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Pekín y Ant emprenden una delicada y peligrosa danza

Las autoridades saben que es un canal clave para el crédito a las pequeñas empresas

Sede de Ant en Hangzhou (China), en septiembre pasado.
Sede de Ant en Hangzhou (China), en septiembre pasado.ALEX PLAVEVSKI (EFE)

Ant y Pekín han emprendido una delicada y peligrosa danza. Tras forzar al gigante de la tecnología financiera a suspender su OPV el mes pasado, las autoridades han presentado exigencias que frenarán la capacidad de crecimiento de la compañía. Aunque el Gobierno necesita que Ant siga apoyando a las empresas privadas, eso es poco consuelo para los inversores.

En noviembre, el fundador Jack Ma recibió una advertencia por comentarios que desacreditaban la regulación financiera mundial y el nuevo borrador de normas para los préstamos online, lo que acabó desbaratando el planeado debut en Bolsa de Ant por 37.000 millones de dólares.

Los reguladores han mantenido la presión desde entonces y se reu­nieron con los ejecutivos de Ant durante este fin de semana para otra reprimenda en la que arremetieron contra el pionero por su mala gestión empresarial, su desprecio de la regulación, su aprovechamiento del dominio del mercado y otros defectos. 

Las autoridades también expusieron cinco exigencias, entre ellas una mayor transparencia, la creación de sociedades financieras de cartera y la sugerencia, que suena amenazante, de que Ant “vuelva” a su negocio básico, los pagos, de menor margen que el crédito y los seguros online, en rápido crecimiento.

La empresa ha establecido un grupo de “rectificación” para aplicar los nuevos requisitos regulatorios. Aun así, el futuro de Ant está en el aire y no se puede descartar una disgregación dirigida por el Gobierno. Las acciones de Alibaba, que posee un tercio de las acciones de Ant, han caído un 8% este lunes; han bajado casi un 30% desde el desafortunado discurso de Ma.

Los accionistas también están preocupados por una investigación antimonopolio sobre las prácticas de comercio electrónico de Alibaba. El incremento anunciado el domingo del programa de recompra de acciones, de 4.000 a 10.000 millones de dólares, no parece haberlos tranquilizado.

A los mecenas que esperaban una salida de la empresa con una lluvia de ganancias mediante una OPV, incluidos los pesos pesados del private equity Carlyle y Warburg Pincus, les irritará la perspectiva de una incertidumbre prolongada.

Aun así, hay suficiente margen para que ambos lados puedan maniobrar. La compañía ha reducido recientemente los límites de préstamo para algunos usuarios de su servicio de tarjeta de crédito virtual a fin de frenar los riesgos. Y si bien las autoridades piensan que la expansión de Ant ha sido imprudente, también saben que es un canal clave que proporciona crédito a las pequeñas empresas privadas, a las que han descuidado los prestamistas tradicionales a pesar de los grandes esfuerzos de los bancos centrales.

Si una dureza excesiva obliga a Ant a dar marcha atrás, podría haber consecuencias económicas. Ambas partes deben actuar con cuidado para evitar pisarse los pies la una a la otra.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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