Vitalidad innovadora como doble aliado del gran sueño chino
La tecnología puede compensar la caída de la natalidad y evitar que el país envejezca antes de hacerse rico
Con una población activa de 880 millones de personas, más del doble que la población de Estados Unidos, China se enfrenta al desafío de no tener fuerza laboral suficiente para alcanzar el gran sueño de ser un país rico y poderoso en 2049. Aunque la fecha en la que se cumplirá el centenario de la fundación de la República Popular de China puede parecer lejana, se trata de una carrera contrarreloj para materializar las ambiciones del gigante asiático de superar económicamente a Estados Unidos y convertirse en potencia tecnológica mundial.
Para esa fecha, la hoja de ruta económica y tecnológica de China plantea numerosos retos que podrían verse frustrados de persistir el envejecimiento acelerado de la población. De hecho, la falta de interés por la política del tercer hijo apunta a que la población podría haber alcanzado su pico en 2021, reduciéndose a la mitad la población activa en 2050. Un escenario donde resultaría complejo evitar la conocida como trampa de ingresos medios, haciendo de China un país envejecido antes de hacerse rico.
Las ambiciones de China para ascender en la cadena de valor tecnológico están ligadas, asimismo, a conseguir revertir la caída del número de nacimientos desde hace cinco años, registrando los niveles más bajos en seis décadas. Una demografía desfavorable afectaría a las ambiciones de China de convertirse en nodo de innovación mundial en robótica con aplicación de la inteligencia artificial para 2025, pasando de la novena posición actual a situarse entre los cinco países con mayor densidad de robots industriales del mundo.
La natalidad descendió en China hasta los 10,62 millones de nacimientos en 2021, respecto a los 12 millones de un año antes, justo cuando el gigante asiático es cada vez más líder en renovables. Con una cifra récord de 16,9 GW de capacidad eólica marina instalada en 2021, un 171% de incremento respecto a 2020, según la Agencia Internacional de Energía, China opera más de la mitad de la energía eólica instalada en el mundo, avanzando en sus compromisos por un desarrollo sostenible.
Asimismo, la pérdida de competitividad de la economía china frente a otros países de ingresos más bajos lastraría el desarrollo de campeonas globales en el sector de coches eléctricos, y la expansión del modelo Designed in China en los mercados internacionales, justo cuando China comienza a beneficiarse de la reciente entrada en vigor de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, en sus siglas en inglés), el mayor acuerdo de libre comercio del mundo con epicentro en Asia-Pacifico.
La posibilidad de que la población de China haya alcanzado su pico en 2021 se produce cuando el gigante asiático lidera el despliegue de la red 5G y avanza en el desarrollo de capacidades para fabricar chips avanzados que le permitan alcanzar la autosuficiencia tecnológica. En este proceso, la inversión de China en semiconductores supera la de Estados Unidos desde 2018, con una vitalidad inversora que ha alcanzado los 8.800 millones de dólares en 2021, ocho veces superior a los 1.300 millones de dólares que destinó Estados Unidos, según datos de Preqin.
Estos mismos avances tecnológicos influyen, asimismo, en esta tendencia demográfica. En una sociedad que reúne a la primera generación de nativos digitales del mundo, y que se beneficia de importantes mejoras en la calidad de vida respecto a anteriores generaciones, el número de matrimonios cae por séptimo año consecutivo, lastrando los índices de natalidad. Los hábitos digitales de una sociedad siempre conectada, que disfruta del mayor mercado de ecommerce del mundo y de una extensa red de plataformas de pagos digitales, colocan a la población china de las zonas urbanas, principalmente, más cerca del nivel de bienestar que caracteriza a las economías avanzadas.
El descenso demográfico se ha acelerado más de lo esperado a pesar del fin de las restricciones en planificación familiar que han estado vigentes casi cuatro décadas, situando la tasa de fertilidad entre las más bajas del mundo. En ello influye la participación laboral de la mujer, una de las más altas en toda Asia-Pacífico, superando incluso la de Estados Unidos y España, que retrasan la natalidad para centrarse en su carrera profesional, además de los elevados costes de vida en las zonas urbanas, donde reside el 65% de la población.
Sin embargo, en un escenario de acelerada transformación hacia una sociedad moderna en menor tiempo que otras potencias, China podría beneficiarse de la ventaja de una mayor adopción de las nuevas tecnologías para evitar que la baja tasa de natalidad se convierta en el talón de Aquiles que frustre las ambiciones económicas y tecnológicas en las próximas décadas. De hecho, disponer de un entorno tecnológicamente avanzando le permitirá alcanzar una mayor productividad aplicando procesos intensivos en tecnología que compensen la creciente reducción de la fuerza laboral.
Este mismo entorno tecnológico también resulta propicio para avanzar en el desarrollo de un ecosistema de salud digital aplicando las capacidades que ofrece la inteligencia artificial, y en el que ya invierten varios titanes tecnológicos chinos. De hecho, la vitalidad innovadora global en salud digital alcanzó una cifra récord de 57.200 millones de dólares en capital riesgo en 2021, con un incremento del 79% respecto a 2020, según CB Insights, con potentes mercados creándose no solamente en Estados Unidos, sino también en Reino Unido, China e India.
Después de cuatro décadas desde que China comenzara su proceso de apertura y reforma, y tras dos décadas de acelerada revolución tecnológica, tiene ante sí un espacio de tiempo similar para superar la trampa de ingresos medios a la que han sucumbido otras economías. Y la adopción masiva de la tecnología podría resultar ser el mejor aliado de China para compensar una natalidad decreciente y alcanzar el gran sueño chino.
Águeda Parra Pérez es analista del entorno geopolítico y tecnológico de China. Ingeniera, sinóloga y doctora en Ciencia Política, es autora del libro ‘China, las rutas de poder’