¿Desconexión entre la economía y los mercados?
Las reuniones familiares de Navidad pueden sacar a relucir ese complejo debate y otros como el del Bitcoin
Si bien la Navidad es un momento para compartir en familia en torno a una buena comida festiva, también es un momento privilegiado para que algunos destrocen los debates sobre temas de candente actualidad. Y para quienes tengan la suerte de reunirse este año con un miembro de su familia centrado en lo financiero, existe un cierto riesgo de que esa persona desvíe el debate sobre el Covid hacia el Bitcoin o la desconexión entre los mercados financieros y la economía real. Antes de iniciar las hostilidades, aquí ofrezco algunos elementos que podrían permitirle elevar el debate, y, quién sabe, quizás cerrarlo.
En primer lugar, el Bitcoin. Al igual que recordamos, sobre todo, los trenes retrasados, el sesgo natural es centrar la atención en los activos financieros que registran los rendimientos más estratosféricos. Después de invitarse a la cena de Navidad de 2017 gracias a un rendimiento anual del 1.375%, aquí tenemos al Bitcoin volviendo por la puerta grande en 2020, gracias a una cotización multiplicada por tres, a pesar de que su uso como moneda de cambio esté lejos de haberse democratizado.
La cuestión es ciertamente interesante, hasta el punto de que los bancos centrales están empezando a apropiarse de ella. Pero, francamente, ¿podemos hablar de moneda en serio? ¿En qué situación está Libra, la moneda virtual made in Facebook? ¿Y quién compra hoy el pan con los Bitcoin?
Más allá de ella (que solo su primito friki es capaz de abordar), EL tema sobre el que todos los comensales tendrán una opinión que compartir es la aparente desconexión entre la economía y los mercados. Y es probable que se introduzca delicadamente con la siguiente declaración: “Los mercados se han vuelto locos, las acciones suben, mientras que los planes sociales se multiplican. ¡Basta con abrir el periódico para darse cuenta!”
Aunque la segunda parte de la oración es correcta, la primera lo es mucho menos. Comience por abundar, tranquilamente, en la realidad de una situación económica compleja. Aumento del desempleo y la desigualdad, disminución de la rentabilidad de las empresas, … la crisis económica que estamos atravesando es la más grave desde la posguerra, es un hecho. Pero para salir de este atolladero, trate de explicar que la temporalidad es estructuralmente diferente entre la realidad económica actual y el precio de los activos financieros.
Por lo tanto, es frecuente que se produzca una aparente desconexión. Los datos económicos reflejan el pasado, o en el mejor de los casos, la situación presente para los más reactivos de ellos, mientras que los mercados financieros reflejan las expectativas de futuro. Por otra parte, solemos evaluar su horizonte promedio en torno a seis meses. Aquí está toda la diferencia. Para mediados del 2021, se espera que la visibilidad económica sea mucho más clara de lo que parece actualmente.
El despliegue de las primeras vacunas reducirá, inicialmente, el ritmo de contagios y, después, esperemos que los elimine. Por su parte, los Estados seguirán apoyando este difícil período económico y, a continuación, pondrán en marcha planes de estímulo sin precedentes para acelerar el ritmo de la recuperación. La expansión presupuestaria estará ahí.
Bancos centrales
Por último, las autoridades monetarias seguirán inyectando liquidez para que los Estados, las empresas y las familias se financien a buen precio de manera sostenible. La Reserva Federal de Estados Unidos acaba de anunciar, justamente, que mantendrá unas condiciones monetarias extremadamente flexibles durante largo tiempo aún, al igual que el Banco Central Europeo ya anunció recientemente.
La única pega posible en este panorama es el riesgo político a más largo plazo, con la desconfianza de los partidos tradicionales, que podría acentuarse por el aumento de la desigualdad y una gestión de la pandemia a veces arriesgada. De hecho, las próximas citas electorales serán un buen barómetro para medir la dinámica populista en acción.
Y finalmente, si el debate se desvía hacia la cuestión de “¿cómo vamos a pagar todas estas deudas?”, será el momento de proponer amablemente a todos los comensales que pasen a los regalos. La Navidad debe seguir siendo una fiesta. Y el año 2020 ha sido suficientemente arduo como para venir a estropearla. Así que disfrute de unas excelentes fiestas de fin de año, y cuídense mucho, usted y los suyos.
Olivier de Berranguer es director de gestión de activos de La Financière de l’Echiquier