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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dureza monetaria para templar una crisis más larga de lo previsto

CINCO DÍAS

El consejo de gobierno del Banco Central Europeo anunció ayer la subida de tipos de interés más abultada de su historia, 0,75% puntos, para colocar el precio del dinero en el 1,25%, y tratar de frenar una inflación rampante que se acerca al 10% y amenaza con guarismos de doble dígito en los próximos meses. Un endurecimiento de la política monetaria que tendrá continuidad en las próximas reuniones del consejo de la autoridad monetaria, aunque las cuantías de las nuevas subidas dependerán de las que a su vez vayan registrando los precios, así como una debilitada cotización del euro. Pese a considerar hace un año que la inflación era un fenómeno puntual y transitorio, el Banco Central Europeo admite ahora que será más persistente y que pondrá en riesgo el mantenimiento del crecimiento de la economía.

El departamento que dirige Christine Lagarde ha corregido al alza las estimaciones de inflación para este y los dos próximos años, y solo en 2024 se acercará en tasa media al umbral que el BCE está dispuesto a considerar estabilidad de precios; y en paralelo ha recortado el crecimiento estimado, manejando para 2023 un alza del PIB real que ni siquiera llegará al 1% en la zona euro. Ello quiere decir que un buen número de economías continentales estarán en contracción, y la propia Lagarde reconoce en público que en los seis meses venideros habrá un evidente estancamiento de la actividad en la zona.

Una actividad que ha perdido peso en las prioridades de Fráncfort en favor del control de la inflación, y que parece que será definitivamente la víctima de esta crisis inflacionista y de sus remedios. Aunque tarde, los responsables monetarios del BCE se han alineado con los norteamericanos y no cejarán de subir los tipos de interés hasta que la inflación doble la rodilla. La propia presión de los precios reducirá la demanda de consumo y acercará a las economías al estancamiento, pero se corre el riesgo de que el alza de tipos termine de meter en contracción a las economías paralizando la inversión.

En todo caso, en este asunto sí se puede decir que es peor la enfermedad que el remedio, siempre que este tenga un carácter quirúrgico que devuelva en unos pocos trimestres la normalidad a las economías. Pero tal posibilidad no está solo en las manos de las decisiones de Lagarde en Europa, ya que hay acontecimientos que se activan desde más allá de los confines de la Unión Europea y con intereses de naturaleza también diferentes. Una parte del daño está hecho, pero los tipos seguirán encareciendo la financiación y aplanando consumo e inversión, y solo cabe esperar que surta su efecto y anestesie la inflación.

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