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Carlos Lamela: “Proyectos como el de Canalejas se hacen una vez al siglo”

El director de Estudio Lamela firma las obras del nuevo macrocentro de lujo de Madrid

JUAN LÁZARO
Pablo Sempere

El estudio que dirige y que lleva su apellido firma la mayor obra que ha visto el centro de Madrid en los últimos años. A mediados de este mes de mayo abrirá sus puertas el Centro Canalejas, un proyecto que nace del trabajo que se ha hecho sobre 75.000 metros cuadrados, y que ha fusionado siete edificios en uno. Carlos Lamela (Madrid, 1957), hijo de Antonio Lamela y director de Estudio Lamela, cuenta que esta es una de las intervenciones “más bonitas y duras” de toda su carrera. En su currículo, no obstante, hay otros trabajos de gran envergadura, como la remodelación del Santiago Bernabéu a finales del pasado siglo o la construcción de la T4 de Barajas.

R. No ha sido fácil llegar a la fase final del proyecto de Canalejas.
R. Estamos terminando, ahora en la fase de remates y de puesta en servicio. Ha sido un proyecto extraordinario en todo, de gran dificultad técnica, de tramitación, y de responsabilidad social y urbanística, y va a ser un proyecto exitoso. No ha sido fácil, porque encontrar un objeto dentro de una ciudad que pueda aglutinar siete edificios y dar con un promotor con la voluntad de sacar un proyecto como este no es habitual.
R. Ha habido gran presión alrededor de las obras. También varios contratiempos técnicos e incluso una denuncia por delito contra el patrimonio.
R. Una denuncia de la que salí absuelto tras una investigación férrea. Honestamente, creo que nunca se ha afrontado en España una obra de conservación de mayor envergadura que esta, y la sociedad lo entenderá cuando conozca el proyecto y el resultado de primera mano. Operaciones como esta en Madrid se hacen una vez al siglo.
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R. ¿Hay cierto rechazo social a operaciones así, destinadas a albergar un macrocentro de lujo en el corazón de una ciudad?
R. Creo que en España hay una gran brecha entre la sociedad y la arquitectura, porque en general no es una disciplina conocida. Hay un salto y una desvinculación evidente que se percibe en todo. En otros países, la gente conoce al arquitecto que ha hecho tal edificio, sea clásico o contemporáneo. Aquí, en general, no hay una cultura arquitectónica. Pero también hay cierta desinformación, porque los estudios trabajamos en muchos más edificios, en oficinas, sedes, viviendas sociales... Lo que más llama la atención es un macrocentro de lujo, pero hay mucho más.
R. ¿En qué situación se encuentra la arquitectura en España?
R. Hay que hablar de Madrid, una isla de desarrollo en España, para entenderlo. Es la comunidad número uno en todos los parámetros económicos, y hay mucha actividad inmobiliaria pública y privada. Pero somos muchos arquitectos, no hay trabajo para todos. Es una profesión bonita, pero de la que es difícil vivir como colectivo. Hay mucho infraempleo. El low cost se ha instalado en la sociedad a todos los niveles, y también ha llegado a nosotros.
R. ¿Repercute esto en la calidad?
R. Creo que no, porque los arquitectos, independientemente de la estructura económica del negocio, lo damos todo. Tenemos un compromiso ilimitado, y no buscamos la rentabilidad, sino hacer las cosas bien. En España somos arquitectos vocacionales, y la gran mayoría quiere dejar una impronta positiva en la sociedad y en la ciudad. La rentabilidad es una segunda derivada.
R. Usted es muy crítico con el urbanismo expansivo que vivimos hoy en día.
R. Sobre todo con los PAU [Programa de Actuación Urbanística], cuyo máximo exponente está en Sanchinarro o Las Tablas. Todo esto viene por un diseño equivocado, muy expansivo, poco denso, y con poca regulación estética. Son áreas donde no es agradable vivir, aunque haya gente contenta y que se adapte. Pero podrían haber tenido mucho más éxito si se hubiesen pensado bien como producto, haciendo una ciudad más densa, más alta, con elementos verticales y torres, con más vida en la calle, con menos abuso del ladrillo...
R. ¿Hay relación entre esta forma de construir y las formas y ritmos de vida actuales?
R. Habría que hacer un análisis antropológico. Estamos en una cultura muy individual, que se comunica y se trata menos. Eso se lleva hacia el sistema de vida y se acaban creando barrios donde la gente se comunica menos. En los barrios tradicionales de Madrid se salía de casa, se iba al bar, a la frutería, a la mercería, a la plaza. Esto ha desaparecido porque las tiendas y centros comerciales están en las afueras, y la gente vive hacia dentro. Claro que hay una relación.
Estamos en una cultura muy individual, y eso se lleva a la configuración de los barrios
R. ¿Los arquitectos son en parte responsables o es un asunto eminentemente político?
R. Los arquitectos tenemos responsabilidad en tanto y cuando la disciplina del urbanismo se ligue a la arquitectura. En España, la disciplina académica de urbanismo no existe, sino que está dentro de la carrera de arquitectura como especialidad. Esto quiere decir que el urbanismo en España lo hemos hecho los arquitectos, y eso no debería haber sido así. El urbanismo debería ser una carrera por sí sola, porque tiene una serie de relaciones y vínculos con el mundo de la antropología y la demografía en la que los arquitectos no tenemos formación.
R. Están en litigios para evitar la reforma de las Torres Colón firmadas por su padre.
R. El conflicto se encuentra en fase judicial y hay que respetar los tiempos. No podemos decir mucho más por el momento. Este caso es el ejemplo de cómo la sociedad no valora lo que tiene, y se plantea la destrucción de edificios que son únicos en el mundo. Hay gente por la labor de hacerlo, pero creo que las autoridades también deberían decir algo.
R. ¿Tiene que aprender el arquitecto a desligarse de su obra una vez está finalizada?
R. Creo que no. Es más, sería fundamental que los arquitectos estuviesen ligados a los proyectos importantes como arquitectos conservadores, sobre todo en edificios emblemáticos. Hace falta alguien que se preocupe por el edificio, que lo atienda, que esté pendiente de todo, de las reformas que necesita… Esto es algo que existe en Europa y que se ha empezado a plantear en España, porque el arquitecto también tiene una formación artística y humanista, muy poliédrica. Sería una figura necesaria aquí, porque vas por la calle y hay cantidad de buenos y correctos edificios que los ciudadanos nos hemos cargado, bien cerrando terrazas o realizando modificaciones inadecuadas.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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