La lucha contra la inflación no compete solo al BCE, sino a todos
El BCE avanza sin prisa, pero también sin pausa, hacia un endurecimiento progresivo de las condiciones de la política monetaria europea con el objetivo de hacer frente al aumento de la inflación, que se ha convertido en el principal riesgo de la economía y la gran amenaza de la recuperación, todavía más en una coyuntura geopolítica de alta tensión como la actual. Su presidenta, Christine Lagarde, anunció ayer que Fráncfort acelerará la reducción de las compras netas de deuda, cuyo volumen se reducirá a 20.000 millones de euros ya en el mes de junio y podría finalizar incluso en el tercer trimestre del año si el alza de la inflación se prolonga, tras lo cual el banco podría subir los tipos de interés. La presidenta del BCE presentó un análisis de situación con una fuerte presencia del conflicto desatado en torno a Ucrania, así como de la crisis energética, que se está viendo agravada por la guerra. Lagarde reconoció que todo ello traerá más inflación y menos crecimiento a la zona euro: los precios subirán el 5,1% este año –podrían superar el 7% en el peor de los casos–, frente al 3,2% pronosticado en diciembre, y el crecimiento será cinco décimas inferior al calculado entonces, del 3,7%.
Del cuadro de situación presentado ayer y de las decisiones adoptadas se desprende que el BCE sigue decidido con firmeza a enfriar la economía europea con el fin de combatir la escalada de los precios, una línea de actuación adoptada ya antes de la guerra y cuya continuidad consolida la credibilidad del banco, pese a que la incertidumbre sobre la factura del conflicto y de las tensiones energéticas hagan necesario actuar con cautela y no acometer una subida de tipos antes de tiempo. “No se trata de acelerar la normalización monetaria, sino de progresar paso a paso”, señalaba Lagarde tras la reunión.
Sin embargo, la capacidad de actuación del BCE para hacer frente a la inflación o a cualquier otro riesgo no es omnipotente ni excluye la necesidad de que los gobiernos europeos, las empresas y los agentes sociales hagan un esfuerzo en la batalla por la contención de los precios. A día de hoy, Fráncfort no parece atisbar riesgos de estanflación, lo que permite al banco seguir adelante con una reducción controlada de los estímulos y facilidades monetarias. Pero la escalada de los precios es una amenaza cuyo control compete a todos los agentes económicos y del que depende la competitividad de la economía europea. Fráncfort está haciendo su parte, ahora resta a los gobiernos hacer la suya.