Europa necesita oxígeno financiero, pero también reformas
Fráncfort deberá seguir manteniendo una política monetaria de sostenimiento a la economía europea que va más allá de la tarea propia de un banco central
Tras su primera reunión del año, el Consejo de Gobierno del BCE ha anunciado un guión sereno y sin sorpresas que, en términos marítimos, consiste en mantener el rumbo y la velocidad ajustados a las circunstancias del tiempo. El rumbo y la velocidad se marcaron ya en la última reunión del organismo, en diciembre, cuando ante la erosión creciente de la crisis, decidió elevar en 500.000 millones de euros el programa extraordinario de compras de deuda y mantenerlo durante nueve meses más, además de reforzar las líneas de liquidez para la banca. Las circunstancias del tiempo a las que hay que adaptarse están determinadas por la evolución de la pandemia y de las previsiones de crecimiento. En la reunión de ayer, Christine Lagarde se mostró moderadamente optimista, lo suficiente para decidir no adoptar nuevas medidas, aunque sin dejar de advertir que si las circunstancias se tornan adversas no le temblará la mano para aumentar las compras de deuda.
El optimismo del BCE, que de momento mantiene sus previsiones para el primer trimestre, se asienta sobre la reducción de los factores de riesgo que acechan a la economía mundial. Por un lado, debido al inicio de las campañas de vacunación en buena parte de los países europeos, y por otro, por la aprobación del acuerdo del Brexit y la victoria demócrata en las elecciones de EEUU, que previsiblemente debería mejorar las relaciones entre Washington y Bruselas. Sin embargo, Fráncfort es también plenamente consciente de que en el otro lado de la balanza está la amenaza de la tercera oleada del virus, que está golpeando ya a Europa, y del probable regreso a confinamientos y restricciones de movilidad en toda la zona euro.
La labor que está realizando el BCE durante esta crisis equivale a la de una gigantesca bombona de oxígeno en un entorno de alta dificultad para respirar. El crecimiento exponencial del gasto público en los países europeos, necesario para sostener a un tejido empresarial que en algunos sectores está practicamente paralizado, así como a los grupos más vunerables de la población, obliga a Fráncfort a seguir manteniendo una política monetaria de sostenimiento a la economía europea que va más allá de la tarea propia de un banco central. La prioridad ahora, como ha recordado Lagarde, es asegurar la financiación de los Estados y del tejido empresarial, un esfuerzo que en esta crisis comparte también la UE con un programa de ayudas a la recuperación histórico en su magnitud y condiciones. Sin embargo, como Fráncfort y Bruselas han señalado muchas veces, Europa necesita también reformas estructurales que flexibilicen las economías y las preparen, cuando llegue el momento, para volver a crecer.