La compra de barcos crece en Londres para sortear los precios de la vivienda
La ciudad tiene 4.200 botes en sus canales, el doble que hace 10 años
Londres, uno de los mercados inmobiliarios más caros de Europa, empieza a ver cómo los barcos estrechos se convierten en un intento de solución para aquellos habitantes que buscan una alternativa asequible a la vivienda. Estos botes, con una anchura similar a la de las camas estilo King-Size (entre 1,80 y 2 metros), se han popularizado entre aquellos dispuestos a sacrificar algo de espacio y algunas comodidades o entre los que directamente no pueden hacer frente a los costes del alquiler o la compra. En los últimos años, y a la espera de que sean las propias ciudades las que regulen o controlen de alguna forma el precio de la vivienda, han surgido diferentes opciones que sortean los elevados costes.
Los amarres en la red de canales de la que dispone la ciudad -con más de 160 kilómetros navegables- se pueden obtener por algo más de 1.000 libras al año, unos 1.165 euros. Además, estas vías fluviales, que atraviesan la metrópoli, permiten a los navegantes vivir en zonas elegantes y muy cotizadas, como Primrose Hill y St. John's Wood, a un precio mucho más pequeño que el que pagan los vecinos que duermen sobre tierra. Londres, atendiendo a los datos recopilados por UBS, era hace tres años la ciudad más cara del mundo para adquirir una vivienda. Hoy, a pesar de que sus precios han caído y que el riesgo de burbuja ha desaparecido, sigue siendo una de las metrópolis más cotizadas para vivir.
Tal y como informa Bloomerg, incluso con el Brexit, las viviendas de Londres alcanzaron unos precios medios de compra que rondan las 609.000 libras en noviembre (709.000 euros), unas 20 veces el coste de un barco estrecho de 18 metros de eslora y dos metros de anchura. Hoy, la capital británica alberga más de 4.200 de estos botes en sus canales, más del doble que hace una década. Las autoridades, de hecho, están trabajando para crear amarres adicionales y ampliar las zonas disponibles para el traque, con el objetivo de combatir una subida de los precios.
Liam Mertens, de 28 años, es un artista independiente que tras no conseguir firmar una hipoteca decidió probar la vida del canal. Él y su compañero gastaron 83.000 libras (96.000 euros) en un bote estrecho de algo más de 18 metros. Dos tercios del precio final se destinaron a cubrir los gastos de un codiciado amarre permanente, donde pueden permanecer conectados a internet, a la red eléctrica, obtener agua potable y tratar las aguas residuales. "Estábamos en una situación de alquiler, no teníamos estabilidad laboral para obtener una hipoteca y queríamos quedarnos en Londres", explica. "Esta era la mejor manera de tener nuestro propio espacio y quedarnos".
La pareja comenzó a arreglar el bote, arrancó las paredes y rehízo la habitación y el baño. Mertens perfeccionó sus habilidades de bricolaje y aprendió sobre electricidad, motores y barcos para poder vivir en un lugar donde no siempre consiguen llegar los fontaneros o electricisitas. La pareja es una de las pocas afortunados que tienen un amarre permanente. Los precios de estos estacionamientos han aumentado dada la creciente demanda. Algunos de los amarres más selectos ahora cuestan más de 12.000 libras al año (14.000 euros) y han experimentado aumentos anuales de hasta el 15%.
En Londres "hay un grupo demográfico de navegantes mucho más joven que el que tenemos en otros lugares del país", explica Matthew Symonds, gerente nacional de navegación en Canal & River Trust, que administra la red fluvial de la capital. "Es más asequible, si no te importa vivir en un espacio un poco más pequeño". Symonds lidera la nueva estrategia de amarre de la compañía, que de implementarse agregaría 1.800 metros de amarre a largo plazo, o alrededor de 100 nuevos espacios, y mejoraría la red de atraques temporales.
La mayor parte de la red se desarrolló en el siglo XVIII para vincular las zonas emergentes industriales con el que por aquel entonces era el centro de la ciudad, y los canales fueron cruciales para el ascenso del Reino Unido como potencia industrial. La expansión del tren y el transporte por carretera eventualmente hicieron que la red quedara obsoleta, y cayó en un largo período de abandono y mal estado.