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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La avidez del capital extranjero por España es buena señal

El respaldo fiscal y monetario a la economía ha sido clave, y el país no es un mercado de riesgo: ni la coyuntura ni la deuda ni la tensión política disuaden al inversor

CINCO DÍAS

El dinero no parece asustado por los severos efectos de la pandemia en España (el país de la OCDE con mayor caída del PIB en 2020) ni por el aumento del endeudamiento. Antes al contrario, la avidez por las compras en España ha elevado (hasta julio) un 20% las operaciones de fusión y adquisición respecto al mismo periodo del ejercicio pasado, un 2020 que cerró con un alza, a su vez, del 31% sobre el conjunto de 2019. En siete meses de este año las operaciones anunciadas suman 70.000 millones de euros.

Las hay de todo pelaje: de perfil defensivo (caso de la banca) a compras industriales, desinversiones forzadas (ITP) o transacciones de calado con derivadas en el Consejo de Ministros (Naturgy). En cualquier caso, el denominador son las ganas de comprar. España no es un mercado de riesgo; ni la coyuntura ni la deuda ni la tensión política disuaden al inversor. El dinero no se suele entretener en debates estériles y tiende a votar con los pies: va donde hay oportunidades y huye donde percibe riesgos.

El respaldo fiscal y monetario a la economía ha sido clave, tanto para que el desplome de actividad de 2020 no se enquistara como para dar cobertura y seguridad financiera a empresas y a inversiones en el país. Igualmente, la abundancia de liquidez ha llenado las arcas de los fondos de capital riesgo, principales actores en esta fiebre de las compras.

Pero, a diferencia de los cortoplacistas flujos financieros, la inversión directa requiere de algo más que viento en las velas; precisa un tejido productivo con potencial. Y para que las operaciones lleguen a buen término suele precisarse un accionista dispuesto a vender o a entrar en un proceso de fusión. Algo que también abunda, ya sea por necesidades de vender, ganar escala, de encarar los cambios económicos o, también, porque los propios fondos de capital riesgo concluyen ciclos inversores.

Los sectores favoritos son aquellos de ingresos predecibles: telecomunicaciones y energía. Aunque las operaciones han llegado a casi todos los ámbitos: alimentación, transportes e industria han llenado también los despachos de los bancos de inversión. España ha abandonado el monocultivo del ladrillo levantado a golpe de deuda y eso es para felicitarse.

La contrapartida es la eventual pérdida del control accionarial y de centros de decisión en estas mismas áreas. Alguna de ellas particularmente sensibles a nivel laboral y claves tanto en el mantenimiento del empleo de calidad como en la vertebración económica de territorios que no se suelen beneficiar de las euforias financieras. Algo, también, a tener en cuenta.

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