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BP pasa de tortuga a liebre tras varios reveses para otras petroleras

El cambio en el consejo de Exxon, una sentencia contra Shell y un informe de la AIE señalan un cambio de tendencia

Obsequios de BP.
Obsequios de BP.reuters

Bernard Looney debe de sentirse muy satisfecho. Desde que presentó con orgullo su plan para alejar a BP de los combustibles fósiles el pasado mes de septiembre, el consejero delegado de la petrolera británica ha visto cómo la cotización de la empresa se ha comportado peor que la de sus rivales europeos y estadounidenses. Tras el triple golpe que ha sufrido la industria petrolera en poco más de una semana, ese descuento debería desaparecer.

En este momento, no está del todo claro cómo cambiará la estrategia de Exxon Mobil como resultado de la colocación por parte de inversores activistas de al menos dos nuevos consejeros en el consejo de administración de la empresa el miércoles pasado.

Tampoco está claro si la sentencia de un tribunal holandés del mismo día que obliga a Royal Dutch Shell a reducir sus gases de efecto invernadero en un 45% para 2030 se aplicará solo a los 116 millones de toneladas anuales emitidas en el curso de los procesos de producción del grupo angloholandés, o si se extenderá también a las emisiones de los clientes que utilizan sus productos.

También es posible que la industria interprete el llamamiento de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de hace dos semanas, según el cual la producción de petróleo debe descender precipitadamente, como una directriz y no como un imperativo.

Lo que está claro, sin embargo, es que los días en que los grandes grupos petroleros eran opacos en cuanto a sus planes de reducción de emisiones han terminado. En lugar de establecer objetivos fragmentarios para reducir los gases de efecto invernadero a cero en tres décadas, los gigantes de la industria tendrán que incorporar a sus objetivos las emisiones de todos sus clientes. Ese es un aspecto que grupos estadounidenses como Exxon y Chevron han tendido a evitar, y en el que Total se queda corto. Las petroleras también tendrán que comprometerse a reducir las emisiones en términos absolutos para 2030, algo que Shell ha evitado hasta ahora. Ello probablemente signifique seguir el ejemplo de Looney, que se comprometió a reducir la producción de petróleo de BP en un 40% para 2030.

Lo que este cambio signifique para las valoraciones puede no ser evidente al instante. Los inversores en petróleo han valorado tradicionalmente los generosos dividendos. Las acciones de Exxon y Total rinden en torno al 6%, muy por encima de Shell y BP, que recortaron fuertemente sus pagos el año pasado. Los valores empresariales de Chevron y Exxon son también un múltiplo del ebitda más alto que los de sus rivales europeos.

Sin embargo, esto ya estaba empezando a cambiar. En los últimos tres meses, las acciones de BP han subido un 8%, mientras que las de Total están planas y las de Shell han caído ligeramente. La subida del 8% de las acciones de Exxon en el mismo periodo se debe, en parte, a que los inversores prevén que un activista exitoso ayude a empujar al grupo hacia las energías renovables. Looney, que antes era una tortuga para los inversores de la industria petrolera, se está convirtiendo rápidamente en una liebre.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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