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El dividendo bumerán y las puertas al campo

El BCE está estudiando levantar las restricciones ante la alta penalización que está sufriendo la banca

En los últimos meses, una parte de las empresas cotizadas han decidido suspender, recortar o aplazar el pago del dividendo. Parece una medida lógica para que, en momentos excepcionales como el que vivimos, las empresas conserven resultados, retengan liquidez y, por tanto, preserven mejor su solvencia o sostenibilidad. Aunque se está demostrando que no es tan sencillo buscar esa liquidez al actuar por sistema sobre el dividendo.

Eso sucede porque en una gran mayoría de empresas cotizadas está grabado en piedra que el dividendo es irrenunciable. Es uno de los dos fundamentos por los que hasta ahora un minoritario compraba acciones y se le retribuía. El otro es la revalorización del valor de la acción. Una vez que este segundo está totalmente desbocado, parece que solo quedaría el dividendo. Y si ahora el dividendo no se paga, ¿qué queda? A su vez, esto golpea de manera directa al valor de la acción en lo que se convierte en un círculo vicioso nada sostenible para la empresa y el minoritario.

Adicionalmente, eliminar el reparto de dividendo puede resultar un bumerán para las políticas sociales. Las fundaciones de las grandes empresas e instituciones financieras se nutren precisamente del dividendo, y la obra social de estas fundaciones sostiene infinidad de proyectos que en estos momentos son más necesarios que nunca (ejemplo claro de La Caixa).

El dividendo es quizás un bumerán en este contexto, se haga lo que se haga, y lo más sensato es zanjar el asunto con el criterio del mal menor en cada caso. Esta decisión debe adoptarse en el consejo de administración, órgano soberano de las empresas.

En cambio, nos encontramos con realidades específicas como las entidades financieras, un negocio regulado. El Banco Central Europeo (BCE) ha optado por vetar el reparto de dividendo en el escenario actual vía recomendación (aunque, de facto, obligatoria con medidas punitivas de mayor requerimiento de capital a la entidad que incumpla la supuesta recomendación). El lícito racional de esta medida es no repartir dividendo y utilizar este dinero extra para aportar mayor flujo de crédito a la economía real, tan necesario en estos momentos.

Pero es imposible ponerle puertas al campo en un régimen democrático. De hecho, el BCE está estudiando ahora levantar esta medida ante la alta penalización que está sufriendo la banca en los mercados financieros, como añadido de no poder retribuir al accionista. De nuevo el dividendo bumerán…

Sí, es una tormenta perfecta. No es nada fácil. Y seguramente resulta más sencillo sortear el temporal en regímenes donde la democracia hace aguas. Pero no debemos dejarnos nublar en el mundo libre por los mensajes simplistas y maniqueos que llegan desde nuestro entorno político y que son mucho más complejos, dirigidos e intencionados de lo que podríamos imaginar.

José Ignacio Jiménez es socio de Talengo

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