Una caída cuya factura real sobre el turismo español está por determinar
La quiebra de Thomas Cook abre un inquietante horizonte para las comunidades con fuerte afluencia de viajeros británicos
El fuerte terremoto que desató ayer el anuncio de la quiebra de Thomas Cook, el turoperador más antiguo del mundo, ha golpeado en primer lugar a los más de 600.000 turistas británicos que se han quedado abandonados fuera de su país, muchos de ellos en España, pero también a la industria turística europea y muy especialmente a la española. La onda expansiva de la caída de Thomas Cook alcanza tanto a sus propias aerolíneas, cadenas hoteleras, empresas de alquiler de coches y demás servicios turísticos como a aquellas compañías con las que contrata en terceros países. En el caso de España, el agujero asciende a unos 200 millones de euros, según datos de Exceltur. Los aprietos financieros del grupo habían llevado ya a muchos proveedores a cobrar por adelantado sus servicios, lo que ha evitado que el montante de la factura sea mayor. Aun así, y más allá del primer impacto, el efecto que el colapso tendrá sobre la economía de aquellas regiones en las que la compañía británica actuaba como primer suministrador de turistas extranjeros –es el caso de Canarias o Baleares– está por determinar. Las patronales calificaban ayer de “tragedia” y de “tormenta sin precedentes para las islas” la quiebra, mientras que UGT cifraba en 13.000 puestos de trabajo la herida que dejará en Canarias, el 10% del empleo que ofrece el sector de la hostelería en esa comunidad. Se abre así un horizonte lleno de preocupantes incógnitas en el que la prioridad debe ser, como reclamaba ayer la patronal hotelera, asegurar las conexiones con Reino Unido y facilitar los acuerdos con otros operadores turísticos.
La caída de Thomas Cook, un gigante que facturó casi 10.000 millones de libras en 2018, se explica por el efecto combinado de una deuda de 1.700 millones de euros y un modelo de negocio obsoleto y mermado por la imparable competencia de la economía digital. En un mundo en el que los consumidores diseñan sus propios itinerarios de viaje y contratan los servicios turísticos a golpe de clic, la ineficiente estructura del turoperador británico constituye un lastre difícil de manejar. Pese a los meses de negociaciones invertidos en tratar de lograr una inyección de capital de manos de su socio mayoritario, la firma china Fosun Tourism Group, la compañía se enfrenta ahora a un concurso sobre el que planea la sombra de la liquidación, dada la dificultad de sanear una estructura de negocio que se basa en la colocación de paquetes a terceros. Como en toda quiebra, es deseable una solución capaz de evitar ese desmantelamiento, la pérdida de miles de empleos y la desaparición de un histórico del turismo europeo y mundial.