El mea culpa de SoftBank puede haber llegado demasiado tarde
Es poco probable que las explicaciones de Masayoshi Son pongan fin a los temores
Masayoshi Son está empezando a parecer menos un gurú de las inversiones y más un niño en una juguetería. Los fondos Vision Fund y Delta Fund, del gigante SoftBank Group, anunciaron una depreciación de 4.900 millones de dólares (528.000 millones de yenes) en sus inversiones en WeWork, Uber Technologies y otras empresas. El desacierto al valorar compañías ha conducido a un pobre rendimiento, dejando su empresa, según sus propias palabras, en una situación de “mar gruesa”. Mientras tanto, persiste la preocupación en torno a la magia contable de la propia SoftBank, y otras cuestiones.
Softbank dio a conocer algunas cifras abrumadoras al anunciar ayer sus resultados trimestrales. El grupo japonés y su Vision Fund inyectaron 10.300 millones de dólares en WeWork, y el capital de la firma de espacios compartidos asciende ahora a unos miserables 7.800 millones. Son advirtió también de que puede haber problemas en otras inversiones, incluida la startup de pasear perros Wag. Está muy lejos de cómo se ganó sus galones tecnológicos, con una apuesta inicial de 20 millones de dólares en el gigante de comercio electrónico Alibaba, que ahora tiene un valor de 475.000 millones de dólares.
El éxito de las inversiones de Vision Fund es crucial para que SoftBank pueda hacer frente a una enorme pila de deuda: la deuda con intereses asciende a 147.000 millones de dólares. Las obligaciones que conlleva podrían ser mucho mayores si, por ejemplo, tuviese que consolidar la deficitaria WeWork para reflejar su participación del 80% tras la operación de rescate cerrada recientemente. En lugar de eso, dado que sus derechos de voto están capados y sus asientos en el consejo limitados, SoftBank considerará WeWork como una asociada, no como una filial.
Los puntos flacos de Son son otro motivo de preocupación. En su presentación posresultados, el magnate admitió algunos fallos de juicio personales, pero también trató de culpar a la deficiente gobernanza de las startups a las que ha apoyado.
Estándares más altos serían, por supuesto, bienvenidos, y podrían haber facilitado que SoftBank destituyera antes al fundador de WeWork, Adam Neumann. Aún así, tales controles no habrían cambiado el problema principal, que es el fracaso de SoftBank al no valorar con moderación una compañía de bienes raíces corriente.
Es poco probable que el mea culpa ponga fin a los temores sobre el futuro de Vision Fund y a las preocupaciones sobre la presión que su éxito o fracaso ha ejercido sobre SoftBank.
Las garantías de Son a los inversores de que exigirá estándares más altos en sus inversiones mientras trata de recaudar nuevos fondos pueden ser demasiado pocas, y llegar demasiado tarde.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías