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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un giro controlado de la política monetaria para frenar la inflación

CINCO DÍAS

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, sorprendió ayer con un giro en su discurso sobre la inflación que apunta a que Fráncfort parece haber aceptado por fin la posibilidad de que la subida de los precios no sea un problema coyuntural, sino un riesgo potencial para la recuperación en Europa. Pese a que la institución no ha adoptado todavía una decisión sobre los tipos de interés, Lagarde reconoció que “la situación ha cambiado” y abrió la puerta a una subida del precio del dinero en 2022, una medida que podría comenzar a debatirse en la reunión de marzo. Lo cierto es que tampoco hubiese sido fácil o razonable para la presidenta del BCE mantener un discurso de inmovilismo al día siguiente de conocerse que los precios en la zona euro subieron en enero a un ritmo nuevamente sin precedentes, del 5,1% en tasa interanual, principalmente a causa del encarecimiento de la energía.

Los mercados han sido los primeros en reaccionar a las palabras de Lagarde, al descontar ya un cambio de tercio en la política monetaria europea. El mercado comienza a vislumbrar un alza de tipos, probablemente de 20 puntos básicos, ya en septiembre, aunque hay quien augura que será incluso antes del verano, lo que ya ha provocado una rápida subida en las rentabilidades de los bonos soberanos y en las cotizaciones de los bancos. En cualquier caso, y de acuerdo al calendario adelantado por la propia Lagarde, marzo será el mes en el que el BCE revisará las previsiones macro de IPC y PIB, y el momento en que Fráncfort podría anunciar tanto el alza de tipos de interés como una aceleración en el ritmo de retirada de los estímulos monetarios a la economía europea.

Pese a que la inflación actúa como un impuesto silencioso que reduce el poder de compra de los salarios y de las pensiones, deteriora el poder real del ahorro y se extiende a todos los capilares de la economía, Fráncfort hace bien en sopesar con prudencia y serenidad la decisión de elevar el precio del dinero, que no es una medida neutra –ninguna decisión económica lo es– sino que tiene también sus efectos adversos en la actividad. Pero el riesgo de sobrecalentamiento que puede traer consigo una inflación alimentada por factores de muy difícil control, como el incremento del precio del petróleo, el crecimiento exponencial de la demanda tras las restricciones por la pandemia, la crisis de materias primas o los cuellos de botella en algunas actividades industriales, no solo hacen obligado plantear un cambio en la política monetaria de los últimos años, sino acertar tanto en el ritmo de ejecución como en el momento adecuado para implementarlo.

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