santiago Carbó. Circunstancias extraordinarias, como las que vivimos, hacen que países como Alemania "hinchen" a sus empresas con ayudas. "Eso no son una fuerza globalizadora", afirmó el catedrático.
Estos elementos ponen de manifiesto una tendencia que cada vez más analistas comienzan a notar: una desaceleración del ritmo de la globalización. Un camino que, de afianzarse "nos costará caro", como afirma Francisco Pérez, profesor emérito de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director de Investigación del IVIE.
Durante el encuentro de este miércoles del Foro Futuro, el observatorio de investigación económica organizado por Cinco Días con el respaldo de Grupo Santander, la directora del periódico, Amanda Mars, preguntó a los ponentes si estos procesos antiglobalizadores y la policrisis que vive la sociedad mundial harán que el fenómeno se ralentice o si producirá una vuelta hacia un mundo local.
Vicente J. Pallardó López, director de la Cátedra Valenciaport de Economía Portuaria, opinó que anunciar la muerte de la globalización es una idea "exagerada". Sin embargo, Pallardó sí que cree que, desde la crisis financiera de 2008, el proceso de globalización ha sufrido frenos progresivos.
Aunque hay factores económicos que explican la pérdida de ritmo, por ejemplo la propia "tibieza" del crecimiento económico de las economías desarrolladas; existen otra serie de factores políticos y consecuencias de la globalización que han levantado suspicacias en los países occidentales con lo que, hasta ahora, parecía un proceso inapelable.
La deslocalización ha generado pérdidas de empleos industriales y de poder adquisitivo de las clases medias en Europa y Estados Unidos, lo que ha generado un agravio comparativo con el mundo financiero, que sufre un proceso globalizador "incluso más grande" que la de los productos y servicios, como asegura Pallardó.
Los aumentos de la desigualdad han dado alas a ideales proteccionistas, como demuestra la victoria de Trump en EE UU o del Brexit, en Reino Unido. Ello, sumado al aumento de la concienciación de que la mundialización de la economía trae efectos nocivos para el medio ambiente, han ido progresivamente ralentizando los procesos globalizadores hasta la llegada de dos grandes shocks: la pandemia y la invasión de Ucrania.
Cambios de raíz
Estos acontecimientos han producido cambios fundamentales. Pallardó afirma que la pandemia puso de manifiesto que la globalización es "un proceso sin colchones", es decir, sin stock de reserva de productos fundamentales para momentos clave. La crisis de suministros centrales para la cadena de producción, como los semiconductores, o la carestía de productos sanitarios durante la pandemia, como mascarillas o respiradores, evidenció las carencias de la mundialización de la economía.
Esto, en palabras del director de la Cátedra Valenciaport, cambiará el modelo just in time (el modelo de fabricación que se basa en producir al momento que se necesite sin dejar stock) al just in case, para buscar proveedores alternativos que cubran las necesidades de producción de sectores clave y evitar situaciones como las vividas durante el confinamiento.
El fuego más reciente es la guerra de Ucrania. La invasión rusa ha hecho dudar a occidente de sus relaciones con regímenes autócratas. Pallardó afirma que el conflicto pone de manifiesto que hay que "renivelar" el campo de juego y ver si las reglas son de parte o no.
"Es más fácil que se produzcan shocks como el de Ucrania con Putin, pero Trump también puso en aprietos a sus socios", concluyó Pallardó que recordaba que la mayor parte de los habitantes del planeta están "al otro lado", en referencia a los gobiernos autocráticos.
Un mundo menos global
Las crisis políticas y las limitaciones en el suministro global han hecho palpable la pérdida de importancia de las instituciones multilaterales, afirmó Carbó. El economista de Funcas opinó que la composición y estructura de instituciones como el FMI o el Banco Mundial están "desfasadas y no son reflejo del mundo, en el que el 40% de la población vive en autocracias".
La pandemia también reveló las fallas de estas instituciones, ya que no pudo poner coto a la pandemia ni coordinar a las naciones. Estos elementos, en palabras de Carbó, mostraron las costuras de la globalización: "Demostró que tenía fallos", afirmó.
Al otro lado del globo, la visión es distinta. Alicia García Herrero, economista jefe para Asia Pacífico en el banco de inversión francés Natixis, destacó que la globalización es un proceso "asimétrico". La economista cree que el mundo está en un proceso desglobalizador y hay alarmas al respecto.
