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El Banco Mundial tiene un problema con la implicación de los accionistas

Hay anacronismos que podrían eliminarse para reducir los sesgos pro-grandes países, como la tradición de nombrar a un estadounidense como jefe

El peso económico suele equivaler a la influencia política. Pero complacer demasiado a las potencias puede tener repercusiones negativas, como está descubriendo el Banco Mundial.

Los líderes del organismo, incluida su entonces jefa Kristalina Georgieva, presionaron en 2017 al personal para que elevara la clasificación de China en un informe sobre la facilidad para hacer negocios, según una investigación independiente. Georgieva, ahora jefa del FMI, dijo que estaba en desacuerdo en lo fundamental con las conclusiones y la interpretación del informe. Pero los detalles son una lectura incómoda. Parecían más preocupados por mantener contenta a China que por la integridad de un informe ampliamente seguido.

Este enfoque podría desestimarse como realpolitik que mitiga el sesgo pro-EE UU inherente a una institución que, como el FMI, se creó para ayudar a los esfuerzos de reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. Pero eso supondría subestimar lo perjudiciales que pueden ser esas tácticas para organizaciones cuya capacidad de financiación es necesaria para afrontar retos enormes, sobre todo el climático y ayudar a los países pobres a salir de la pandemia.

El Banco Mundial es el mayor proveedor de financiación climática de los países en desarrollo, que son los que menos pueden afrontar los costes de la descarbonización. Y el FMI distribuyó en agosto 650.000 millones de dólares en nuevos Derechos Especiales de Giro, su cuasimoneda, para combatir los daños del Covid. La polémica distrae de este buen trabajo y da munición a los críticos, especialmente en EE UU, el mayor accionista del Banco Mundial.

Es cierto que el hecho de que los países sean accionistas establece una dinámica peculiar que requiere la conciliación de intereses y prioridades en conflicto. Pero hay anacronismos que podrían eliminarse para reducir los sesgos pro-grandes países. El primero y principal es la tradición de nombrar a un estadounidense como jefe. Sería un buen comienzo para mejorar la implicación de los accionistas en una institución cuyo trabajo puede ayudar a crear un planeta más justo y verde.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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