Una Bolsa de composición débil en una economía con muchas dudas
La Bolsa española encadena una serie de años con un comportamiento comparado poco rentable y este año cerrará aumentando ese diferencial negativo con Europa de forma sorprendentemente abultada. Mientras que los índices selectivos de grandes compañías en Francia o Alemania están en sus máximos históricos, el Ibex 35 cerrará este ejercicio con una muy cicatera rentabilidad, y en una cuota absoluta que sigue al 50% de los valores máximos alcanzados ya hace más de una docena de años, antes de la gran crisis financiera. No hay una sola explicación para este desempeño tan negativo de la renta variable en España, sino una combinación de distintas circunstancias, que todas juegan en contra de los intereses de los inversores. Lógicamente, dentro de los índices sí se pueden encontrar historias de éxito en compañías concretas, que son los asideros más relevantes a los que los particulares pueden agarrarse.
En los últimos años la justificación del desempeño negativo era que el índice selectivo de la Bolsa estaba muy volcado a la banca y la promoción inmobiliaria, que tuvieron que encajar los ajustes de valoración tras el pinchazo de la burbuja. Ahora los expertos lamentan que España esté demasiado volcada en la economía de servicios y que las grandes empresas cotizadas sean de tal naturaleza. Es cierto en parte, pero también hay media docena de empresas manufactureras, algunas de talla mundial, que desmienten tal creencia. A fin de cuentas, el índice reproduce lo que es la economía española, en la que el peso de la industria se ha ido reduciendo en las últimas décadas, mientras que las empresas de servicios han perdido atractivo entre otras cuestiones por disponer de una presencia significativa en zonas débiles, como Latinoamérica, además de haber perdido el favor de los inversores también en Europa, como es el caso de las telecomunicaciones. Tampoco hay referentes tecnológicos de suficiente entidad como para atraer la atención de los inversores, sobre todo de los grandes fondos, que buscan empresas de tamaños relativamente más elevados.
Desde que el BCE amplió su propósito tras la pandemia y compra toda la deuda que haga falta en el mercado, el riesgo de política económica se ha difuminado, pero en absoluto ha desaparecido. En España están penalizadas las grandes compañías energéticas (Iberdrola es la que más computa en el Ibex) por el intervencionismo gubernamental en la regulación, y la sombra de duda sobre la recuperación de la economía sigue siendo alargada por la ausencia de convicción en materia reformista del Gobierno y el creciente incremento del desequilibrio fiscal y de la deuda. Para que 2022 pueda girar al alza, la economía necesita las certezas que la pasividad política le está hurtando.