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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prevenir el impacto de una posible recesión en Europa es tarea de todos

CINCO DÍAS

El alza de 75 puntos básicos en los tipos de interés anunciada ayer por el BCE confirmó las previsiones de un mercado que, pese a todo, recibió con caídas significativas en las rentabilidades de deuda pública la tercera subida consecutiva del precio del dinero desde julio, cuando la institución decretó su primer incremento en 11 años. Con este nuevo escalón, que lleva los tipos al 2%, Fráncfort consolida de forma contundente el giro desde una política expansiva y acomodaticia hasta una disciplina monetaria dispuesta a dirigir sus cañones contra la inflación, que en septiembre alcanzó el 9,9% interanual en la zona euro y que se aleja cada vez más del objetivo del 2% a medio plazo del banco. Como se esperaba, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, confirmó que la institución prevé nuevas alzas, pero al tiempo señaló que las decisiones se guiarán por “la evolución de las perspectivas de inflación y de la economía”, un escenario en el que incluyó de forma expresa la posibilidad de una recesión en Europa.

Aunque sin dejar de reafirmar el objetivo principal del banco, que es el control de la inflación, la mención de Lagarde a la recesión como factor a tener en cuenta en la modulación de la hoja de ruta del BCE constituye un reconocimiento explícito de la factura que traerá consigo el endurecimiento de la política monetaria europea en términos de crecimiento económico, como también un importante compromiso para tratar de limitar el alcance de esos platos rotos. El fin de la era del dinero gratis y de la liquidez ilimitada en Europa está dirigida a enfriar unas economías cuyo principal enemigo ahora mismo es la inflación, agravada además por la crisis energética y el conflicto bélico en Ucrania, pero que sufrirán daños colaterales importantes a cambio de meter en cintura los precios.

La moderación del discurso adoptado ayer por Christine Lagarde confirma que a Fráncfort le preocupan, y mucho, los vientos de recesión que comienzan a soplar sobre Europa. También deja entrever que el BCE probablemente no emulará el ritmo de subida de tipos de la Fed estadounidense, que los mercados de futuros cifran en hasta un 5% en 2023, sino que podría contentarse con una horquilla de entre el 2,5% o el 3%, lo que tendría consecuencias sobre la evolución de ambas economías y de sus respectivas monedas. En cualquier caso, la experiencia demuestra que la tarea de limitar el alcance de la crisis económica no puede focalizarse solo en las decisiones de Fráncfort, sino que debe condicionar las políticas económicas de cada uno de los Estados miembros en un esfuerzo coordinado y común para reducir el impacto de una posible recesión en Europa.

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