El hombre más rico sigue imaginando otros mundos
Elon Musk quiere revolucionar las redes sociales comprando Twitter, tras hacer lo propio en la industria del motor y la del espacio
El almizcle o musco es un perfume obtenido a partir de una sustancia de fuerte olor, segregada por una glándula del ciervo almizclero u otros animales y plantas. En inglés se dice musk. Elon Reeve Musk (Pretoria, Sudáfrica, 1971), el hombre más rico del mundo con 260.000 millones de dólares, desprende una fuerte personalidad, que ahora exhibe a través de Twitter, la red social de la que es máximo accionista individual, y para la que ya ha preparado una opa.
El carácter le viene de familia. Su abuelo materno, Joshua Haldeman, era un aventurero canadiense que llevaba a su prole en avión monomotor a África y Australia, batiendo récords de paso. Elon tiene ascendencia británica y de alemanes de Pensilvania. Su madre, Maye, es una modelo y dietista nacida en Canadá, pero criada en Sudáfrica. Su padre, el sudafricano Errol, es un ingeniero electromecánico, piloto, marinero, consultor y promotor inmobiliario que fue codueño de una mina de esmeraldas en Zambia. “Teníamos tanto dinero que a veces no podíamos ni cerrar la caja fuerte”, recuerda Elon.
Cuando era niño, los médicos creían que era sordo, pero su madre determinó que pensaba “en otro mundo”. Musk dijo hace un año que tiene el síndrome de Asperger. Es el mayor de tres hermanos, y tiene un medio hermano y una media hermana por parte de padre. Tras el divorcio de sus progenitores en 1980, vivió sobre todo con su padre, de lo que luego se arrepentiría. Lo describe como “un ser humano terrible... ha hecho casi todas las cosas malas que se te puedan ocurrir”.
Con 10 años, se interesó por la informática y adquirió un Commodore VIC-20. Aprendió a programar con un manual y, a los 12, vendió el código de un videojuego llamado Blastar a una revista especializada por 500 dólares. Torpe e introvertido, sufrió acoso escolar y llegó a ser hospitalizado después de que un grupo de chicos lo tirara por las escaleras.
Consciente de que sería más fácil entrar en EE UU desde Canadá, Musk solicitó un pasaporte canadiense a través de su madre. Mientras esperaba, asistió a la Universidad de Pretoria durante cinco meses; eso le permitió evitar el servicio militar obligatorio. Llegó a Canadá con 17 años y vivió un año en casa de un primo segundo en Saskatchewan, haciendo tareas esporádicas en una granja y en un aserradero. Pronto ingresó en la Universidad de Queen, en Kingston (Ontario). Allí conoció a su primera esposa, la escritora Justine Wilson. Su primer hijo, Nevada Alexander, falleció de síndrome de muerte súbita del lactante a las 10 semanas de nacer. La pareja recurrió a la fecundación in vitro, y tuvieron a los gemelos Xavier y Griffin (2004) y los trillizos Kai, Saxon y Damian (2006).
A los dos años se trasladó a la Universidad de Pensilvania, donde se graduó en Físicas y Económicas. Luego hizo prácticas de verano en Silicon Valley, investigando ultracondensadores electrolíticos para almacenar energía, y en una firma de videojuegos. Empezó el doctorado en Ciencias de los Materiales en la Universidad Stanford (California), pero a los dos días prefirió sumarse al boom de internet. Cofundó con su hermano Kimbal la startup Zip2, que gestionaba directorios web para medios de comunicación, y que sería comprada por Compaq por 307 millones de dólares. Y cofundó el banco online X.com, que se fusionó con Confinity para formar PayPal; eBay la compraría por 1.500 millones.
Con sus 180 millones de la venta, Musk fundó Space X, y en 2004, Tesla, junto a otros socios. Sus cohetes fallaban y la automotriz no hacía más que gastar. En 2008, estaba al borde de la quiebra, en plena crisis financiera, y además acababa de divorciarse. Pero Space X empezó a funcionar y logró un contrato con la NASA. Y Tesla comenzó a captar el interés de los inversores.
Luego Musk ayudó a crear SolarCity, de servicios de energía solar, y fundó OpenAI, que promueve sin ánimo de lucro la inteligencia artificial amigable; Neuralink, de neurotecnología e interfaces cerebro-ordenador; y The Boring Company, de construcción de túneles para transporte, que acaba de recaudar 675 millones en una ronda de financiación. Su idea se parece mucho a la del metro de toda la vida, aunque Musk presume de que es revolucionaria. También apoya el Hyperloop, un sistema de tren de alta velocidad en tubos a baja presión.
En 2008 comenzó a salir con la actriz inglesa Talulah Riley; se casaron en 2010, se divorciaron en 2012, se volvieron a casar en 2013 y rompieron definitivamente en 2016. Luego salió con la actriz Amber Heard; Johnny Depp les acusó de haber estado juntos mientras él todavía estaba con ella. En 2018, Musk anunció que salía con la música canadiense Grimes, con la que tiene un hijo llamado X Æ A-12 (sic), y una hija, Y (sic), por gestación subrogada. La relación actual entre ambos es incierta: tan pronto él dice que está soltero como ella considera que son “muy fluidos”.
Musk también es inencasillable en política. Ha hecho declaraciones controvertidas sobre la pandemia, criticando los confinamientos, por ejemplo, o desafiando a las autoridades reabriendo la fábrica de Fremont (California). Respecto a la guerra de Ucrania, se ha peleado dialécticamente con un líder checheno, y ha prestado los satélites Starlink para apoyar al país invadido.
Dona dinero tanto a demócratas como republicanos, algo que considera imprescindible para tener voz en la Administración. Criticó al expresidente Donald Trump por salirse de los acuerdos sobre el clima; cree que la mejor forma de fomentar la transición verde es subir los impuestos al carbono, y está en contra de las subvenciones, pese a que sus empresas han recibido importante apoyo público. Y ha defendido la renta básica universal.
Ha dicho que la caída de la natalidad es uno de los principales riesgos para la humanidad; se puso de perfil sobre el endurecimiento legal contra el aborto en Texas (donde reside desde 2020). Esta misma semana ha atribuido a la “ideología woke” de Netflix su caída de suscriptores. Cree que Twitter no cuida lo suficiente la libertad de expresión, por ejemplo con el veto a Trump. Pero él, más locuaz y polémico de lo que han sido nunca Jeff Bezos o Bill Gates, sigue expresándose en la red social... casi como si fuera suya.
Filantropía
Hace donaciones pequeñas en comparación con las de otros multimillonarios. Entre sus preferencias están la energía solar en zonas que han sufrido desastres naturales, un museo dedicado a Nikola Tesla o la Wikipedia.
Ha firmado, eso sí, la popular campaña entre los ricos Giving Pledge (La promesa de dar), de modo que donará la mayoría de su fortuna en vida o en su testamento.