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La carrera presidencial en Italia reaviva el riesgo político

Al convertirse en presidente, Draghi actuaría como garante de la lealtad de Italia al euro y a la OTAN, pero posiblemente precipitaría una nueva crisis institucional

La elección del próximo presidente de Italia podría señalar la vuelta al riesgo político. El Gobierno tecnócrata del primer ministro Mario Draghi ha traído un poco de calma al país. La incapacidad de los políticos para ponerse de acuerdo sobre un candidato presidencial convincente convierte al ex jefe del BCE en un fuerte aspirante a ser el próximo jefe de Estado. Pero su ascenso a la presidencia podría desencadenar una nueva crisis política.

El ex banquero central, que fue incorporado para encabezar un amplio Gobierno de coalición en febrero del año pasado, no cuenta con el respaldo oficial de ningún partido político italiano. Algunos, como Berlusconi y el jefe de la Liga, Matteo Salvini, quieren que siga como primer ministro para luchar contra la crisis sanitaria y la subida de los precios de la energía. Sin embargo, su prestigio nacional e internacional y su falta de afiliación política pueden propulsarle a la presidencia.

Hacer el cambio significaría dejar el cargo de primer ministro un año antes del final de la actual legislatura. Italia podría designar a otro tecnócrata, como el economista Enrico Giovannini, o elegir a un líder político. De cualquier modo, el nuevo gobierno estaría menos unido. Las disputas internas podrían ralentizar o diluir la batería de reformas que Italia debe promulgar a cambio de unos 200.000 millones de euros de los fondos pospandemia de la Unión Europea. La medida podría incluso desencadenar la convocatoria de elecciones anticipadas, cuyos resultados serían difíciles de predecir.

Los inversores están mostrando algún signo de nerviosismo renovado. La diferencia entre la rentabilidad de los bonos italianos y alemanes a 10 años, que se ha mantenido estable en torno a los 100 puntos básicos durante la mayor parte del año pasado, se ha ampliado recientemente a unos 140, aunque sigue muy lejos del diferencial de más de 300 alcanzado con el Gobierno de coalición antiausteridad en 2018. Al convertirse en presidente, Draghi actuaría como garante de la lealtad de Italia al euro y a la OTAN, pero posiblemente precipitaría una nueva crisis política. No hay una respuesta fácil al enigma presidencial.

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