Los viajes de los españoles en el verano del coronavirus
El turismo nacional no compensa la fuerte caída de los visitantes extranjeros Solo los alojamientos rurales resisten en algunas zonas en una temporada calificada por el sector como muy mala
Los viajes de los españoles en este verano del coronavirus se han parecido a los que se hacían en los años setenta: vehículos propios y turismo familiar con destino a las segundas residencias o a los lugares de origen. También se han producido dos cambios: apenas ha habido turistas de fuera de España y el turismo rural ha despegado con fuerza en algunas zonas.
Este verano también ha sido similar a una montaña rusa. Empezó con fuerza en junio por la finalización del estado de alarma. A mediados de julio comenzó un descenso precipitado, debido a los rebrotes en ciertas comunidades autónomas, que afectaron al viajero nacional, y a las cuarentenas y las restricciones impuestas por muchos países europeos a sus ciudadanos que tenían como destino España, que impactaron en el extranjero. Todo ello se ha ido agudizando con el transcurso de los días y ha culminado en agosto para configurar una temporada calificada por los diferentes actores del sector como muy mala.
De hecho, el lobby turístico Exceltur da ya por concluida la temporada y calcula en 98.753 millones de euros las pérdidas en 2020 y una caída del 64,7% con respecto a 2019. Las comunidades autónomas más afectadas son Cataluña y Baleares, mientras que los sectores en los que el empleo se verá más golpeado una vez finalizada la época estival serán las agencias de viajes y las aerolíneas, según este organismo.
Usando un símil sanitario, la industria, dice Pablo Díaz, profesor de Turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), “está ingresada en planta, aunque territorios como Baleares, Canarias o Cataluña están en la UCI, y otros como el norte y zonas del interior están en atención primaria”. Su conclusión es clara: “Ha habido demanda, pero el turismo nacional no ha llenado la ausencia ni el nivel del internacional”.
Los datos le dan la razón. En junio de 2020, primer mes del verano del que conocemos su evolución a través del Instituto Nacional de Estadística (INE), entraron en España 204.926 turistas extranjeros que gastaron 133 millones de euros. En cambio, en junio de 2019 llegaron 8,8 millones de turistas que dejaron unos ingresos de casi 9.700 millones.
Según Pulso, la herramienta de Banco Sabadell para analizar la evolución económica, el gasto con tarjetas de países extranjeros en España durante el mes de agosto tan solo representa el 37% del de 2019.
Otras cifras, como las ofrecidas por Juan Manuel Plaza Ortega, director de gestión de ingresos del metabuscador Kiwi.com, abundan en la misma línea: “Los españoles han optado por hacer escapadas dentro del país”. Los cinco destinos nacionales más reservados para agosto han sido Palma de Mallorca, Ibiza, Barcelona, Madrid y Málaga, informa Ortega.
Desde la agencia de viajes online Rumbo.es cifran la caída del turismo extranjero en “un 60% con respecto al verano pasado” y aseguran que “los españoles han escogido claramente España”, con Baleares, Canarias y la Costa del Sol a la cabeza de las preferencias.
Un ejemplo de ello es la familia de Gloria Ortega, que ha cambiado este año sus vacaciones. Suspendió su viaje al norte de Portugal por unos días en la segunda residencia que tiene en Altea (Alicante).
“Las segundas residencias solo benefician a los supermercados”, sostiene al respecto Manuel Espinar, presidente de la Confederación Empresarial de Hostelería y Turismo de la Comunidad Valenciana (Conhostur), en alusión a que sus ocupantes compran provisiones en los establecimientos locales y evitan el gasto en bares y restaurantes. Con una ocupación hotelera que “está ahora en un 40%” y una “hostelería en pérdidas”, Espinar cree que “no se va a superar la temporada”.
La impresión en la cercana Cataluña no difiere mucho. “El verano está perdido, ha ido muy mal”, adelanta Manel Casals, secretario general de la Confederación Empresarial de Hostelería y Restauración de Cataluña (CONFECAT). Aunque el “turismo nacional ha compensado en parte”, los rebrotes y confinamientos en Lleida “han afectado al turismo de interior”, mientras que las prohibiciones y las recomendaciones de distintos países de no viajar a Cataluña “han impactado en el turismo de la costa y en el de Barcelona capital”, lamenta.
Si atendemos a los datos ofrecidos por la Confederación de Asociaciones Empresariales de Baleares (CAEB), lo peor se ha producido en las Islas Baleares. Con una estimación de ocupación hotelera del 35% en el conjunto del archipiélago (el año pasado fue de un 100%), un cálculo similar para agosto, y una pequeña pero insuficiente ayuda del turismo nacional (en junio de este año ha supuesto un 76% del peso total, frente al 7% del año pasado), Carmen Planas, presidenta de CAEB, ha calificado este verano “como un auténtico tsunami con unos efectos absolutamente devastadores”.
