Europa no puede dejar solo en manos del BCE la lucha contra la inflación
La ofensiva rusa sobre Ucrania no solo ha comprometido el equilibrio político regional y mundial, sino que ha convertido en papel mojado todas las previsiones y planes macroeconómicos de Gobiernos, organismos internacionales y servicios de estudio y análisis. La volatilidad que el conflicto está generando en los mercados, junto a las sanciones que Occidente ha activado contra Moscú –que ya han comenzado a surtir efecto– tensionarán las economías mundiales y alimentarán la inflación en los próximos meses, además de complicar de forma extraordinaria su control. El precio del gas natural de referencia en Europa, por ejemplo, retomó ayer su rally y escaló hasta un 30% para moderar después la subida hasta el 12%, mientras que el petróleo Brent se mantuvo ligeramente por debajo de los 100 dólares por barril. El temor a una escalada exponencial del coste de la energía, uno de los factores estratégicos clave en las relaciones entre Rusia y Europa, llevó ayer a Bruselas a analizar una medida que fue planteada por España al pasado verano y rechazada entonces sin contemplaciones: la posibilidad de excluir de los mercados mayoristas de la electricidad la generación con gas natural a través de las centrales de ciclo combinado. El cambio de postura de Bruselas muestra la gravedad del escenario económico que ha desencadenado el conflicto, como también la previsión de que este pueda enquistarse.
Tras varios meses de debate sobre la naturaleza transitoria o no de la inflación que vive Europa, la gran pregunta ahora es cuánto durará, alimentada por la guerra, y con qué armas podrá combatirse. Las previsiones de endurecimiento de la política monetaria europea, así como de alza de los tipos de interés, han quedado en suspenso ante un conflicto que obligará a Fráncfort a mantener los estímulos a las economías europeas como escudo frente al recrudecimiento de la crisis. En España, la inflación subió el mes pasado un 0,6%, lo que ha elevado de golpe la tasa interanual hasta el 7,4%, en lo que supone el mayor repunte en 33 años. La estimación sobre la inflación subyacente, que ha escalado hasta el 3%, apunta ya a que las tensiones sobre los precios se están trasladando ya a todos los capilares de la economía.
Los gobiernos europeos tienen ante sí la difícil tarea de liderar una lucha contra la inflación que el BCE no puede combatir, al menos de momento. Ello exige abandonar políticas económicas inflacionarias, así como animar a todos los agentes económicos a mantener los costes bajo control en medio de un horizonte altamente incierto no solo para la seguridad y la paz europea, sino también para la recuperación económica y la prosperidad mundial.
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