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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Todos los esfuerzos son pocos para poner coto a una inflación desbocada

CINCO DÍAS

Los malos augurios sobre la inflación, calificada hace apenas un año como transitoria, están cumpliéndose –y superándose– a un ritmo febril. La escalada de los precios ha cerrado junio con una tasa anual por encima de los dos dígitos, del 10,2%, en lo que supone el registro más alto de los últimos 37 años. Según el dato adelantado que proporciona el INE, los carburantes y los productos de alimentación han sido los responsables del tirón de los precios en junio, con un alza de 1,5 puntos en el IPC, mientras la inflación subyacente, que no tiene en cuenta estas dos partidas, alcanza el 5,5%, su máximo desde 1993. Lo que comenzó como un tímido repunte de los precios ha pasado a convertirse en un conato de incendio alimentado diariamente por la crisis energética y la guerra de Ucrania, pero también por la injustificada dinámica inflacionaria de muchos sectores que están aumentando los precios por encima del IPC, aprovechándose de la confusión general e ignorando la seria factura que todo ello puede pasar al conjunto de la economía del país.

La escalada de los costes y los precios no solo es evidente ya en partidas como la de los combustibles, consecuencia de la crisis energética y la subida del petróleo, o la de algunos alimentos, tensionados por el roto que el conflicto bélico ha dejado en las cosechas de cereales, sino también en áreas como el turismo y la industria del ocio, donde los incrementos parecen responder no únicamente al alza de los costes, sino a la explosión de la demanda de ocio y a los intentos de recuperar en poco tiempo lo perdido durante la pandemia.

Los datos de junio confirman, además, el fracaso de las políticas antiinflacionarias en España, pero también en otros Estados miembros donde los precios están batiendo récords, así como el inmovilismo de unas instituciones comunitarias que parecen incapaces de resolver una ecuación difícil, pero de obligada solución. El BCE, que este martes adelantó la posibilidad de intensificar la subida de tipos prevista para septiembre, se debate entre dar un giro abrupto a su política monetaria, lo que puede llevar a la eurozona a la recesión y resucitar la inestabilidad de una Europa fragmentada, u optar por pausadas vueltas de tuerca que de momento no están revirtiendo el calentamiento de los precios.

En España, el Gobierno sigue sin concentrar su política de ayudas económicas en los colectivos empresariales y sociales que más lo necesitan, estimula los precios con subvenciones, elude tozudamente liderar un pacto oficioso de rentas y continúa sin aprobar un plan general de ahorro energético, como también sin explicar seriamente al país la necesidad de asumir sacrificios para poner coto a una inflación contra la que todos los esfuerzos son pocos.

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