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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El BCE toma la vía dura: le preocupa más la inflación que el riesgo de recesión

Tendrá que acompañar su política monetaria del activismo fiscal que ha practicado en los últimos años

CINCO DÍAS

El consejo de gobierno del Banco Central Europeo ha desvelado las dudas del mercado sobre la profundidad de su primera subida de los tipos de interés en 11 años para acabar con la gratuidad del dinero: subida de 50 puntos básicos que llevan la tasa directora precisamente al 0,5%, y que tendrá continuidad en subidas adicionales de la misma o diferente cuantía en sucesivas reuniones de la autoridad monetaria, en función de las circunstancias de la economía en materia de crecimiento e inflación. Para el estreno, Christine Lagarde ha optado por la vía más dura, en una señal explícita de que aprecia más riesgo en las elevadas tasas de inflación que en los que puedan existir de llegar a un estancamiento de la actividad o una recesión.

Con los avances de los precios por encima del 8% por los elevados costes de la energía, la espiral abierta en los productos alimenticios y los problemas de oferta en muchos procesos industriales, la autoridad monetaria considera que es el enemigo a batir, además de ser el control de la inflación en tasas en torno al 2% el objetivo cuasi exclusivo encomendado a Fráncfort. Además, la marcha acelerada que lleva la Reserva Federal americana con los tipos de interés ha apreciado tanto el dólar que ha convertido al euro en una lanzadera activa de inflación por la vía de las importaciones de materias primas. El BCE echa el resto, por tanto, contra la inflación tras haber llegado tarde a la batalla y haber considerado con errores de cálculo que los precios estarían en ebullición de manera muy transitoria; tiempo habrá para repensar una estrategia monetaria que cuide el crecimiento.

Cuestión aparte es si la subida de tipos logrará domeñar una inflación de naturaleza bien diferente a la tradicional, y que depende en buena medida de decisiones políticas ajenas en tiempo de guerra. Pero mientras se aclara tal extremo, que solo resolverá el tiempo, la autoridad monetaria ha iniciado una espiral de encarecimiento de la financiación que afectará a las facturas de empresas, hogares y Estados pendientes de pago, y que puede ralentizar decisiones de nueva inversión por el coste del dinero y su expectativa.

Además, consecuencia de la imperfección nativa del euro, el BCE tendrá que acompañar su política monetaria del activismo fiscal que ha practicado en los últimos años, para evitar el descarrilamiento de la primera. Y a juzgar por las condiciones autoimpuestas para aplicar el mecanismo que evite condiciones financieras asimétricas, los países sureños tendrán que vigilar sus finanzas con más celo que el practicado hasta ahora, y presentar programas rigurosos de que van a reducir sus déficits y sus deudas de manera creíble para el propio BCE, que a fin de cuentas funcionará como si fuere el mercado que proporciona las credenciales de solvencia.

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