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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Inversión pública o declive, esta es la cuestión

Es necesario la intervención de la Administración para apoyar a las empresas con solvencia suficiente para salir adelante y superar esta crisis

Las Administraciones Públicas tienen diferentes mecanismos para apoyar a las empresas privadas, desde la convocatoria de subvenciones, la desgravación fiscal por determinados gastos o inversiones o la compra pública de innovación. Desde nuestra incorporación a la Unión Europea, las reglas de defensa de la competencia han ido estrechando el campo de actuación de estas herramientas (el marco de ayudas de Estado es un ejemplo de estos límites).

Sin embargo, queda un campo en el que las reglas en la Unión Europea son más difusas y asimétricas, y por lo tanto dejan un campo de juego más amplio: la participación de entidades públicas como accionistas en empresas público-privadas.

No es extraño, ya que Francia y Alemania (y en el caso de Alemania, también las administraciones regionales o Länder), participan como accionistas de referencia en empresas que operan en sectores muy diversos y completamente abiertos a la competencia privada. Y dado su peso y relevancia en la definición del proyecto europeo, cabe esperar que estas reglas se mantengan por bastante tiempo.

La lista de empresas participadas por estos Gobiernos es larga, y recorre sectores estratégicos como el de aviación (Air France, ADP), el aeroespacial (Airbus, Thales, Safran), pasando por la fabricación de automóviles (Volkswagen, Renault), las comunicaciones (Deutsche Telecom, Orange), la energía (EDF, Engie, RWE), por citar algunas de las más conocidas.

Peter Altmaier, ministro de Economía y Energía alemán, ha propuesto en la Estrategia de la Industria 2030, la creación de un comité permanente que, como último recurso, podría decidir participar en empresas alemanas que producen tecnologías relevantes para la seguridad (las acciones, serían adquiridas por el banco estatal alemán de desarrollo KfW).

Este papel de lo público en el lado inversor ha tenido también en España sus momentos y protagonistas, tanto por parte del Estado como por parte de las comunidades autónomas. Historias de éxito, e historias de fracaso. Intervenciones públicas y privatizaciones (o rescates) se han sucedido en los últimos años, dejando un balance irregular en las arcas públicas (y en la memoria de clientes, proveedores y competidores).

En la última crisis global de Lehman Brothers, hemos asistido a nuevos episodios de esta forma de hacer política económica, que tiene defensores y detractores. El rescate de General Motors o Chrysler por el Gobierno de Obama, o la nacionalización de la matriz de Bankia (BFA) son alguno de los ejemplos que han llenado titulares y primeras planas durante estos últimos años. Es natural que cualquier Gobierno contemple esta alternativa con precaución porque, aunque probablemente las intenciones siempre han sido buenas, los resultados no siempre lo han sido. Adicionalmente la posición de endeudamiento actual de las arcas públicas en España, y las expectativas para esta próxima década, arrojan sombras aún más oscuras. Incrementar el endeudamiento sin abordar una profunda reforma fiscal, es algo que exige reflexión y debate.

Por eso nos ha parecido relevante abogar de forma decidida y firme por la intervención urgente de las Administraciones Públicas en dos tipos de actuaciones muy diferentes, pero ambas muy urgentes, y absolutamente estratégicas para la prosperidad de nuestro país en esta nueva crisis creada por la pandemia.

La primera de ellas tiene ya un instrumento creado y aprobado por Bruselas a mediados del año pasado: el fondo de apoyo a la solvencia de empresas estratégicas. Un total de 10.000 millones que pueden articularse en distintos instrumentos de capital (suscripción de acciones, participaciones sociales…) o híbridos (préstamos participativos, deuda convertible…).

No puede ser más perentorio que se utilice este instrumento con agilidad y acierto. Hasta el último euro de esa cantidad debería invertirse en ayudar a salvar el abismo de estos meses a aquellas empresas que tengan condiciones para seguir siendo rentables una vez superada la caída en actividad y consumo inducida por los confinamientos. En la empresa, tampoco es posible resucitar a los muertos: no caben demoras al tratamiento cuando el enfermo está en la UCI.

La segunda actuación también ha cumplido un hito muy relevante con la aprobación a finales de 2020 del real decreto ley de medidas urgentes para la modernización de la Administración Pública y para la ejecución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Este real decreto elimina parte de los requisitos para establecer convenios y para configurar consorcios público-privados y Pertes (proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica).

Si queremos transformar nuestra economía, necesitamos empresas que se posicionen como actores globales en nuevos mercados emergentes. Y para entrar en algunos de estos mercados, el límite de las subvenciones definido por el marco de ayudas de Estado es demasiado estrecho como para incentivar la inversión empresarial, debido al elevado riesgo tecnológico, o a las incertidumbres sobre el momento en el que despegará la demanda privada.

Hemos conocido experiencias muy exitosas de este tipo de inversiones público-privadas en el desarrollo del sector eólico, o en el de las centrales de ciclo combinado. Es ahora el turno de nuevos negocios que crearán empleo y generarán prosperidad durante las próximas décadas. Contamos además para ello con una inyección extraordinaria de los fondos de la Unión Europea Next Generation.

No es momento de dudar, a pesar del riesgo de equivocarse (nadie tiene una bola de cristal que garantice la viabilidad de las empresas en crisis, o el éxito de un nuevo sector), a pesar del riesgo de fallar en la ejecución (el diablo, como en casi todo, está en los detalles). Necesitamos líderes en política dispuestos a asumir su parte del riesgo, y líderes en lo privado dispuestos a acompañarlos con generosidad y visión de Estado.

Inversión pública, o declive.

Grupo de reflexión de Ametic

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