¿Qué decidirá el resultado electoral del 3 de noviembre?
Las encuestas suelen ser fiables en EE UU, y las victorias de Truman en 1948 y Trump en 2016 fueron las excepciones
El 19 de octubre de 2020, Joe Biden supera en 10 puntos a Donald Trump en las encuestas. Es estimación de voto para todo el país y media aritmética de 100 encuestas publicadas recientemente. La distancia que separa a Biden de Trump ha sido estable en 2020. Aun así, siguen publicándose encuestas a tres semanas de las elecciones porque también en 2016 Hillary Clinton superaba a Trump en los sondeos, pero fue Trump quien ganó las elecciones. Hoy, analistas y sociólogos son más prudentes.
Las circunstancias son excepcionales. El virus, la recesión económica y una nueva agenda electoral hacen que los modelos predictivos no sirvan para estas elecciones. En febrero, cuando la economía crecía por undécimo año consecutivo y la tasa de paro era inexistente, la economía hubiera sido objeto de debate electoral. Igualmente, la política internacional, acuerdos comerciales, la guerra tecnológica con China, etc. En febrero las encuestas situaban a ambos candidatos en un relativo pie de igualdad. En octubre, las probabilidades estadísticas de que gane Biden son altas; las de Trump, pocas. Pero, esas estadísticas se obtienen de encuestas y, a este respecto, las elecciones son de alto riesgo.
¿Son fiables las encuestas en EE UU? Habitualmente, sí. Las victorias de Truman en 1948 y Trump en 2016 fueron sorpresas y excepciones. Es llamativo, sin embargo, que las 100 encuestas analizadas arrojen un resultado parecido en todo el país, midiendo el voto popular, ya que el sistema electoral es indirecto. Será presidente quien obtenga 270 de los 538 delegados electorales. Estos representantes son elegidos en circunscripciones electorales repartidas por todo el país. Estados muy poblados como California, Nueva York, Florida e Illinois tienen muchos distritos.
Pero enmiendas a la Constitución otorgaron fuerte peso electoral a estados que, siendo demográficamente más débiles, tienen significación política o económica. Es el caso de los estados del llamado Rust Belt, donde hubo mucha industria pesada hasta los años setenta y que quedaron como un erial cuando la producción se fue a países emergentes.
En el sur o Dixie, donde se ubican los estados del Bible Belt, hay cuatro motivos compensatorios, que les dan importancia en el colegio electoral, aunque estén poco poblados: tras la Guerra Civil (1861-1865), el Norte invadió el Sur y, durante lo que se llamó The Reconstruction, las tropas yankees invadieron el Sur, creando un resentimiento que llega a hoy; además, son estados muy pobres (Arkansas, Tennessee, Misisipi, etc.) y con mucha población afroamericana: el colegio electoral busca compensar la pobreza y la injusticia racial dando más peso relativo a estos estados. Por último, 80 millones de evangélicos, baptistas, metodistas, luteranos, protestantes en definitiva viven allí y son uno de los tres pilares del voto republicano.
El comportamiento del votante americano, en 2020, está condicionado (no determinado) por los factores socioeconómicos y demográficos de siempre y, adicionalmente, nuevos factores que trascienden el “¡es la economía, estúpido!” (James Carville, asesor de Bill Clinton en las elecciones de 1992): injusticia social, injusticia racial e injusticia de género son cuestiones que los demócratas han introducido en el debate electoral como factores esenciales. El reconocimiento de que América no es una nación homogénea sino diversa en razas y religiones, donde se dilucida si se abre más o menos la puerta de la inmigración.
Según la CNN, Biden pretende otorgar la ciudadanía a 11 millones de inmigrantes ilegales que “supuestamente votarían demócrata”, sostiene Anderson Cooper, director de la CNN. Si así fuere, el panorama electoral cambiaría radicalmente y los republicanos tendrían muy difícil volver al poder. Ya hoy apenas tienen mayoría en el Senado y las encuestas les otorgan la pírrica victoria de un senador. Perderían, como en las elecciones de mitad de mandato de 2018, la Cámara de Representantes, en manos demócratas, y tienen el objetivo de cambiar el colegio electoral o, sencillamente eliminarlo, para reflejar la nueva realidad demográfica de América, en que los blancos dejarían de ser la mayoría, para convertirse en la minoría más grande.
En teoría, el voto blanco es proclive a Trump. Especialmente en estados rurales, en los que se ha perdido la manufactura, y en los más religiosos y cristianos. Pero las encuestas muestran tendencias cambiantes: los mayores y las mujeres blancos que apoyaron a Trump en 2016 hoy le apoyarían menos por no estar de acuerdo con el presidente en la forma en que ha gestionado la pandemia.
Y están los battleground states, los más reñidos y donde Trump debiere ganar con holgura, pero que, en 2020 están muy disputados, con solo un 4% de ventaja para Biden: Florida, Pensilvania, Michigan, Wisconsin, North Carolina y Arizona. Por este motivo, Trump se ha lanzado a una frenética agenda de rallies (mítines) electorales en esos estados para movilizar su base electoral, aunque la experiencia dice que la publicidad en televisión y el influjo de las redes sociales tienen más impacto positivo que las reuniones del candidato con miles de personas.
Biden está comunicándose con los suyos mediante mítines electorales televisados, versus el contacto físico de Trump con los conservadores. Trump usa también las redes sociales, pero se encuentra con las cortapisas de Twitter y Facebook para hacer llegar su mensaje. Como en 2016, el 99% de las empresas TIC se han posicionado del lado demócrata.
Los dos factores que decidirán el resultado del 3 de noviembre han sido enunciados por los candidatos: Biden dice que “en estas elecciones está en juego cuál será el alma de América”. Trump apuesta todo a una carta: “Ley y orden”.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants y autor de Hillary vs Trump, Trump año uno y Trump, año de trueno y complacencia