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La crisis energética de la UE es un problema grupal de 130.000 millones

Subvenciones al estilo de las de la pandemia, respaldadas por eurobonos, parecen la mejor forma de abordarlo

Instalaciones de Gazprom en Sudzha (Rusia).
Instalaciones de Gazprom en Sudzha (Rusia).reuters

Tras dos años de lucha contra el Covid, la Unión Europea se enfrenta a una nueva emergencia. El conflicto de Ucrania pone de manifiesto la importancia de la seguridad energética. Sin embargo, cortar las relaciones con el gas ruso este año, como propuso la Comisión Europea la semana pasada, podría añadir más de 130.000 millones de euros a la factura energética del bloque, ya al rojo vivo, según nuestros cálculos.

Dejar de importar 155.000 millones de metros cúbicos de gas ruso al año será costoso. En su audaz plan REPower EU, la Comisión prevé sustituir este año 50.000 millones de metros cúbicos por gas natural licuado procedente de Estados Unidos o Asia. Si se compra al precio europeo al contado de unos 115 euros por megavatio hora, costaría 61.000 millones de euros. Es decir, 51.000 millones más que antes de la pandemia, cuando los precios eran inferiores a 20 euros por MWh.

Bruselas también sugiere que los Estados de la UE llenen las instalaciones de almacenamiento de gas al 90% de su capacidad, frente al 26% actual. Eso requiere comprar unos 700 teravatios hora de gas. Sería un coste adicional de 51.000 millones de euros, suponiendo que los precios bajen hacia los 90 euros por MWh en los meses más cálidos del verano. La UE también necesitaría invertir 7.000 millones de euros para sustituir 3,5 bcm de gas por biometano en 2022, según los cálculos de los expertos del sector. Otros 25.000 millones de euros serían necesarios para organizar la distribución de gas entre países, según estimaciones del think tank Bruegel.

Con 134.000 millones de euros, el coste de la reducción de la dependencia energética de Rusia se suma a las facturas de energía, ya astronómicamente elevadas, y antes de impulsar el uso de energías verdes y bombas de calor. Además, el precio no será asumido por igual. Las importaciones de gas ruso son insignificantes en la Península Ibérica, Francia y el Benelux. Pero constituyen tres cuartas partes o más de las necesidades energéticas de Hungría, Polonia y los países bálticos, herencia de su pasado soviético. Estos países también están en primera línea para ayudar a los refugiados ucranianos.

Los países de la UE poco endeudados, como Alemania, que tiene previsto pedir 200.000 millones de euros de crédito adicional este año, podrían utilizar fácilmente los fondos estatales para ayudar a las empresas y los ciudadanos. Los países más pobres podrían tener que elegir entre gravar a sus empresas energéticas, lo que podría ponerlas en desventaja frente a sus rivales, o recurrir a los préstamos de la UE para la pandemia no utilizados, lo que aumentaría la deuda pública.

Subvenciones de la UE al estilo de las de la pandemia, respaldadas por eurobonos y distribuidas en función de la gravedad del problema, parecen una forma mejor de repartir el daño de forma más equitativa y mantener la unidad política. La escala de la emergencia energética ciertamente las justifica.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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