La implantación de empresas occidentales en China ha convertido el país en el gran beneficiado de la mundialización. "China no solo ha mantenido su mercado, ha conseguido desarrollar un entorno empresarial y hacer crecer su propia demanda interna. Europa cada vez importa mayor valor añadido y lo hace desde China. El modelo en sí de globalización asimétrica era insostenible. La reacción natural es cambiar el modelo y reindustrializar las economías", aseveró García.
Perder capacidad industrial es perder productividad e innovación. Por eso, según la economista, Occidente está tomando medidas para volver a tener la capacidad de producir y generar mercados de productos que estos países consideran estratégicos para los próximos años, como las placas solares.
En opinión de García, EE UU, por ejemplo, tiene su respuesta clara: vetar la compra de paneles solares chinos para diversificar las fuentes de oferta, algo que García considera natural por el funcionamiento de la economía global. Por todo ello, la economista de Natixis afirmó que pensar que la globalización sigue igual que hasta ahora es "negar la realidad".
Para el economista y consultor Fernando Fernández es necesario ampliar la mirada con la globalización y entenderlo como una dinámica histórica. Los países que más se están beneficiando ahora de la mundialización de la economía no son los occidentales, sino los asiáticos, principalmente China.
La dinámica preponderante debe cambiar, según Fernández: "Jugábamos a proteger nuestros mercados y acceder al de los demás. Ahora hay que redescubrir el mundo". El economista abogó por evitar la desafección de los perdedores de la crisis y recuperar los consensos que habían construido el mundo globalizado, como la confianza entre socios mundiales: "Hoy estamos todos dispuestos a aislar a Rusia, pero ¿qué pasará con los países árabes o China?". "La distribución de los recursos naturales es la que es", sentenció.
Los perjuicios de la vuelta a la economía local
Según Fernández, hay que plantearse la siguiente pregunta: "Qué precio estamos dispuestos a pagar 'por si acaso'?", en referencia al modelo just in case que planteó Pallardó. Es decir, cuánto está dispuesto a pagar la sociedad occidental por renunciar a las bondades que, hasta ahora, venía trayendo la globalización en tanto a que mejoras en la productividad, en las cadenas de suministros globales y abaratamientos generalizados.
En la misma línea, el profesor de la Universidad de Valencia Francisco Pérez afirmó que el proceso de desglobalización, de producirse, va a tener costes importantes para la sociedad. Las políticas que favorecen estos procesos, responden a los miedos y la mala prensa de la globalización, pero "no ofrecerá resultados claramente mejores que los que hasta ahora se han conseguido", comentó Pérez.
El académico dudó de que el proteccionismo y la mejora de los suministros locales pueda solucionar momentos de choque como el vivido durante la pandemia: "Seguirán habiendo enormes problemas de coordinación a la hora de responder a shocks y no está claro que se pueda solucionar esos problemas a nivel micro". Y prosigue: "Seguro que vamos a pagar un precio importante, ya que los productos intermedios y finales serán más caros". Pero no solo hay contrapartidas económicas: "El comercio no tiene solo resultados positivos desde el punto de vista económico, sino también social, porque reduce los riesgos de conflictos entre países".
¿Y España?
Pallardó afirma que a raíz del año 2008 se realizó un esfuerzo para mejorar la posición de España en los mercados internacionales y convertir al país en un gran exportador europeo. Sin embargo, al economista le preocupa que esto no sea una prioridad de las autoridades y empresas, por lo que prescribe que desde las instituciones se debe trabajar, de manera conjunta con la Unión Europea, para llevar el asunto al centro del debate. También afirmó que es necesario reflexionar sobre si se están haciendo los deberes para conseguir posicionarse en el marco global.
Del mismo modo, Fernández comentó que es necesario recordar que a los consumidores españoles "siempre les ha ido bien cuando España se ha abierto a la economía internacional", por lo que concluyó que al consumidor "le va a ir bien si Europa no se cierra y se siguen intentando políticas de apertura".
Alicia García fue más reticente a la hora de valorar la globalización. En palabras de la economista, cuando la escala de la economía permite controlar el 80% de la producción mundial de paneles solares –en referencia a China–, "no hay nadie que los pueda producir. Esto es un suicidio colectivo", concluyó la experta.