A nivel nacional, la valoración hecha por la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT) establece diferencias por sectores y productos. Su presidente, Jorge Marichal, explica que en cuanto a sol y playa “ha sido un verano prácticamente tirado a la basura”, mientras que ha ido “mejor en la naturaleza y en zonas de interior”.
Otro ejemplo es el de la familia formada por Eva Mateo, Miguel Miranda y su hijo de 12 años, que han pasado sus vacaciones en Asturias. En esta comunidad el turismo rural ha despegado de forma importante. Lo confirma Adriano Berdasco, presidente de la Federación Asturiana de Turismo Rural (FASTUR). “Julio ha sido excepcional, con un 85% de ocupación. En agosto esperamos más del 90% con una demanda compuesta casi al cien por cien por turismo nacional. La temporada turística se ha salvado en lo rural” cuenta.
“No es cierto que haya un boom del turismo rural este año por el coronavirus”, advierte Ventura García, presidente de la Asociación Española de Turismo Rural (Asetur). “Lo que hay es un éxito de dos modalidades concretas: casas de alquiler completo y con piscina”, explica. García indica, además, que esta clase representa “un porcentaje pequeño del total” y recuerda que “venimos de un parón total de la actividad, en el que volveremos a caer en cuanto llegue septiembre”.
Los números ofrecidos por Weekendesk.es, un portal especializado en escapadas temáticas, reflejan un aumento de casi el 10% respecto al año pasado en reservas de alojamientos rurales. La demanda se concentra en Galicia, Asturias, Cantabria y Ávila. “Notamos una tendencia a ir a lugares con menos aglomeraciones debido a la situación sanitaria”, aseguran.
Tampoco ha sido fácil viajar fuera de las fronteras españolas. Es el caso de María Alonso, que ha cambiado ya dos veces de planes. Primero su destino fue Budapest y después Nápoles. Las restricciones impuestas a los turistas españoles por ambos países han estado detrás de su decisión de cancelar los dos viajes.
“Una cuarentena es una prohibición de viajar encubierta”, dice César Gutiérrez, presidente de la Federación Empresarial de Asociaciones Territoriales de Agencias de Viajes Españolas (FETAVE). “Dijimos que había que apostar por el turismo nacional y no se ha hecho nada”, se queja. Ante esta realidad, Gutiérrez manifiesta “no sé cómo saldremos de esto”.
Esta situación ya se está notando en la economía con el turismo y la hostelería tirando negativamente del IPC de julio, con un descenso interanual del 0,6% y con tres décimas menos que en junio. Massimo Cermelli, profesor de Economía de Deusto Business School, lanza este aviso: “Esto significa una ralentización del gasto y el consumo, lo que nos llevará a crecer menos”.
¿Cambiará la crisis del coronavirus el modelo turístico masivo?
“En el turismo habrá un antes y un después del coronavirus”. Así de seguro se muestra Miguel Pazos, director del Centro de Estudios e Investigaciones Turísticas (CETUR) de la Universidade de Santiago de Compostela (USC).
En opinión de este experto, se termina definitivamente el modelo de “cuantos más turistas, mejor”, para dar paso a otro “de calidad, respetuoso con el entorno, éticamente responsable y solidario, que consuma productos locales y que tenga sensibilidad por el lugar que visita”. Esto “obliga” a los distintos actores de la industria a “apostar definitivamente por la calidad frente a la cantidad”, sostiene Pazos.
Menos optimista es Enrique Navarro, director del Instituto de Turismo de la Universidad de Málaga (UMA). “Acabar con este modelo de turismo masivo es imposible hoy en día”, afirma, y añade: “Volveremos a él en cuanto recuperemos la movilidad segura. No notamos cambios en la demanda. Solo cuando ésta cambie y la sociedad también, tendremos otro modelo”, asegura.
Hasta que lleguen esas transformaciones, Navarro defiende actuar “en micro operaciones, en cosas muy concretas” que permitan “mejorar parte del modelo”.
Entre estas acciones el experto cita tres. La primera, tener mejores datos y trabajar constantemente con ellos. “No tener solo fotos fijas, sino dinámicas, que es como se mueve hoy día la sociedad”. En segundo lugar, contar con comercializadoras propias, para no “estar en manos de las plataformas y de la demanda”. Y por último, tener una visión a medio plazo que “tenga en cuenta la sostenibilidad y apueste por lo verde”, finaliza.